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Cristobal Balenciaga (1895-1972) oculto tras una cortina que entreabre para espiar nervioso la marcha del desfile. Es una imagen que se repite en la serie y que Disney Plus ha convertido con buen criterio en el póster. Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose ... Mari Goenaga nos invitan a descubrir a la persona oculta tras el mito. Treinta años de carrera condensados en seis episodios de una hora que estrena este viernes la plataforma y que configuran un retrato poco complaciente del genio de la alta costura, al que en pocas ocasiones vemos feliz.
Si hay un 'carácter vasco', entendido como la falta de exteriorización de los sentimientos, los autores de 'Loreak' y 'Handia' han sido especialistas en desarrollarlo en su cine. Su primera y ambiciosa serie de ficción, que llega completa a la plataforma, prosigue en ese estudio de personajes que sufren 'hacia dentro'. Obsesivo, detallista y perfeccionista, el Balenciaga encarnado por Alberto San Juan vivió para su trabajo hasta que entendió que la época que le tocaba ya no era la suya y quemó sus naves. Esquivo e inseguro, rehuyó la prensa y el glamour mundano. Si su rival en la cumbre, Christian Dior, era un gran relaciones públicas con visión comercial, enseña la serie, el de Getaria se enrocó en su papel de artesano reacio a los cambios.
'Cristóbal Balenciaga' arranca en 1937. «El hijo de un pescador y una costurera de Getaria se traslada a París, meca de la alta costura, dispuesto a convertirse en uno de los grandes maestros», ilustran los títulos de crédito. El paseo de una modelo a cámara lenta por los salones vacíos de la Maison Balenciaga se acompaña con la suntuosa, riquísima, deslumbrante partitura de Alberto Iglesias. Pocas veces la música tiene tanta importancia en una serie, hilvanando flecos, remendando las faltas de una ficción que se diría con ánimo documental, a la que le sobran los componentes más didácticos del guion y le falta pasión y turbulencia.
Coco Chanel murió en 1971 en una suite del Ritz y su funeral se celebró en La Madeleine. Los directores donostiarras imaginan que una periodista inglesa convence a Balenciaga a la salida de la iglesia para que le conceda una entrevista en su casa del Monte Igueldo. Saltaremos del francés al castellano, del inglés al euskera, que Cristóbal hablaba con su ama cuando regresaba a San Sebastián. Conoceremos a dos personajes clave en su vida: su pareja y socio Wladzio D'Attainville (Thomas Coumans) y el empresario republicano que le sufragó, Nicolás Bizkarrondo (Josean Bengoetxea). Si Coco Chanel se muestra en un inicio condescendiente con el recién llegado por su falta de originalidad, en poco tiempo reconocerá el genio de un auténtico 'couturier'. Ya Paul Thomas Anderson en 'El hilo invisible', inspirada en Balenciaga, nos había enseñado que cada vestido se construye desde el primer pespunte, que no hay maestría sin técnica. Aquel niño costurero que cosía a las ricas que veraneaban en Getaria modelos copiados era el único capaz de agarrar aguja e hilo en todas las fases del proceso. «Hacía cirugía estética con las mujeres, el resto solo somos diseñadores de moda», alaba Coco Chanel en la serie.
A Alberto San Juan, que brega con abundantes diálogos en francés y euskera getariarra sin hablarlo en la vida real, le toca el difícil cometido de intentar resquebrajar el hermetismo de un obseso del control. Pragmático, Balenciaga no cerró durante la Ocupación de París y vistió a las amantes de los jerarcas nazis. «Yo soy apolítico. La alta costura siempre ha estado al servicio de las clases dominantes», justifica en una de esas líneas de guion demasiado explicativas. Tampoco le importó estar en los armarios de las señoronas del régimen franquista, ni diseñar el vestido de novia de la reina Fabiola de Bélgica (Belén Cuesta).
Los autores de 'La trinchera infinita' intercalan en alguna ocasión imágenes documentales y conciben los desfiles de las colecciones como ballets, mecidos por la magnética música de Alberto Iglesias. Resulta ímprobo el trabajo de la diseñadora de vestuario Bina Daigeler, nominada al Oscar por el 'Mulán' de acción real, y el figurinista Pepo Ruiz Dorado, reproduciendo modelos de Balenciaga que son historia de la moda. El esfuerzo de producción no quita para que en una serie de época se eche de menos más presupuesto para recrear el glamour de la época.
El hombre que llegó a encargar su propio tejido, el 'gazar', en su búsqueda de la perfección absoluta, vivió su homosexualidad con la misma discreción que el resto de su vida. Algunos de los momentos más brillantes de la serie tienen que ver con la humillación del protagonista en la frontera, con la atracción que sentía por Hubert de Givenchy y con la muerte de Wladzio, uno de los escasísimos momentos en los que Alberto San Juan puede romper el caparazón de su personaje.
Cruel paradoja: cuanto más solo se quedaba, mejor le iba a Cristobal Balenciaga, que no quiso adaptarse a la era del prêt-à-porter, donde ya no tenía cabida la precisión enfermiza de cada puntada. Arregi, Garaño y Goenaga confeccionan una serie sobre un hombre condenado a sufrir una dimensión mística de su trabajo.
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