Secciones
Servicios
Destacamos
Tal como sucede en la primera escena de 'Vasil', la directora Avelina Prat recibió un buen día una llamada de su padre para contarle que tenía un búlgaro en casa. El hombre, al que no llegó a conocer, había aparecido por el club de bridge ... que frecuentaba una amiga y al final había terminado durmiendo en la casa de su padre, que durante unos días combatió de esta manera su soledad.
Formada como script en más de treinta películas al lado de directores como Fernando Trueba y Cesc Gay, arquitecta y reconocida cortometrajista, Prat salta al largo con una encantadora fábula que arrebató en la Seminci de Valladolid, donde sus protagonistas, Karra Elejalde e Ivan Barnev, se llevaron merecidamente el premio al mejor actor ex aequo. Isabel Coixet, tutora del proyecto en la SGAE cuando era un guion, se ofreció a dirigirlo si ella no se animaba y se ha convertido en la principal valedora del filme.
Apenas hora y media, lo que deberían durar muchas cintas alargadas hasta la extenuación, le bastan a la directora valenciana para contar una historia de incomunicación, solidaridad y soledades compartidas. Karra Elejalde, contenido, impecable, encarna a un arquitecto jubilado que solo ve a su hija (Alexandra Jiménez) un día a la semana en el que quedan para comer. Un hombre triste, lacónico, metódico, estricto, tan falto de ilusión que todavía no ha desembalado cajas de la última mudanza hace diez años. Con todo, un buen tipo que acoge sin preguntar al recién llegado (Ivan Barnev), con el que apenas puede cruzar unas palabras en inglés. Un hombre educado, digno, solícito, y un maestro en el bridge y el ajedrez, al que se rifan en el rígido club para ganar todas las partidas.
'Vasil' transcurre a un ritmo moroso, acorde con la Valencia que retrata Avelina Prat, una ciudad de provincias detenida un poco en el tiempo. Esta es una de esas raras películas españolas en las que sus protagonistas leen libros y periódicos, escriben cartas, escuchan a Monteverdi, charlan en cafés y pasean por parques. Una historia de gente civilizada a la que une la cultura. La crítica social está ahí, en unos servicios sociales que ponen mil trabas burocráticas, pero el tono estaría más cerca del cine de Aki Kaurismaki –salvando las distancias– que de un cine social a lo Ken Loach. Este también es un filme en el que todos los personajes viven solos, sin que hagan falta coartadas de guion para explicar su soledad. Más cerca del cuento de hadas que del crudo relato costumbrista.
«Buscábamos estar entre el realismo y la fábula», admitió la directora en la Seminci. «Los personajes son muy reales, muy humanos. No queríamos estereotipos, buscábamos representar gente con la que te pudieras identificar. Además, con ese pequeño aire de fábula entiendo una manera personal de contar historias. Como nunca conocí al emigrante que acogió mi padre me he permitido escribir todo lo que salía de mi imaginación».
Jamás llegaremos a conocer del todo a Vasil, que quiere traer a España a su hija desde Bulgaria y que sueña con las Islas Canarias, bajo cuyas aguas la leyenda cuenta que se oculta la mítica Atlántida. Un tipo que todo lo hace bien, desde cocinar platos griegos a arreglar un grifo, y que pone patas arriba la vida rutinaria del protagonista y el rígido y clasista club de bridge.
'Vasil' apuesta por la cultura como manera de hermanar nacionalidades y combatir la soledad. Nos muestra que existen diferentes tipos de emigración y defiende la tolerancia sobre todas las cosas. Una de las grandes lecciones de esta película pequeñita y valiosa coincide con la moraleja del episodio de la serie 'Apagón' que dirige Isaki Lacuesta: a veces, tienen que venir de fuera para despertarnos a la vida.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La CHD inicia las obras para poder vaciar el embalse de El Tejo
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.