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cristian reino y Paula De las Heras
Barcelona | Madrid
Viernes, 6 de mayo 2022, 13:42
El presidente del Gobierno y el de la Generalitat rompieron este viernes el hielo con una breve conversación en Barcelona, casi tres semanas después de que estallara el caso de espionaje, que afecta a una sesentena de independentistas, y el día después de que la ... propia directora del CNI reconociera en la comisión de secretos oficiales que la inteligencia española intervino, con autorización judicial, el móvil de Pere Aragonès.
Sánchez y Aragonès apenas hablaron cuatro minutos, mientras esperaban a la puerta de un hotel de Barcelona a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, galardonada por el Círculo de Economía. Fue el tiempo justo para que el jefe del Ejecutivo catalán trasladará al presidente español que la «situación es muy grave» y que hace falta «verse cara a cara». Al final del acto, la Moncloa hizo público un comunicado, en el que confirmaba que ambos dirigentes se «emplazaron a concertar una reunión» para «resolver la situación».
Sánchez accedía así a una de las exigencias del presidente de la Generalitat. Fuentes del Palau de la Generalitat, no obstante, se mostraban escépticas respecto a las intenciones del Gobierno y afirmaron que la situación «no cambia» mientras no se concrete el encuentro. El Ejecutivo central ha dado algunos pasos para intentar reconducir esta crisis, pero de momento no lo ha conseguido, más bien podría decirse que la tensión está en su punto álgido, ya que al enfrentamiento de la Moncloa con los independentistas, hay que añadirle la pugna interna en la parte socialista del Gobierno, el encontronazo con sus socios de Unidas Podemos y el PP, desde fuera, pidiendo elecciones.
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En estos momentos, las relaciones entre el Gobierno central y el Govern, entre el PSOE y ERC, están bajo mínimos. Esquerra intentó la semana pasada tumbar el decreto anticrisis del Ejecutivo y amenaza con hacerlo con próximos decretos y leyes del Gobierno. Antes de su breve encuentro con Sánchez, Aragonès alertó en Catalunya Ràdio de que la confianza con el Ejecutivo central está rota y que las relaciones se están «degradando» a pasos agigantados. «Es evidente que lo que está pasando aleja la estabilidad» de la legislatura española, advirtió. Un mensaje similar al que ya lanzó Gabriel Rufián, cuando avisó a Sánchez que se está «cargando» la legislatura o del propio Pere Aragonès cuando alertó de que está «dinamitando» la vía de diálogo.
Además de un cara a cara, Aragonès exige explicaciones públicas a Sánchez, que autorice la desclasificación de las autorizaciones judiciales para espiarle, que impulse una comisión de investigación en el Congreso y asuma responsabilidades, en forma de ceses, tanto de la directora del CNI como de la ministra de Defensa. De no cumplir, amenaza con la inestabilidad parlamentaria, si bien esta ha sido una constante en la legislatura, porque ERC ya votó, por ejemplo, en contra de la reforma laboral. El president ha situado el listón de las reclamaciones tan alto que hace irresoluble la crisis a corto plazo. Eso sí, sigue sin romper del todo.
Ceses. Pere Aragonès exige la cabeza de la ministra de Defensa y la de la directora del CNI
Crisis. El Govern amenaza la estabilidad parlamentaria del Gobierno, pero sin llegar a romper
El Govern y ERC consideran que han tenido motivos más que suficientes para consumar el divorcio con el Gobierno pero no lo han hecho y en su entorno ya se empieza a escuchar que negociaron la investidura con Sánchez incluso cuando los presos del 'procés' estaban en prisisón. Los republicanos mantienen la puerta abierta al diálogo, a pesar de que sus socios de Junts y la CUP le reclaman que rompa con Sánchez.
El Gobierno también deja esa puerta abierta. En su intervención ante lo empresarios catalanes y ante la atenta mirada de Aragonès, que no aplaudió su discurso, Sánchez reiteró su «firme voluntad» de seguir «avanzando» en el diálogo y la negociación. «Las turbulencias se superarán», se conjuró.
Sánchez tendió la mano a Pere Aragonès, pero evitó de manera explícita el asunto espinoso que enfrenta a los dos gobiernos como es el del espionaje. Quiso, eso sí, empezar su alocución, de marcado perfil económico, con una «declaración de intenciones», en la que mostró un «profundo respeto» y «consideración» por Cataluña, su sociedad y sus instituciones. «Querido president», dijo. «Con frases bonitas no se arregla esta crisis», desdeñaron desde el Palau de la Generalitat.
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