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Empecé a ver 'selftape' sin saber apenas nada sobre ella y cuando las actrices protagonistas aparecieron en pantalla, pensé «¿De qué me suenan, de qué me suenan?». Es ese reconocimiento desvaído con el que juegan, de manera muy inteligente, las hermanas Vilapuig. A saber cuántas ... veces han tenido que escuchar esa pregunta.
Joana y Mireia (de 28 y 25 años, respectivamente) se hicieron populares alrededor de 2010, la primera a raíz de la serie 'Polseres Vermelles' y la segunda gracias a la película 'Héroes'. Como ambas se dedican a la interpretación, de cara a la industria son rivales y de puertas hacia dentro también se han sentido así. Las han hecho sentir así.
El transcurso de los acontecimientos (la llegada de la fama siendo adolescentes y después el abismo) les puso delante una historia dramática, la suya propia, que ellas han sabido ver y pulir, se han atrevido a contar y la han situado bajo el foco correcto, el idóneo para el aquí y el ahora: la España de 2023, una por la que el Me Too pasó de puntillas en 2016, pero que en la que ahora las actrices denuncian agresiones sexuales en las galas de premios. Han sucedido unos cuantos cambios, pero nos faltaba una serie que los supiera cristalizar.
'selftape', dirigida por Bàrbara Farré, cuenta el reencuentro un tanto forzado entre dos hermanas, unas que fueron inseparables y que ahora parecerían enemigas. Mireia está triunfando en Oslo con una serie, pero en su vida personal sufre un gran golpe y regresa a Barcelona aturdida. En la casa familiar, que ya no es tal, está viviendo Joana. Ella al principio lo esconde, pero acaba de ser despedida en el proceso de ensayos de otra producción televisiva, después de haber superado todas las pruebas de casting. La idea de la desaprobación, del no ser suficiente, sobrevuela toda la serie, toda su vida. ¿Cómo gestionar una profesión que lidia tan a menudo con el rechazo? ¿Cómo querer a una hermana que te hace sentir peor?
Son seis capítulos de acciones pequeñas bajo las que se mueven sentimientos tan viscerales como el rencor, la autodestrucción, la entrega vocacional y el efecto martilleante de la comparación. Hay citas que nos llevan a pensar en otras series contemporáneas. En algunas escenas, bien sea por giros argumentales o por gestos en la puesta en escena, reverberan títulos como 'Podría destruirte', de Michaela Cole, 'Fleabag', de Phoebe Waller-Bridge, o 'Girls', de Lena Dunham. En los baños, una discute, folla y se reconcilia.
Hay algo en 'selftape' que, siendo una autoficción, trasciende y habla directamente de la condición femenina. La relación de la actriz con su cuerpo, de la utilización de la mujer por parte de la industria, de la sexualización de sus carnes, de la banalidad del sexo en algunas ocasiones y de la fragilidad de la intimidad en muchas otras. 'selftape' representa, como ninguna otra serie española ha hecho antes, el desequilibrio de poder entre un chico y una chica que están a solas en una habitación.
Sobre esa capa de ficción, a lo largo de los capítulos, vemos materiales documentales que aseguran el vínculo con la realidad: están las cintas caseras de cuando Joana y Mireia eran niñas; las entrevistas en los platós de televisión en plena ola de éxito, cuando ya les preguntaban por novios y besos; y las grabaciones donde leen las separatas enviadas a los castings, las llamadas 'selftape'. Todas esas cámaras, las profesionales y las domésticas, se vuelven espejos donde nos vemos reflejadas, ellas, nosotras y la sociedad. En mi caso, la próxima vez que vea los rostros de Joana y Mireia me sabré sus nombres, las sabré reconocer.
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