Decimotercera entrega
Decimotercera entrega
Andrea Morán | José Ángel Esteban
Viernes, 26 de agosto 2022, 14:44
Querida. Me he despertado antes del amanecer y lo he esperado. Lo necesitaba seguramente: tenía prisa tal vez por apurar el tiempo y concederme, de paso, el tranquilo silencio de la mañana. Que nada pase. Que nada más pase. Y esa sensación de que esto ... que está pasando es mi vida. Luego algo se ha roto y, ahora que se aproxima la parte final de nuestras citas, he anotado para contarte con detalle cuando nos veamos algunas ideas que se me han quedado estos días en el camino: el aire que no se mueve en la hora de la siesta; el frescor único de la parte abierta de un convento de clausura que todavía sobrevive en la calle en la que nací; las páginas batidas por el viento de un libro sin terminar y apoyado en la ventana; el encuentro torpe, inútil con la hermana de un amigo perdido. Ahora, releyendo las notas para la cita en la que de nuevo vamos a beber lejos y juntos, todo eso importa menos, ya llegará. Ahora busco estrellas fugaces en un cielo inmenso. He puesto música: un pianista que planea y da vueltas sobre el rumor de las libélulas. Aguzando la paciencia puedes ver el trazado sinuoso de su vuelo. La melodía me dice: Hubo una vez un camino de regreso a casa. Volvamos, si tu quieres.
Publicidad
Amigo, sabrás que los programas de mano han pasado a mejor vida. Ahora toda la información la encuentras en internet, y la pandemia terminó por desterrar cualquier papelito a la entrada del cine o del concierto. Aun así, algunas hojas de sala todavía resisten. Mi amigo Mario siempre lleva varias en los bolsillos: que si la programación de la filmoteca, que si la del centro cultural o, como estos días, la del cine al aire libre. Subraya títulos, redondea las fechas y marca con un asterisco aquellas proyecciones que se contraprograman y van a suponer una decisión. Aquí o allá. Comedia o drama. Dudé pero al final me convenció de que a las diez y cuarto de la noche la temperatura ya habría bajado lo suficiente para irnos a la 'cineplaza' de verano. Error. Lo único que hacía allí mi abanico era remover el aire caliente. La película, bonita por fuera pero hueca por dentro, dejó de interesarme, me recosté como pude en la silla de plástico y me dio por mirar al cielo. Adormecida por los diálogos en francés, me despertó un chispazo. ¡Me pilló tan desprevenida que ni pedí un deseo! Dice mi amigo que tuvo que ser fruto del calor, que las estrellas fugaces no se llevan bien con la ciudad. Pero yo lo sentí.
Facilísimo: en el propio vaso con hielos servimos mitad de ginebra y mitad de ginger ale. Se puede remover y decorar con una rodaja de lima. Por los vastos dominios de la red encontramos otras recetas mucho más aventuradas, incluso con efectista nitrógeno líquido, pero a veces la simplicidad es la reina por algo. Por Carlos G. Fernández
Disponible en:
Narración y textos Andrea Morán, Carlos G. Fernández y José Ángel Esteban
Producción técnica Íñigo Martín Ciordia
Edición y mezcla Carlos G. Fernández
Remezcla y postproducción Rodrigo Ortiz de Zárate
Ilustraciones Adrià Ramírez
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.