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Las cosas que no haces te definen más que las que haces. No he visto a Marion Cotillard interpretando a Juana de Arco ni he ido al concierto de los Stones. Por no ir, no he ido ni a la playa, que la tengo aquí ... al lado. Una mindundi soy. Y una vaga, que también.
Tampoco he asistido a la boda de Britney Spears. Ni estaba ni se me esperaba, obvio. Ellas sí: ahí aparecen Donatella Versace, Paris Hilton, Madonna, Selena Gómez y Drew Barrymore, rodeando a la novia mientras posan para la foto. Jefazas todas. Son las nuevas folklóricas, que cada época tiene su copla. Y que no se había visto a tanta diva junta desde que Nati Mistral, Imperio Argentina, Rocío Jurado, Juanita Reina y María Vidal presentaron 'Azabache' en la Expo 92, con esos cardados atómicos y esas gafas de sol pantalla total, desmesuradas y exageradas como ellas.
Desde nuestra cotidianidad discreta y aburrida, siempre nos ha fascinado el exceso en los demás, especialmente en estas mujeres hiperbólicas, tan fieras, tan echadas para delante, tan de ponerse el mundo por peineta. Pero, con el tiempo, nos hemos enterando de que eran menos libres de lo que parecían: al bajarse del escenario en el que reinaban, muchas se veían sometidas al yugo de una industria explotadora, de un padre controlador, de una pareja aprovechada o de una patulea de hermanos, sobrinos y demás adosados a los que había que dar de comer. Y ellas, las ex niñas prodigio y las piedras duras de Chipiona (o de cualquier otro lugar), aguantaban carros y carretas a cambio de fama, vítores y aplausos, sostenidas por un público que las mantenía en pie cuando no tenían fuerzas. No sé si compensa. Casi que no me arrepiento de ser una mindundi. Los focos, hacia sus personas.
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