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Hay una gran belleza en una turbina industrial de seis metros de largo. La forma, siendo todavía nueva, recuerda a un sofisticado aparato de ciencia ficción. Todo, despojado de contexto, puede ser primariamente bello, como las imágenes creadas por un software de inteligencia artificial. Y ... a veces el mundo se divide entre quienes quieren contexto y quienes quieren imágenes sin fondo. Todos los productos que manejamos tienen una historia que la mercadotecnia se esfuerza porque olvidemos, de dónde viene esta ropa tan económica, esta gasolina que me ponen tan cara. 'El último artefacto socialista', desde luego, es una serie sobre el contexto de la producción de un objeto muy concreto: una turbina enorme y pesadísima que nunca llegamos a saber para qué sirve realmente.
Pero volvamos al principio de una manera más ortodoxa. Dos empresarios croatas de unos cuarenta años, uno lleno de energía emprendedora y otro cansado de todo, irascible, arrastrado por el otro, llegan a Nuštin, un antiguo núcleo industrial balcánico (ficticio, pero realista). Tienen un contrato para construir turbinas viejas, y la razón de ser de la microciudad era precisamente una fábrica del modelo que necesitan. El panorama que se encuentran es desolador. Lo que empieza pareciendo 'Perros de paja' se convierte pronto en algo más profundo: una gran desolación anímica colectiva, nadie por las calles, miradas de desconfianza, la vida suspendida con el aire siempre enrarecido. Habitar prácticamente entre ruinas, todo gris, todo por arreglar. Y la fábrica, por supuesto, cerrada desde hace lustros, el corazón detenido del lugar. Los pequeños rescoldos de poder son controlados por una trama mafiosa de poca monta y ni siquiera hay cobertura móvil (por eso el título de la novela original de Robert Perišić es 'No signal area'). El ingeniero jefe, el que se acuerda de cómo hacerlo todo, es un borracho echado a perder, como casi todos los demás.
Y aún así hay una doble redención en la serie, la del empresario huraño, que es el que tiene que hacer la inmersión en esta nueva comunidad más deprimida que él, y la de todos estos trabajadores y familias, encontrando una mínima motivación como en los viejos tiempos. Los teóricos pueden encontrar aquí una glorificación del trabajo, Paul Lafargue (el yerno de Marx que escribió 'El derecho a la pereza') estaría frontalmente en desacuerdo. Pero lo que más permea es la desolación que deja durante décadas el cierre unilateral de una fábrica, el hundimiento anímico de toda una plantilla condenada a la inactividad indefinida. El museo local tiene una sección dedicada a la fábrica y sus luchas, un foco de nostalgia más.
Cuesta un poco entrar en esta serie, pero cuesta más salir, sacársela de encima. Porque nos deja un puñado de grandes reflexiones, desde las ideologías (o su abandono) a lo humano (estados de ánimo estratificados, difíciles de describir). Igual que los protagonistas entran en la nueva ciudad, nosotros hacemos una inmersión en un grupo de grandes personajes con muchas tribulaciones, y nuestro ánimo va junto al suyo cada vez que parece que les van a decepcionar, que era todo un espejismo, que los dos nuevos jefes serán unos incompetentes y esta resurrección anímica del pueblo será poco más que un espasmo doblemente doloroso.
Se agradece el tema, porque el panorama audiovisual le tiene un poco de alergia a las temáticas obreras. Acostumbrados a no ser protagonistas de nada y a que el glamour se lo lleven todas las otras profesiones, la realidad de fábricas e industrias merece bastante más atención porque, pese a desaparecer de gran parte del territorio, pese a robotizarse, ha construido buena parte de nuestra historia, nuestro urbanismo y nuestro lenguaje político. Sí podemos encontrar en esta serie ecos de aquella rara joya portuguesa, 'La fábrica de nada' (Pedro Pinho, 2017), aunque pasada por ese filtro balcánico, tan marcado por todo tipo de heridas.
Fue nombrada mejor serie internacional en el festival francés Séries Mania 2021, y tiene muy buen gusto visual (muy interesantes los finales de cada episodio), salvo para quien venga buscando una serie blockbuster norteamericana. El sorprendente final, que no desvelaremos, da para largo debate. El objeto versus la narrativa, para empezar. Aunque algún personaje y alguna trama cuaje un poco menos, esta serie es muy recomendable, y es el tipo de cosas, de 'artefactos', que Filmin debe seguir ofreciéndonos.
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