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«A veces la verdad no es suficiente», reza con desconcertante acierto la frase promocional principal de 'Blanquita', una muestra audaz de cine social que también es un duro drama y un intenso thriller. «Dato no mata relato», como se dice ahora. La realidad va ... por un lado y lo que cada cual quiera creer e interpretar por otro, independientemente de la veracidad de la información. Este es uno de los temas espinosos que atraviesa esta recomendable película chilena que retrata a una sociedad en descomposición donde no siempre caben las segundas oportunidades, y si lo hacen puede tener un alto precio. La protagonista, interpretada con una certeza impecable por la joven Laura López ('La noche mágica', 'Nada será igual'), es puesta en la picota tras denunciar abusos sexuales. Su testimonio se pone en entredicho. Quizás, como víctima, tampoco está siendo del todo sincera. De lo contrario, los culpables del desagravio, como tristemente sigue ocurriendo en demasiadas ocasiones a día de hoy, pueden eludir la cárcel. El filme de Fernando Guzzoni ('Carme de perro'), quien se maneja con nota en la narrativa, a pesar de la dificultad de lo que expone, ahorrándose artificios, se basa en un caso penal real que conmocionó a Chile a comienzos del siglo XXI. Una chica de una casa de acogida señala la violación de menores en orgías sexuales organizadas por gente pudiente. El escándalo puede cargarse la carrera política de más de un acusado, pero los poderes fácticos entran en acción, con la sombra de la poderosa influencia de la contradictoria religión en estos denunciables sucesos, generalmente complicados de esclarecer cuando hay conflictos de intereses y personas con mucho dinero de por medio.
'Blanquita' no es explícita, afortunadamente, en los pasajes escabrosos, aunque escuchar hechos deplorables en palabras de la protagonista y sus compañeros es igualmente descorazonador. El filme es oscuro e incómodo, complejo en su estructura, lo que cuenta es insultante para todo ser vivo con alma y corazón. Desgraciadamente, forma parte de nuestros días. Los culpables no siempre pagan por sus pecados y la víctima puede sufrir su trauma y dolor por partida doble, o triple, en un duro proceso judicial donde se cruzan verdades y mentiras. La impotencia nos atrapa en algunos momentos de la historia, contada con una medida puesta en escena que deleita al espectador con algunos encuadres tan aparentemente simples como cargados de significancia. Destapar una red de prostitución infantil es más difícil de lo que parece, lo tiene claro el cura que acompaña a Blanquita en todo momento -interpretado por Alejandro Goic ('1976')-, máxime si el principal sospechoso es un empresario que apoya a quien le interesa en campañas políticas. El mismo ricachón que da suculentas donaciones a la iglesia. Estamos ante una tragedia inspirada en una noticia auténtica, que pone el dedo en la llaga en problemas actuales que enturbian nuestra sociedad. Los límites de la moralidad, la verdad, la redención, el amor, el clasismo, la impunidad, la corrupción y los medios de comunicación son puestos en tela de juicio en una propuesta premiada en el pasado Festival de Cine Iberomericano de Huelva. Se estrenó internacionalmente en la Mostra Internacional de Cine de Venecia el pasado año, donde obtuvo el Premio al Mejor Guion, además de representar a Chile en los Oscars.
Creíble y directa, 'Blanquita', de ritmo especialmente destacable en una producción de estas características, se preocupa por un tema candente y señala la gravedad de la falta de ética que se aferra a la realidad manipulable en la cual vivimos, donde un político ya condenado como depredador sexual, un tal Trump, se permite el lujo de afirmar, sin tapujos, que tamaña ofensa le va a dar más votos, y puede que tenga razón. La verdad ya no importa, se puede moldear según los intereses de cada cual, algo estremecedor en los tiempos que corren. Hay diferentes maneras de contarla y de concebirla. Ya no es suficiente.
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