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María Estévez
Los Ángeles
Viernes, 4 de noviembre 2022, 10:44
El bardo es un término budista que alude al limbo que experimenta una persona al morir, un momento de transición antes de reencarnarse. Esa misma sensación de renacimiento la vive el exiliado que emigra y regresa a su país, para descubrir que no es la ... misma persona que se marchó. Una metáfora que explora Alejandro González Iñárritu en su último filme 'Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades', que este viernes llega a la cartelera de forma limitada, antes de desembarcar en Netflix el 16 de diciembre. Es 'Bardo' una comedia nostálgica en el marco de un viaje épico. Una crónica de incertidumbres donde el protagonista, un reconocido periodista y documentalista mexicano, regresa a su país enfrentando su identidad, sus afectos familiares o la absurdidad de sus memorias, así como el pasado y la nueva realidad de su país. Técnicamente asombrosa -ha sido rodada en 65 milímetros-, Bardo se presenta llena de momentos audaces y a diferencia de sus trabajos anteriores es mucho más personal porque, igual que el protagonista de su nueva cinta, Iñárritu salió de México y se mudó a Los Ángeles con su familia cuando tenía casi 30 años. Ahora, a punto de cumplir 60 años, el cineasta ve cómo sus hijos forman sus identidades en un país que no es el suyo.
-¿Qué le llevó a rodar una cinta tan personal?
-No he hecho una película en siete años. Y la mayoría de las películas que he hecho han sido con los ojos abiertos, observando el mundo exterior. Sin embargo, para tratar de encontrar sentido a 'Bardo' hice esta película con los ojos cerrados, lo que significa que el viaje era hacia adentro. A partir de mis recuerdos y sueños, exploró los problemas que he enfrentado en mi vida: la identidad como inmigrante, el dolor y la mortalidad, el éxito. Quería hacer las paces con mi propia vida. He visto cómo los niños crecen, he perdido familiares, he asistido a bodas y he descubierto que aunque quiera volver a México, ya no pertenezco a México. Nuestra vida es una serie de acontecimientos que se viven con un sistema nervioso muy limitado. Somos un organismo que experimenta en su capacidad un sistema de creencias, de circunstancias emocionales, que se van transformando a medida que vamos creciendo, y que luego cambian los recuerdos. Trato de explorar mis sentimientos a través de la ficción porque la ficción busca una verdad superior. Se necesita ver la vida desde un tercer ojo para descubrir otra dimensión de esa comprensión limitada que tenemos. En cierto modo, la ficción revela, ilumina lo que la realidad esconde
-¿Cómo se siente al compartir algo tan personal con el público?
-Estrenar esta cinta me emociona y me da vértigo porque me hace sentirme vulnerable. Ver crecer a mis hijos en Estados Unidos me ha hecho pensar, porque es una rama del árbol que echa raíces lejos. Esa sensación de desplazamiento empezó a llenar mi alma, me ahogó. He querido acumular mis recuerdos, que es imposible porque son solo recuerdos, interpretándolos en la ficción. Esta cinta no es sobre mí, sino sobre el emigrante que regresa y descubre que ya no pertenece a ningún lugar, pero uso parte de mi experiencia para contarlo.
-Julio Cortázar dijo que algún día se escribiría mucho sobre el exilio latinoamericano. ¿Es este su capítulo personal sobre el tema?
-La película habla de ese reencuentro y desencuentro entre el personaje Silverio Gama que al regresar a su país se encuentra con ese viejo/nuevo amigo de algo que dejó que ya no es. De alguien que la gente cree que es, pero tampoco ya es. Toda ilusión lleva una decepción y al mismo tiempo una excitación sobre un reencuentro. Existen muchas paradojas cuando encontramos a viejos amigos que ya no son, pero son otra cosa. Eso es hermoso y es un reto. Siempre he dicho que no hay nadie más mexicano que el mexicano que deja el país. Te haces más mexicano en el momento que abandonas tu país. ¿Por qué? Porque cuando dejas tu país, se te acumulan las ausencias. La presencia de tu país se hace más poderosa a través de esa ausencia de todo lo que añoras y la nostalgia es una trampa y el humor es su remedio. Esta película la abordé desde la melancolía y desde el humor. No desde la tristeza, sino desde todo lo que conlleva ese absurdo de cómo nos vamos nosotros haciendo nuestras memorias que van cambiando conforme pasa el tiempo. Nosotros cambiamos física, mental e ideológicamente y esas memorias se transforman respecto al punto de vista que tenemos de ellas.
-¿Qué ha significado para usted regresar a trabajar a la Ciudad de México?
-Fue muy bello afrentar esta historia a nivel emocional y, por otro lado, el volver a trabajar en la ciudad de México, tener un equipo mexicano, fue para mí algo extraordinario porque he trabajado en muchos lados del mundo, pero la pasión, la entrega y la incondicionalidad que existe en cada uno de los miembros de un equipo mexicano no lo encuentras en ningún lado del mundo. No lo digo por mexicano, es algo que he hablado con muchos directores porque no se limitan a lo que dicen sus sindicatos, aquí se trabaja en equipo intentando conseguir el mejor resultado posible con integridad. Volver a trabajar en las calles de México ha sido un ejercicio difícil, por el reto, pero absolutamente maravilloso. Yo espero que los mexicanos entiendan mejor mi película porque es un paseo por nuestra consciencia.
-¿El Realismo Mágico, Juan Rulfo y Fellini fueron inspiración para su 'Bardo'?
-Mi homenaje a Rulfo es el momento en que Silverio Gama camina en el centro y se para en una esquina, las sombras aparecen y siente la presencia de sus espíritus a través de las sombras. Ese momento siempre fue 'Rulfiano' porque no sabes nunca si hay muertos o no, sientes una existencia, pero no su físico. Esta película es una suma, no de algo en particular, sino de este pozole que he tenido el privilegio de tener por mi curiosidad hacia la lectura. No solamente la literatura mexicana y latinoamericana, sino también la literatura mundial. Por la tradición literaria tan rica que tenemos los latinoamericanos, Rulfo y las poesías de Octavio Paz fueron cruciales. Paz está presente en la película. Nadie ha descrito más y mejor la esencia del mexicano que Paz en 'El Laberinto de Soledad'. Pero también me dejé influir por Jorge Luis Borges con 'el Aleph' o Julio Cortázar y su 'Cuento del Ajolote' o por supuesto García Márquez. Pero no solamente es realismo mágico, para mi es una literatura metafísica porque los latinoamericanos estamos muy acostumbrados a fragmentar el tiempo y el espacio. De cineastas te puedo decir que me inspiré en Buñuel o Jodorowsky, pero también te puedo hablar de Roy Anderson o Fellini, evidentemente, o Godard. Hay muchos de todos estos autores que de alguna forma nos han enseñado a mirar la realidad desde otra perspectiva
-¿Ha dejado atrás al realizador de 'Amores perros'?
-Yo empecé en 'Amores perros' tratando de capturar la realidad, porque era lo que me interesaba. Hoy no hay nada que me interese menos que la realidad. Porque ya me di cuenta a mi edad que la realidad no existe, es la que yo construyo en mi cabeza. Es la que yo quiero ver. No estoy negando la realidad, sino que acepto que mi percepción no es la única realidad. Esta película me permite a mi, ir más allá de esa realidad. No es la que imagino, temo o fantaseo, sino la realidad que necesito para sobrevivir. El arte nos permite imaginarnos el mundo que no tenemos, porque nuestro mundo no es perfecto. El arte nos permite la poesía, la pintura, la música, nos permite construir el mundo que necesitamos y que es el que me interesa en este momento.
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