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Con algún momento de comedia involuntaria en la pelea cuerpo a cuerpo entre superstars, la Tercera Hermana -abrimos el festival de spoilers- perseguía en paralelo a la pequeña Leia. Reva penetraba en una galería única y secreta detrás de la princesa huida. Sin embargo, la villana de pelo trenzado aparecía antes en la meta, esperando a su víctima de frente, por arte de birlibirloque (¡menudo cliffhanger para el clímax del episodio!). No sabemos si la cazadora le pasó por encima a la presa en su persecución, en plan fantasma, o se teletransportó como en 'Star Trek', pero este tipo de problemas narrativos están siendo un claro lastre en una serie con un empaque de producción que no se puede permitir este tipo de errores de dirección. Con tanto jerifalte controlando la franquicia, ¿cómo se pueden colar en montaje este tipo de detalles? Para colmo, empieza fuerte la cuarta entrega, recordando directamente al asalto a la Estrella de la Muerte a muy pequeña escala. Seguimos repasando esquemas en formato bolsillo. Casualidad, el cuartel del enemigo está a la vuelta de la esquina y hay que penetrar en sus fauces a bordo de un transportador volante. La proeza es imposible hasta que no lo es y entran en juego unas medidas de seguridad irrisorias y unos planos acuáticos poco inspirados.

La entrega y calidad interpretativa de Ewan McGregor está muy por encima del libreto que le toca defender, aunque figura como productor ejecutivo, rol que quizás solo consiste realmente en invertir parte de su caché y no opinar sobre la historia. Su papel de héroe trágico y crepuscular que recupera el brío es innegable, pero no está bien arropado. Le llaman viejo en pantalla cada dos por tres, sin peinar canas, a sus 51 años.

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El viejo y la niña de diez años que parece que tiene seis. El cansancio existencial del protagonista, el peso de la culpa por haber creado a Darth Vader, sigue ahí como motor de un relato que vuelve a exprimir la idea del rescate/huida de una nave-prisión cuya tripulación es más bien torpe a la hora de darle al gatillo. Impresionante la secuencia del interrogatorio de Reva a Leia, entiéndase la ironía. Y todo para dar información al público por vía oral, con una extraña incomodidad innecesaria. La más malvada del lugar levantando la voz a una niña esposada, dando puñetazos en la mesa enojada. ¡Qué agresividad! Ahí se va toda la fuerza. Torturar a una tierna infante -y una tumba muy particular que aparece en la fortaleza- dejan claro una vez más lo terrible que es el enemigo a abatir, cuyo líder icónico, con la potente voz de James Earl Jones, sigue subiendo el interés de la acción. Esta vez le vale con unos segundos irrumpiendo en escena para dejar claro quién es el que manda. Quizás sea el capítulo más ridículo, con los giros más gratuitos del arco argumental. Apenas 38 minutos de metraje. Largos no se hacen, intensos tampoco.