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Protagonistas de la serie. RC
Crítica de la serie de HBO y de Eva Longoria: 'Gordita', merengue, merengue

Crítica de la serie 'Gordita': merengue, merengue

Producida por Eva Longoria y Zoe Saldaña, la serie vuelve a la 'sitcom', un formato televisivo que parecía ya superado

Jueves, 30 de junio 2022, 07:52

No quiero ni imaginarme lo que hubiera sido tener que dejar mi país a los doce años. Ni siquiera puedo imaginarme el dejarlo ahora. Decir adiós a lo que conoces y sumergirte en una cultura nueva, en costumbres diferentes, en otro idioma. Eso si te ... vas a vivir a Noruega, claro; si emigras a Estados Unidos no te vas a extrañar tanto, que para eso llevan casi un siglo colonizándonos a través del cine y la televisión: sabemos más de caucus que del sistema D'Hondt, de Los Ángeles que de Almendralejo, de las penitenciarías norteamericanas que de las españolas. Y, desde que vimos a Olivia Pope en 'Scandal' y a Alicia Florrick en 'The Good Wife', estoy convencida de que ha aumentado el consumo doméstico de vino blanco a palo seco entre las mujeres que rondan los cuarenta. Hija, acompáñalo con un puñadico de almendras, por lo menos.

Pero, a pesar de que creemos que lo sabemos casi todo sobre los Estados Unidos, siempre hay diferencias culturales. Y son las que sufren los Castelli, una familia de dominicanos que, en los años ochenta, se trasladan a Miami, lugar donde el padre tiene una buena oferta de trabajo. No salen de su lugar de origen huyendo de la miseria o de la violencia, sino que desean mejorar su nivel de vida y residir en una casa enorme, con césped y piscina, esa casa que tantas veces hemos visto en películas y series. Solo quieren su trozo de pastel del sueño americano, aunque no va a ser tan fácil como ellos pensaban. Pero tampoco tan difícil, porque Claudia Forestieri, dominicana afincada en Miami que creó la serie a partir de sus propias vivencias, ha convertido algo tan complicado y duro como puede ser establecerse en otro lugar en un recuerdo dulce, luminoso y amable. Quizás demasiado amable, a pesar de que, de vez en cuando, haya algún toque de acidez.

La protagonista en acción. RC

A este carácter simpático de la serie contribuyen, y mucho, los personajes principales: un padre optimista, una madre vivaz y un tanto más realista (la maravillosa Diana María Riva), una hermana mayor que quiere integrarse a marchas forzadas en la sociedad norteamericana y una hermana pequeña, Cucu, a la que cariñosamente llamaban 'gordita' en República Dominicana, pero que aprenderá pronto que, en EE.UU., eso es un mote despectivo. Y ella, en lugar de atormentarse o acomplejarse, decide tirar de carisma, de soltura, de ilusión y de una confianza en sí misma a prueba bomba.

En la serie se mezclan el olor a café con el de las hamburguesas, el español con el inglés, la quinceañera latina con el baile de fin de curso del instituto y el merengue con el pop, y se aliña con colores flúor, calentadores, fotos de Reagan y pelos fritos: si los norteamericanos tienen su 'remember' ochentero con 'Stranger things', los latinos tienen lo propio con 'Gordita Chronicles'.

Producida por Eva Longoria y Zoe Saldaña, la serie vuelve a la 'sitcom', un formato televisivo que parecía ya superado. Será por eso por lo que da la sensación de algo ya visto, y que lo único que nos aporta es pasar un rato agradable (algo que, por otro lado, no es poco). Sus capítulos autoconclusivos están narrados desde el punto de vista de una Coco ya adulta, como sucede en 'Aquellos maravillosos años', y el título de cada episodio hace referencia a las diferentes situaciones a las que los Castelli se irán enfrentando en este intento de adaptarse a su nuevo país: 'En EE.UU. se habla como es debido' (refiriéndose a 'Only English', la campaña que en los ochenta consiguió que se cambiara la constitución estatal para que se reconociera al inglés como el único idioma oficial y se impidiera hablar español en las escuelas de Miami), 'En EE.UU. todo tiene un precio' o 'En EE.UU. se es valiente'. Y el racismo de baja intensidad, las primeras decepciones, los problemas de la adolescencia, la competitividad, las dificultades económicas y los choques culturales son resueltos con gracia, cariño y un puntito de orgullo latino. Y, si no, se ponen a bailar un merengue, merengue. Ojalá la vida se resolviera a golpe de cadera.

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