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Stringer Bell Alejandro Sánchez Alarcón
Stringer Bell y su redención imposible en 'The Wire'
50 mejores personajes de series del siglo XXI

Stringer Bell y su redención imposible en 'The Wire'

Analizamos y recordamos al personaje de Idris Elba en una de las mejores series de todos los tiempos. El traficante inteligente, el proyecto de economista y promotor a quien su pasado persiguió implacablemente

Sábado, 29 de julio 2023, 00:12

La enciclopédica serie de David Simon nos ha dejado tres nombres en la lista de mejores personajes del siglo XXI: Jimmy McNulty, Omar Little y Russell 'Stringer' Bell. Stringer entra en la lista participando únicamente en las tres primeras temporadas, que fueron el impulso ... fundamental para convertir a Idris Elba en la superestrella internacional que hoy es. Dejando de lado que la lista sea un cúmulo de subjetividades, analizaremos qué motivos nos han llevado a recordarle y escogerle.

El empático recuerdo del final de Stringer nos hace olvidar alguna de sus «hazañas» previas en Baltimore. No debemos pasar por alto que, entre otras lindezas, tortura hasta la muerte al amante de Omar, ordena unos cuantos asesinatos, desde pandilleros a senadores, y prácticamente obliga a un adolescente a matar a un niño por el cuestionable bien del negocio. Eterno segundo al mando de su amigo de la infancia, Avon Barksdale, el contraste entre ambos se va exagerando según avanza el tiempo, hasta acabar perteneciendo a mundos diferentes. O casi.

El cinismo, el cerebro y el músculo: Levy, Stringer y Barksdale RC

El primer rasgo que impacta de Stringer es la habilidad de estar siempre atento. La mirada inteligente que controla por completo la situación apenas flaquea nunca. No hay nada que no sepa y nadie a quien no vigile ya desde sus primeros momentos, en la que podemos llamar «época del chándal». Stringer apenas explota como sí hace Barksdale, pero sería interesante plantearse quién de los dos es más cruel. Uno es el guerrero y otro el estadista, y para mantener un imperio de venta de heroína forman un tándem perfecto que cae cuando su relación se rompe. Para la eternidad queda esa última conversación en la azotea, donde recuerdan su infancia siempre en el mismo barrio, sabiendo que han traicionado al otro y sospechando que el otro les ha traicionado. El penúltimo capítulo de la tercera temporada lo tiene todo.

El pasado persigue a un Stringer tentado por un modo de vida distinto. Su redención es imposible porque los crímenes se vuelven contra él cuando ya tenía encaminado su negocio de promotor inmobiliario. Ve una salida digna al tráfico de drogas: convertir el dinero sucio en edificios y vivir de las rentas. Pero no le dejan, y en parte es porque los demás socios en el fondo siguen queriendo vivir la vida del barrio. No han tenido la iluminación que tuvo Stringer en las clases de economía, que le llevaron a lo que podríamos llamar «época del traje y corbata». Se le tuerce todo por querer cambiar de categoría: el senador Clay Davis, famoso por sus «shiiiieetttt!», se la juega y le hace perder un cuarto de millón de dólares, sus desarrollos inmobiliarios están paralizados. Los ricos del sistema «legal» se han reído de él. Por eso una de las últimas cosas que le dice su amigo Barksdale es la difícilmente traducible «They saw your ghetto ass coming from miles away, nigger»: no engañaba a nadie queriendo hacer negocio con los grandes. Detrás de toda gran fortuna hay un crimen, decía Balzac, y en este caso tendría razón, cientos de crímenes.

Stringer Bell en su peor momento RC

Así que ese pasado vuelve cuando Stringer acaricia la redención —especialmente tras vender a su socio—. Omar le persigue por su propio edificio eternamente en obras, y cuando Stringer trata de ascender, escapar, metafóricamente alejarse de la calle, el elegante Brother Mouzone, tras su pajarita, se lo impide desde el piso superior. Su destino nunca fue llegar arriba.

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McNulty se lamenta, estaba a punto de pillarle con las escuchas tras tres años, legalmente. Registrando su casa, elegante, digna de anuncio, se pregunta, sosteniendo el libro de Adam Smith, a quién diablos estuvo persiguiendo todo el tiempo. A un hombre que vio entreabierta una puerta a otra vida.

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