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En grande. Rivera posa desnudo para el cartel electoral de Ciutadans en 2006. A la derecha, Arrimadas abraza a Bal tras el batacazo en Madrid; El líder felicita a Rajoy en su investidura de 2016 como presidente con el apoyo naranja. Debajo. Arrimadas y su jefe de filas celebran la victoria histórica de Cs en Cataluña en 2017; Rivera renuncia por el batacazo del 10-N. R. C.
Del desnudo de Rivera al apagón electoral

Del desnudo de Rivera al apagón electoral

Ciudadanos ·

La formación naranja afronta una muy incierta refundación con pérdida de emblemas como Luis Garicano,que ha dejado la política esta semana

m. e. alonso y luisa stein

Domingo, 24 de julio 2022, 00:12

La vida es una montaña rusa. Que se lo digan a Ciudadanos, un partido que a lo largo de sus 16 años de historia ha sobrevivido a todo tipo de turbulencias, pero que tras encadenar cinco hecatombes electorales no consigue remontar el vuelo. La marcha esta semana de Luis Garicano, el jefe de filas en Bruselas, deja a los liberales sin uno de sus últimos rostros reconocibles y refleja la descomposición del partido, inmerso en su refundación para intentar salvar un proyecto político al borde de la extinción.

Los inicios naranjas

La singladura de Ciutadans -su nombre originario- comienza en 2005 con un núcleo fundacional de intelectuales unidos contra el nacionalismo catalán. El partido se presenta públicamente en el teatro Tívoli de Barcelona en marzo de 2006. En las elecciones al Parlament de aquel año, obtiene tres escaños. El cartel de la formación naranja, que muestra a su joven candidato, Albert Rivera, tal como vino al mundo, logra dar un golpe de efecto y aumenta su notoriedad durante la campaña. Pero tardará en hacerse un nombre en la política nacional.

Desembarco en el Congreso

Es en 2015 cuando Cs comienza a expandirse por todo el territorio nacional con el fin de ser «decisivo» a la hora de configurar mayorías constitucionalistas. En abril de ese año la formación irrumpe en el Congreso con 40 escaños y suscribe un acuerdo con el PSOE con hasta 200 medidas tras una negociación exprés de 21 días, pero que no fructifica. El país se ve abocado a una nueva convocatoria a las urnas. La repetición electoral le costó a los naranjas ocho asientos -se quedó con 32 diputados- y acarreó un giro de estrategia. Rivera cambió a Sánchez por Mariano Rajoy y acordó el apoyo de Ciudadanos con 150 medidas que obligaron al PSOE a rebelarse contra Pedro Sánchez para imponer el deseo mayoritario de sus dirigentes, que era dejar gobernar al PP con la abstención socialista.

El adiós a la socialdemocracia

Los planes de Rivera iban más allá de ser una bisagra. Su ambición a largo plazo era gobernar el país. Para ello necesitaba un partido fuerte y unido. Con esa hoja de ruta en la cabeza, el líder naranja fue tejiendo su hiperliderazgo sin que nadie le discutiera internamente ninguna de sus decisiones. Incluso cuando en 2017 el partido cambió de ideario y abandonó la socialdemocracia. Pero ese viraje ideológico sí le costó un goteo de bajas de militantes y cargos.

Victoria histórica en Cataluña

Ese mismo año, Cs consigue una histórica victoria en las autonómicas catalanas, convocadas por Rajoy tras aplicar el artículo 155 ante la declaración unilateral de independencia impulsada por los líderes del 'procés'. Los liberales pasan a ser la primera fuerza política en el Parlament con 36 escaños. Sabedora de que no tiene apoyos suficientes para gobernar, Inés Arrimadas renuncia a batallar siquiera por la Generalitat.

El intento de liderar la derecha

Las encuestas sonríen a la formación. Algunos sondeos, incluso, la sitúan a las puertas de la Moncloa. Rivera se siente fuerte y aspira a dar el 'sorpasso' a los populares aprovechando el desgaste del Gobierno y el auge de Vox. Pero la moción de censura que hace caer a Rajoy trastoca sus planes. Sánchez es proclamado presidente y Rivera y, por ende Ciudadanos, se quedan desdibujados en el tablero político.

La foto de Colón

El fracaso de Sánchez para sacar adelante los Presupuestos activa la maquinaria electoral. La dirección naranja apuesta entonces por la 'foto de Colón' junto al PP y Vox, y plantea un férreo veto a los socialistas -otro conocido 'no es no'- que desata una nueva cascada de dimisiones y un conato de rebelión interna. Se descarta de esta forma cualquier pacto entre PSOE y Cs, incluso después del 28-A que les otorga una suma de 180 escaños, por encima de la mayoría absoluta. En las autonómicas y municipales celebradas poco después, el partido opta por apuntalar al PP en el poder cerrando gobiernos bipartitos en Madrid, Murcia y Castilla y León.

En caída libre

Sin apoyos para ser investido, Sánchez deja correr los plazos y se reiteran las elecciones. El 10-N se convierte en la peor pesadilla de Cs al caer, de golpe y sin anestesia, de 57 a 10 diputados llevándose por delante a Rivera y a la mayoría de su núcleo duro. Comienza una larga travesía por el desierto para los supervivientes liderados ya por Arrimadas.

El fiasco de Murcia

Desde entonces la formación liberal no ha logrado remontar el vuelo. A la debacle en las generales le sigue el batacazo en Cataluña, donde pierde 30 escaños. Después de ese 14-F, Cs maniobra para sacar adelante una moción de censura en Murcia que desbanque al PP del Gobierno autonómico y genera, sin calcularlo, una implosión en el tablero. De golpe y porrazo se queda fuera del Ejecutivo murciano y, por el efecto dominó, del de Madrid. La convocatoria electoral en esta comunidad lo deja herido de muerte al no conseguir ningún asiento en la Asamblea. La historia se repite en Andalucía.

La refundación «de arriba a abajo»

Tras perder el último gobierno autonómico que le quedaba en pie junto al PP, el partido ha puesto en marcha un proceso de refundación para evitar el naufragio total en el ciclo electoral de 2023. Una «revolución de arriba a abajo», dicen en la cúpula, con el objetivo de mantener el espacio liberal y de centro que «sociológicamente existe».

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