Fue una toma de posesión más vistosa que la del presidente de Castilla y León, su tocayo Alfonso Fernández Mañueco. Alfonso Rueda juró hoyr el cargo de presidente de la Xunta de Galicia arropado por el presidente saliente y líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ... la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, y los presidentes de Castilla y León, Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y Murcia, Fernando López Miras. El andaluz Juanma Moreno está inmerso en la precampaña electoral. A Mañueco apenas le acompañaron una ministra, la secretaria general del PP y la presidente madrileña.
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Galicia tiene una importancia especial para el PP porque, más allá de las cuatro mayorías absolutas consecutivas logradas por Feijóo, encarna el modelo de Gobierno que anhelan los populares. En solitario y con Vox sometido a un papel irrelevante. Por eso la gran pregunta que rondaba en la cabeza de todos los altos cargos del PP presentes era si Rueda podrá mantener en alto ese guion en las elecciones autonómicas de 2024.
Coincide con su antecesor en el perfil de gobernante discreto, pero Feijóo supo construirse una imagen de moderación, eficacia y liderazgo que Rueda no parece tener al alcance de la mano. Para empezar, la mitad de los gallegos no sabe quién es, de acuerdo a encuestas recientes. Su decisión de trabajar a la sombra de Feijóo durante 16 años juega ahora en su contra. Aunque era un secreto a voces que iba a ser el sucesor, ese designio no ha servido para colocarle en el primer plano del escaparate.
Las circunstancias políticas para mantener la primacía absoluta del PP. Ciudadanos nunca va a ser un peligro, pero Vox sí. La pujanza nacional del partido de extrema derecha tendrá su reflejo tarde o temprano en Galicia y pondrá en riesgo las mayorías absolutas que coleccionó Feijóo.
Pero estas elucubraciones están lejos de someterse a la reválida de las urnas. Rueda tomó hoy posesión como sexto presidente de la Xunta con un mensaje continuista, alejado de las «tendencias de ruptura» y decidido a mantener la «estabilidad» con un Gobierno asentado en la «moderación». Se mostró convencido de que Galicia tiene que ser «una comunidad que se mantenga a salvo de la miopía del localismo y la fragmentación, que con el ariete de supuestos agravios carga contra la casa común y que tanto nos ha costado construir».
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Su proyecto, explicó, se guiará por la senda del «progreso tranquilo» todo dentro de una «normalidad excepcional». Un discurso que podría haber firmado el propio Feijóo.
El ya expresidente de la Xunta subrayó la «estabilidad institucional» con la que se ha producido la transición, una «materia prima» que, a su juicio, «escasea en la política española».
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