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No, 'The Last of Us' no es 'The Walking Dead' ni nada que se le parezca. A la tercera va la vencida, como se suele decir. Tras ver su última entrega, emotiva a rabiar, no hay atisbo de duda sobre la naturaleza e intenciones de ... uno de los estrenos de la temporada. La cacareada producción de HBO Max basada en el popular videojuego se sale, dramáticamente, de los cánones del género, al menos en televisión. El final del segundo capítulo dejaba la aventura en alto, con la muerte heroica de un personaje con el cual ya empatizábamos. Un sacrificio épico, autoinmolándose en manos de una muchedumbre de infectados -a diferencia del juego, donde el enemigo es un escuadrón de FEDRA, la Agencia Federal de Respuesta a Desastres que pretende implantar un nuevo orden mundial-. La presentación de los chasqueadores daba pie a una buena escena de tensión y terror, pero la historia continúa con un nuevo episodio donde los humanos controlados por el hongo letal apenas asoman la cabeza -nota alta para el maquillaje, por cierto-, concentrándose la acción, gracias a varios saltos en el tiempo, en un relato autoconclusivo que describe el encuentro y posterior relación afectiva entre dos supervivientes a la catástrofe que se cruzan en el camino. Ambos pasan los años en una vivienda fortificada, rodeada de alambre, donde son ajenos al apocalipsis e intentan llevar una vida normal, con el dilema ético de la defensa a ultranza de la propiedad privada sobre la mesa. En EE.UU. llevar armas es tan normal como aquí no llevarlas, ya lo sabemos, y el tema sigue invitando a una reflexión ligada a nuestra actualidad.
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El encargado de dirigir este delicado episodio es Peter Hoar, siendo su elección una sabia decisión por parte de la producción ejecutiva. Ya nos dejó con el corazón encogido con la recomendable miniserie británica 'It´s a Sin', donde retrataba los años 80 devastados por el SIDA. La sensibilidad que mostró con una temática tan emotiva es extrapolable a su trabajo en 'The Last of Us'. Alienta una mirada sin prejuicios en un tercer capítulo, sin apenas acción, que ha terminado de embriagar a la audiencia, rendida a los pies del drama. Comienza su andadura con Ellie y Joel retomando la marcha tras la pérdida de Tess. Están solos en el camino, con mucho trayecto por delante. La adolescente es la primera vez que está en un bosque. Disfruta de cada pequeño detalle de su salida al exterior mientras esquiva el paternalismo de su acompañante. Rehuye de sus formas. Es dura de pelear, bromea con la situación tremendista y no se deja amedrentar por lo que ve, no es una niña atolondrada, pero a veces le supera el entusiasmo y cierta valentía impostada. Todavía apenas ha surgido la complicidad que caracteriza la relación excepcional entre ambos roles principales, pero se van asentando las bases.
El videojuego de partida ya era muy cinematográfico. Los responsables de la versión en carne y hueso han tirado por ahí y han decidido, con olfato, no intentar «replicar» el lenguaje del medio, visualmente, como en otras adaptaciones, una decisión bastante inteligente teniendo el formato serializado entre las manos. Aparte, 'The Last of Us' destila bien el subgénero, cabe subrayarlo, apostando por una narración pausada cuando toca, permitiéndose el lujo de focalizar la atención en un flashback, como es el caso de su última entrega, donde, además de contar una bonita historia de amor ante la adversidad, el guion no deja de aportar información interesante al conjunto. Sin duda, la versión en live action está meditada. Han cambiado, respecto a la materia prima, algunos detalles que no molestan y ayudan a un mejor empleo del lenguaje audiovisual. Se ha adelantado el tiempo donde transcurre el caos pandémico -diez años antes, en la actualidad, y no en 2033- y el hongo también crece bajo tierra, como si fueran cables, conectándose a través del suelo con los huéspedes humanos desde kilómetros a la redonda, como una menta única. La enfermedad contagiosa se expande en una red controladora que multiplica la angustia ante la amenaza. Los infectados van todos a una, con lo cual es más complicado pararles los pies. El foco de contagio primigenio parece ser una fábrica de harina en Yakarta, algo que el juego no confirmaba. Además, no hay esporas flotando en el ambiente, una decisión algo polémica en el salto a la serie que ya parece haberse olvidado. Tener que ver frecuentemente al reparto con máscaras de gas no es muy cinematográfico, sobre todo de cara a las interpretaciones.
De nuevo la elección expresa del casting es llamativa en esta tercera entrega de obligado visionado. La historia de Bill y Frank la protagonizan Nick Offerman y Murray Bartlett respectivamente. Al primero hemos podido verle en la sugestiva 'Devs' o 'Parks and Recreation', mientras el segundo es el genial director de hotel de la primera temporada de 'The White Lotus'. Ambos actores cumplen con creces dando vida a los personajes, concentrando en el tiempo una relación que traspasa la pantalla en un solo capítulo. Ya estamos muy dentro de 'The Last of Us', a la espera de más sorpresas.
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