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Joana Serra
Berlín
Domingo, 25 de febrero 2024, 09:32
La Berlinale repartió sus premios principales entre dos filmes que saltan del colonialismo al desarraigo: el Oso de Oro fue para la franco-senegalesa 'Dahomey', de la directora Mati Diop, una película en formato de falso documental que recorre la restitución de 26 obras de ... arte desde París a Benín. Y el Oso de Plata al mejor director fue para el dominicano Nelson Carlos de los Santos Arias por su fascinante historia del hipopótamo fantasmal 'Pepe'. En la primera, la narración corresponde a una de esas piezas que retorna a África desde el expolio; en la segunda, la voz corresponde al animal fugado del zoo del patrón de la droga colombiana, Pablo Escobar. El jurado presidido por la actriz keniano-mexicana Lupita Nyong'o, con el director alemán Christoph Petzold y el español Albert Serra en su equipo, premió así estas dos formas de cine radical entre los 20 filmes seleccionados para su competición oficial.
También radical era 'L'Empire', de Bruno Dumont, que obtuvo el Premio del Jurado con un filme que juega a la ciencia ficción y convierte la parisina Notre Dame en una nave espacial. Menos arriesgado fue el Gran Premio Especial del Jurado para el coreano Hong Sangsoo, un habitual del festival alemán, que presentó su nuevo ejercicio de minimalismo titulado 'A traveler's needs' e interpretado por Isabelle Huppert.
El resto del palmarés incluyó al cine anfitrión a través de 'Sterben', del alemán Matthias Glasner, Oso de Plata al mejor guión; dio a la británica Emily Watson otra Plata como actriz de reparto por su cruel monja de 'Small things like these'; y el correspondiente al mejor protagonista al estadounidense Sebastian Stan por 'A different man'. La austriaca 'Des teufels bad', un magnífico filme sobre los estragos del fanatismo religioso en la Austria de 1750, ganó la siguiente plata para su impactante fotografía.
Pero el mensaje más político del festival se fue a Gaza. Fueron varios los miembros del jurado o premiados con los Osos quienes pidieron desde el escenario un alto el fuego inmediato. Y, en lo que concierne al palmarés, recibió el premio al mejor documental 'No other land', del duo israelí-palestino Yuval Abraham y Basel Adra. Se trata de una dura denuncia de la demolición de poblaciones palestinas de Cisjordania por Israel. El galardón plasmó la apuesta política de la Berlinale, especialmente destacable por ser Alemania un país donde, por responsabilidad histórica, su clase política evita criticar al gobierno israelí.
No fue el único alegato por Gaza sobre el escenario: la directora brasileña Juliana Rojas reclamó el alto el fuego al recoger su premio a la mejor dirección por 'Cidade, Campo', de la sección Encounters. Y el equipo entero de 'Direct Action', de Guillaume Cailleau, subió al escenario con el pañuelo palestino para recibir el de mejor filme de esa misma sección, dedicada a los nuevos lenguajes del cine.
No había películas españolas entre las 20 aspirantes a los Osos. Pero sí se colaron en el palmarés del festival dos producciones procedentes de la península, ambas dirigidas por mujeres. Fueron Anna Cornudella, cuyo film 'The Human Hibernation' ganó el premio de la crítica internacional Fipresci, mientras que la producción hispano-costarricense 'Memorias de un cuerpo que arde', de Antonella Sudasassi, ganó el premio del público de la sección Panorama.
Sin estar en la sección oficial, sino en las paralelas, perpetuaron el buen balance dejado en 2022 -con el Oro a 'Alcarràs', de Carla Simón- y en 2023 -con la Plata a la actriz Sofía Otero por '20.000 especies de abejas'-.
'The Human Hibernation' se exhibía en la sección Forum, destinada al cine experimental. Plantea la posibilidad de una hibernación humana por efecto del cambio climático. La costarricense Sudasassi reflexiona sobre la mujer y su liberación sexual, a través de tres personajes femeninos.
A la iraní 'My favorite cake', proyectada en ausencia de sus directores, Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha, por imperativos del régimen de Teherán, se le reservó el Fipresci correspondiente a la sección oficial, así como el premio del jurado ecuménico. Era la favorita de las quinielas, pero finalmente solo obtuvo galardones de estos jurados independientes.
La presente Berlinale cierra el ciclo de cuatro años bajo la dirección colegiada del italiano Carlo Chatrian y la neerlandesa Mariette Rissenbeek, a los que relevará la estadounidense Tricia Tutlle. Su gestión quedó marcada en su primer año por las restricciones por la pandemia y termina salpicada decríticas. En ese periodo el festival alemán ha perdido relevancia y visibilidad mediática frente a sus grandes rivales europeas, Cannes y Venecia.
También ha perdido algo de lo que fue su señal de identidad, el sello de festival popular. A diferencia del elitista festival francés, Berlín pone a la venta entradas para todas sus galas -unas 300.0000-. Las salas siguen llenándose, pero se critica que se haya suprimido la venta en taquilla de las localidades, ya que ahora solo pueden adquirirse online. Ello margina a quienes no dominan la dura competición por hacerse con las más preciadas -que se agotan en minutos-. Elimina, además ese «espacio de encuentro» que formaban los que guardaban cola ante la taquilla, algunos de ellos con sus termos de café, lo que daba aire de «normalidad ciudadana» a los diez días de vida del festival.
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