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«Yo no miento nunca», responde Antonio Resines a la pregunta de cuál es la mentira más gorda que ha contado. «Pero mira te voy a decir una: que me encanta hacer entrevistas en 'junket' con todos los medios. Me gusta más que follar», suelta entre risas, después de haber estado tachando en una hoja los nombres de los periodistas que ya le han entrevistado o que se han caído de la jornada de promoción. Y es que el actor ha tenido que mentir, y mucho, en 'Un lío de millones', la película que acaba de llegar a las salas de cine. En ella da vida a Agustín, un hombre preocupado por la dependencia emocional que su esposa Bego, a la que encarna Gracia Olayo, tiene de sus hijos.
«Bego es una ama de casa común y reconocible en nuestra sociedad con un síndrome del nido vacío importante», describe la actriz. Su hija trabaja en un despacho de arquitectura y su hijo, un terrible cocinero, tiene un puesto de comida rápida en un mercado. Eso sí, ninguno de los dos parece tener tiempo para su madre, a la que ni llaman por teléfono ni van a visitar, ni siquiera cuando ha preparado un almuerzo con motivo del cumpleaños de uno de ellos. Así que a Agustín se le ocurre un plan: decirles que les ha tocado la lotería. Los hijos, a los que dan vida Clara Lago y Alberto Olmo, picarán y cambiarán por completo de actitud para ver si rascan algo. «A partir de la propuesta de su marido, que es una locura, Bego se embarca en una historia que da un vuelco a su vida y les produce a los dos una catarsis matrimonial», cuenta Olayo sobre esta simpática comedia que adapta la película francesa 'Mis queridísimos hijos', de Alexandra Leclère.
Detrás de la cinta está Susan Bejar, que debuta como directora con un guion que ha escrito a cuatro manos junto a Ángela Armero. Olayo, de 67 años, y Resines, de 70, son los protagonistas casi absolutos del largometraje, algo que, reconoce Olayo, «no suele suceder». «A mí –cuenta Resines– me mandaron el guion y me dijeron que estaba basada en una película francesa que no he visto. Lo leí y me pareció que estaba muy bien. Esto fue en verano de 2023 y en siete u ocho meses se montó, que fue cuando me dijeron que la iba a dirigir una de las guionistas».
Bejar ha pasado con nota el examen de dirigir su primera película. «Tenía nervios y, como todos cuando empezamos, ha ido adquiriendo conocimientos, pero también tenía muy claras ciertas cosas y sabía exáctamente cómo tenía que ser la comedia, cuál debía ser el tono», comenta Olayo. «Es que dirigir una película es muy complicado, exige un nivel de concentración altísimo y es agotador, pero como ella había escrito el guion iba muy enfocada», subraya Resines acerca del rodaje de una cinta «positiva» que concluye con varias tomas falsas donde se puede ver el legendario nervio del actor, que en varias ocasiones dice aquello de «no paréis que repetimos toma» para acabar cuanto antes y evitar la infinita espera que es el rodaje de una película.
Cabe preguntarle a Olayo, ¿cómo es trabajar con alguien que tiene tanta prisa? «Pues es un handicap y una ventaja porque por un lado es un poco cascarrabias pero por el otro pone al equipo a tope, hay ritmo», responde. «Me pasa siempre. El tiempo es oro. Cuanto menos tardemos en hacer una cosa, más dinero ganamos todos. También me pasa con los 'junkets'», lanza Resines la indirecta. Por suerte, un contador señala que aún quedan un par de minutos de entrevista.
–¿El dinero da la felicidad?
–Antonio Resines: Absolutamente... donde esté el dinero...
–Gracia Olayo: Ayuda y da felicidad, pero no toda.
–A. R: Toda no, venga vale. Pero yo acabo aquí y en vez de hacer otra gilipollez que hacemos de estas, me voy a comer a Zalacain porque me sale de los huevos. A mí eso me da la felicidad.
-¿Cómo se imaginan la vida de millonario?
-Antonio Resines: Muy parecida a la mía (risas).
-Gracia Olayo: Yo estaría calladita, calladita y no se me notaría nada para que no me dieran el coñazo.
-Antonio Resines: Yo cuando empezaba 'La resistencia' dije aquello de que tenía entre diez y doce millones en el banco. Claro, no sabía que el programa se iba a volver tan famoso. Y me llamaron y me dijeron: '¿Tú eres gilipollas? Primero, no los tienes y segundo es que un día te van a secuestrar'.
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