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Qué lejano parece el verano de 2001, cuando 'The Fast & The Furious' se estrenó en nuestro país como 'A todo gas'. Costó 38 millones de dólares y recaudó más de 200. Su director, Rob Cohen, autor de 'Pánico en el túnel' y 'Dragonheart', leyó un ... artículo en la revista 'Vibe' que hablaba del submundo de las carreras callejeras en Los Ángeles y reclutó como asesores para la producción a dos fulanos que respiraban gasolina y sudaban aceite: Craig Lieberman, director de la NIRA (National Import Racing Association), y RJ De Vera, un legendario piloto que se dedicaba a la venta de coches de importación.
Cohen supo que era igual de importante el casting de actores que el de los automóviles que aparecían en pantalla. Los fanáticos del tuning de todo el mundo al fin veían reflejada su pasión en una película y se relamían de gusto al reconocer vehículos modificados para alcanzar hasta 500 caballos de potencia. Vin Diesel, un actor descubierto por Spielberg en 'Salvar al soldado Ryan' que también dirigía cine independiente, y Paul Walker, prototipo del guaperas californiano, fueron los protagonistas de un taquillazo que aquel verano recaudó más que la nueva versión de 'El planeta de los simios' a cargo de Tim Burton.
Veintidós años después, la saga 'Fast & Furious' estrena este 19 de mayo su décima entrega que –atención, espoiler– concluye con un 'cliffhanger' (una secuencia de tensión no resuelta) y una escena postcréditos, preludio de más capítulos. La magia de los efectos digitales logra que Paul Walker vuelva a conducir en un flashback, pero todos sabemos que el actor falleció en 2013 a los 40 años en un accidente de coche. Se había aficionado a las carreras gracias a las películas y aquel día había dejado al volante de su Porsche a un amigo e iba de copiloto.
En estas dos décadas, las películas de 'A todo gas' se han hecho cada vez más aparatosas y más internacionales. La décima transcurre entre Los Ángeles, Londres, Roma, Portugal, Río de Janeiro y la Antártida. Los protagonistas ya no son macarras, sino que parecen más bien superespías internacionales. La referencia al universo 007 no resulta gratuita, porque 'Fast & Furious' también ofrece escenas de acción increíbles, villanos excéntricos y gadgets imposibles.
Hace ya muchas entregas que la saga apostó por el exceso fantasioso en detrimento de la verosimilitud en las persecuciones, el plato fuerte que ansía la chavalada en el patio de butacas. En esta décima entrega, una bomba gigante esférica, como la roca que perseguía a Indiana Jones, recorre toda Roma camino del Vaticano. La madre de todas las persecuciones se reserva para el final, con protagonismo de coches, camiones, helicópteros, un avión y hasta un submarino. ¿Quién da más?
El francés Louis Leterrier, que ya demostró su pericia al volante en las dos 'Transporter', sabe que el público no espera un retrato psicológico de los personajes, sino neumáticos quemados y el más difícil todavía. Dominic Toretto (Vin Diesel) hará cualquier cosa por proteger a su hijo del villano encarnado por Jason Momoa, que quiere vengarse de la muerte de su padre en la quinta entrega, el barón del crimen al que daba vida Joaquim de Almeida. El protagonista de 'Aquaman' se lo pasa bomba con ropa hortera y actitud suicida a lo Joker. Mientras, Diesel suelta sentencias de autoayuda con su voz cavernosa.
Charlize Theron, Helen Mirren, Jason Statham y Rita Moreno aparecen de estrellas invitadas en esta entretenidísima e inofensiva fantasía, en la que Dom Toretto conduce un Dodge Charger Daytona eléctrico, Tyrese Gibson un Pagani de 7 millones de dólares, Charlize Theron un alucinante prototipo del DeLorean de 'Regreso al futuro' y Momoa el último modelo de Harley Davidson, la Pan America 2022, del mismo color que sus uñas.
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