Mikel Gurrea, el cine como parábola

Un bosque de alcornoques, donde recogen el corcho para venderlo junto a un grupo de trabajadores con problemas de papeleo, es el escenario ideal para apuntalar una metáfora que toca todo tema espinoso imaginable pegado a nuestra realidad: el capitalismo devorador, el racismo abrasador, el amor romántico, el clasismo demoledor… Responsable también del guion del filme, enseguida “vio que sería una película de dos , de una forma muy rigurosa, una película de 50% de ella, 50% de él. La película estaba en el baile entre esos dos puntos de vista”. Y así es. La química entre Luego y López es evidente, echan el resto dando cuerpo a sus respectivos roles, condenados a entenderse o todo lo contrario, en un marco de incomprensión in crescendo que acaba explotando, con una tensión soterrada constante. El resto del reparto, no necesariamente profesional, aporta cierto toque documental que la va muy bien al conjunto.

La ópera prima de Gurrea, quien estudió Comunicación Audiovisual en la Universitat Pompeu Fabra, está rodada en catalán, castellano árabe y francés : “Ese, como dirían en catalán, ‘poti-poti’ de idiomas, también ayuda mucho a estar situado o desorientado, a generar vínculos”, explica el director vasco. “Al final también es una película que habla mucho de la incomunicación”.