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ILUSTRACIÓN: DANIEL CRESPO
Festivales de cine de Valladolid, San Sebastian, Valencia y Sevilla | ¿Quién gana y quién pierde en este juego?

En busca del mejor estreno: cuando los festivales de cine se contraprograman

En España la mayoría de los grandes certámenes cinematográficos se concentran en los tres últimos meses del año. Inevitablemente se solapan y también compiten por presentar en primicia películas. ¿Quién gana y quién pierde en este juego?

Martes, 25 de octubre 2022, 00:26

A día de hoy Javier Angulo y Eduardo Guillot, directores de la Seminci de Valladolid y de La Mostra de València respectivamente, están en pleno festival. Por su parte, José Luis Rebordinos, director del Zinemaldia, anda zanjando los últimos cabos sueltos tras su edición a finales de septiembre, y Elena Duque, programadora del Festival de Cine Europeo de Sevilla, ultima detalles antes de que inauguren el 4 de noviembre. El otoño en España es un no parar.

«El calendario del tercer trimestre es infernal, pero resulta muy complicado cambiar fechas cuando ya has acostumbrado a tu público», dice Guillot. Está la fidelidad y también los motivos estructurales: «Hasta que no pasa Cannes, en mayo, no se puede decir que se haya visto la cosecha de la temporada. Piensa que programar un festival es como escribir a los Reyes Magos y, en cuanto San Sebastián anuncia sus títulos, echas la carta al buzón», apunta Angulo.

La concentración de festivales de cine en España a finales de año implica una lucha por la visibilidad, por hacerse notar, pero también revela una contienda anterior: la de los estrenos. Para poder competir en las secciones oficiales de estos cuatro festivales -es algo que ocurre en muchos otros- las películas deben ser inéditas en España, es decir, no pueden haberse visto en una sala comercial ni en ningún certamen previo.

Llegada de Penélope Cruz en la pasada edición del Festival de San Sebastián / RC

En el caso de San Sebastián, al ser de clase A (el único español de este selecto grupo), la Federación Internacional de Asociaciones de Productores le exige que en dos de sus secciones las películas sean premieres mundiales o europeas, lo que reduce mucho las candidatas. «La exigencia de los estrenos crea un ecosistema muy competitivo, pero es parte del juego», reconoce Rebordinos. El cómputo total de estrenos, además, es un criterio que el ICAA tiene en cuenta para conceder sus ayudas públicas a la organización de estos eventos.

La bala del estreno

Ojeando el calendario de estas semanas, no es descabellado pensar que dos festivales españoles en autonomías distintas y con fechas similares se interesen por el mismo título. «Pasa con muchísima frecuencia», admite Guillot. Angulo lo explica con una imagen: «Todos pescamos casi siempre en las mismas aguas», de ahí que haya títulos que puedan interesar a varios, pero estreno nacional solo hay uno. Los responsables de cada película tienen que decidir a qué festival van y a cuáles renuncian.

En un momento en el que el cine de autor, el menos comercial, cada vez tiene menos salas y menos opciones de llegar al público, Elena Duque se fija en las pantallas que se pierden por el camino bajo esta dinámica. «Es una lógica que termina perjudicando a las películas, porque el hecho de estrenarse en un festival ya las 'quema' para el resto en ese país», dice. También cree que perjudica al público, «porque les priva de ver títulos que posiblemente sean muy difíciles de encontrar después. Se acaba programando como quien compra acciones de bolsa».

Sesión inaugural de la Mostra de Valencia. RC

Por su parte, Guillot también cree que esta política basada en lo nuevo «convierte la negociación por muchas de las películas en una auténtica batalla». En cuanto a qué criterios pueden convencer a una distribuidora, piensa que «a veces es cuestión de llegar primero. Otras, de saber seducirles». También apunta a esas relaciones establecidas desde hace muchos años: «Dicho de otro modo, sé perfectamente que una película irá a un festival español determinado en cuanto la compra una distribuidora concreta. Afortunadamente, cada vez están surgiendo más distribuidoras independientes en España que funcionan con criterios diferentes».

La película como acontecimiento

Que las ventanas de exhibición saltaron por los aires cuando las plataformas se establecieron es una frase mil veces repetidas, pero los festivales de cine siguen siendo la gran puerta de entrada, «sirven para poner las películas en el mundo», como dice Rebordinos. 'Blonde' se estrenó directamente en Netflix hace unas semanas, pero antes pasó por el Festival de Venecia. Es como si la plataforma despreciara la sala de cine pero quisiera aprovecharse del altavoz.

Entonces resulta evidente que el ansia por los estrenos está ahí, ¿pero cuál es la recompensa? «Un estreno es un acontecimiento», sentencia Javier Angulo, y explica que en este escenario tan saturado de títulos y de catálogos en constante renovación una premier puede ser un estímulo que consiga llevar al espectador hasta la sala de cine. «Además, hay que tener en cuenta que programar una película puede costar mucho dinero: traer al equipo, presentarla ante los medios, situarla un buen día y en un buen cine… Es una inversión. Por eso, el estreno, la visibilidad y la taquilla deben ir al festival que se la juega». Al hablar de exclusividad y cláusulas, menciona lo ocurrido este año en la Seminci con 'La manzana de oro', película dirigida por Jaime Chávarri que fue retirada de la Sección Oficial por tener un pase previo en el Festival de Ourense, «pero es que las reglas están para cumplirlas», añade.

Una de las proyecciones de la Seminci de Valladolid. RC

Al margen de estos casos puntuales, poder elegir o que te elijan, no nos engañemos, depende del presupuesto y del prestigio. «Si no tienes cierto poder y buscas estrenos, al final te vas a quedar con lo que previamente ha rechazado todo el mundo», explica Guillot. «Hay pequeños festivales por toda España que se nutren de películas ya estrenadas en otros certámenes y pueden hacer gala de una programación magnífica». Elena Duque tiene experiencia como programadora en este otro circuito, donde se siente más libre. «Allí te puedes centrar más en el trabajo con los propios cineastas y la comprensión de su obra en su totalidad, cosas que encuentro muy enriquecedoras. Lo otro, lo mayoritario, forma parte de esta idea del crecimiento constante e infinito que lo convierte todo en una carrera en lugar de una colaboración. Creo que eso no favorece en ningún caso a la cultura».

A este respecto, José Luis Rebordinos, que lidia con un reglamento muy exigente, piensa que los tiempos están cambiando. «Me parece que las premieres ya no tienen tanto interés. Ahora los distribuidores y las productoras lo que buscan es hacer circuitos. Cada vez somos más importantes en la labor de prescripción porque cada vez hay más películas y más caos informativo». En eso coincide Duque, pero matiza que «no se trata simplemente de recomendar contenido, hablaría de una labor de mediación». Un cuidado y un acompañamiento importantes, especialmente si se trata de un cine «frágil», como dice ella, al que no le sobran las oportunidades de encontrarse con el público.

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