Las horas previas del noveno discurso de Nochebuena de Felipe VI están marcadas por la expectación ante la reflexión que pueda trasladar del inédito choque de los poderes del Estado. Éste es un episodio más de una etapa sin tregua para España y que ha ... dejado su sello en las alocuciones del rey hiladas a partir del desafío catalán, la inestabilidad política, además de los escándalos en su familia, con el procesamiento de Cristina de Borbón o la situación de su padre, desde 2020 en Abu Dabi.
Publicidad
Don Juan Carlos había abdicado en junio para dar paso a una nueva generación para la regeneración que la coyuntura demandaba. Felipe VI cogió el testigo afirmando que le correspondía a los «españoles de hoy» seguir labrando el futuro, si bien, ante las críticas de Podemos -nacido en 2014- a la Transición y al sistema, reivindicó el legado recibido, que España es una «democracia consolidada» y que él mismo se sentía «querido y apreciado». No se abstrajo de la situación procesal de su hermana y, sin nombrarla, hizo de la lucha contra la corrupción eje de su discurso y destacó que «los responsables de esas conductas irregulares» estaban «respondiendo de ellas», lo que era «prueba del funcionamiento» del Estado de Derecho.
Cuatro días habían pasado de unas elecciones de resultado fragmentado. El rey apeló a que prevaleciera el interés general. Pero no se formó Gobierno y los comicios se repitieron. El salón del trono fue el escenario del discurso, lo que apuntalaba su mensaje sobre la historia de la España en común. Subyacía inquietud sobre Cataluña: el Parlament había aprobado una declaración de ruptura. Ese año había revocado el título de duquesa de Palma a la infanta Cristina y aludió a ello instando a las instituciones a que sean sensibles a «las demandas de rigor, rectitud e integridad de los ciudadanos».
Mensaje precursor del tenso 2017: sin mencionar a Cataluña, remarcó que no era tiempo para «fracturas» y advirtió contra la vulneración de la ley porque ello sólo conduciría «a enfrentamientos estériles». Como escenario, Felipe VI escogió su despacho, testigo de las audiencias con los políticos para al final lograr formar Gobierno tras dos elecciones generales. Ello le dio pie a celebrar que se hubiera «recuperado la serenidad» necesaria para que los ciudadanos tuvieran «tranquilidad» para desarrollar sus proyectos.
Después del duro mensaje en los gestos y en las palabras del 3 de octubre tras el referéndum ilegal del 1-O, el rey se mostró más conciliador en Nochebuena: se mantuvo firme en su defensa del orden constitucional, emplazó al nuevo Govern que se formaría tras las elecciones celebradas tres días antes del mensaje real a respetar la pluralidad y a pensar en el bien común, pero además apuntó la necesidad de una España «dispuesta a evolucionar», no «paralizada» y que «ilusione».
Publicidad
Un detalle escenográfico, una foto del rey con la princesa Leonor, remarcaba la continuidad dinástica. Y la alusión a los problemas de la juventud quería mostrar a una Corona sensible con las dificultades económicas y laborales de esa generación. También añadió una píldora contra la violencia machista. Innovaciones que sumó a la reivindicación del espíritu de la Transición, la vigencia de la Constitución que cumplía 40 años y del consenso político para hacer frente a los desafíos y alejar el desencanto y el pesimismo.
Pedro Sánchez tenía el encargo real de formar gobierno tras las elecciones del 10-N (repetidas tras las celebradas en abril). Segundo discurso, pues, del monarca con un Ejecutivo en funciones -como en 2015-, dentro de una interinidad que duraba diez meses, lo que le llevó a reconocer que no eran «tiempos fáciles». Apelaba ahora a un «entendimiento» «dentro del respeto a la Constitución», que blandía por su reconocimiento a la diversidad dentro de la «unidad que nos da fuerza».
Publicidad
Año pandémico, pero con la Covid-19 en segundo plano en el discurso. El foco estaba en su padre: en marzo Felipe VI había renunciado a su herencia y en Nochebuena reafirmó su compromiso ético por encima de vínculos familiares. No mencionó a Juan Carlos I, pero no había duda de que él, que desde agosto residía en Abu Dabi, era el destinatario del mensaje. Aprovechó para reinvidicar el «espíritu renovador» de su reinado.
Felipe VI volvió a poner el acento en la institución que lidera para limpiarla de los posos aún presentes del poco ejemplar comportamiento del emérito. La síntesis de su intervención fue: «una monarquía renovada para un tiempo nuevo»; y sin tacha o, como dijo, «honesta, íntegra y transparente» además de «ejemplo de integridad pública y moral». No hizo referencia al futuro que le aguardaba a su padre, que vino de visita a España en mayo en medio de una gran polémica.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.