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Apóstolos Mangouras, el capitán con una mancha en su expediente
20 años del 'Prestige'

Apóstolos Mangouras, el capitán con una mancha en su expediente

El marino bajo cuyo mando se hundió el 'Prestige' ha sido zarandeado pública y judicialmente durante dos décadas, aunque para muchos sea sólo un chivo expiatorio. Condenado por delito ecológico, a sus 88 años ha esquivado la cárcel

Sergio García

Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:25

Es probable que para el capitán Apóstolos Ioannis Mangouras la singladura más exigente que ha enfrentado en su carrera la haya vivido tierra adentro, objeto de una batalla judicial con ramificaciones en una veintena de países y a la que, dos décadas después, sigue sin adivinársele un desenlace satisfactorio. Condenado primero por desobediencia a nueve meses (Audiencia de A Coruña) y después a dos años por delito ecológico (Tribunal Supremo), Mangouras, que está a punto de cumplir 88 años y no pisará la cárcel, será siempre el rostro abatido que acompaña al hundimiento del 'Prestige'.

Pero el marino mercante es también para muchos una víctima, el chivo expiatorio de una intriga donde se mezclan de un lado la ausencia de escrúpulos de los círculos navieros internacionales, y de otro, la falta de ideas de la Administración española a la hora de afrontar una amenaza como la que representaba el vertido al océano de 63.000 toneladas de fuel pesado.

«Nunca entendí las órdenes de las autoridades españolas, la decisión de alejar el barco de la costa fue la peor de las posibles. Si lo hubieran llevado a una zona de abrigo, se hubiera salvado», ha repetido él en alusión a aquella deriva errática que se prolongó durante días. «No es cierto que el barco fuera una chatarra, acababa de pasar una revisión en San Petersburgo», replicó en el juicio. «Creía que iba a ser tratado como un marino que ha sufrido un accidente. Pero en cuanto me evacuaron del barco, fui recluido en un calabozo. Me trataron como a un criminal, aquel fue el peor día de mi vida».

Llegarían otros. Mangouras pasó tres meses detenido en la cárcel de Teixeiro, vivió dos años en Barcelona y finalmente regresó a Galicia, donde tenía obligación de personarse en comisaría cada 15 días. Diez años tardó en celebrarse el juicio, cuatro más el recurso. El Supremo justificaría más tarde el aumento de la pena en que tanto el acusado como la compañía propietaria del buque, Mare Shipping Inc, actuaron «temerariamente y a sabiendas de que probablemente se causarían daños», pues el capitán asumió con un barco invadido por la corrosión y el óxido una travesía en el peor momento, cuando lo previsible, a tenor la zona por la que iba a navegar y la época del año, era que hubiera climatología adversa.

«Nunca entendí el interés de los españoles por alejar el barco. Si lo hubieran llevado a una zona de abrigo, se habría salvado»

Apóstolos Mangouras

Capitán del 'Prestige'

Mangouras, casado y con dos hijos, nació en 1934 en la isla de Icaria, que debe su nombre al hijo de Dédalo, el joven que en la mitología griega habría caído al mar frente a sus playas después de quemarse las alas por querer acercarse al sol. Dicen los que disfrutan zambulléndose en las estadísticas, que sus 10.000 habitantes tienen tres veces más posibilidades de llegar a los cien años que el resto de los mortales, un 20% menos de contraer cáncer y la mitad de sufrir enfermedades cardiovasculares. También que no conocen la depresión, aunque seguro que Mangouras no comparte este extremo.

Sacado de la jubilación

Antes de que el 'Prestige' se hundiera partido en dos a 250 kilómetros de la costa gallega, su último capitán llevaba 44 años navegando, la mayor parte al mando de buques-tanque que desplazaban hasta 450.000 toneladas. Su primer contacto con el barco fue en enero de 2000, coincidiendo con un cambio en la estrategia comercial de los armadores de Mare Shipping, que hasta entonces habían situado su nicho de negocio en EEUU y que después lo trasladaron al Golfo Pérsico y Asia.

Nada más llegar, Mangouras, que contaba ya 65 años, tuvo que atajar peleas, borracheras e insubordinaciones entre la tripulación. Acabó hospitalizado en Mangalore (India) por un dolor abdominal y no recuperaría el mando de la nave hasta el año siguiente, después de que el barco acabara en un astillero de Cantón. Aquella revisión serviría a la larga de base a la instrucción judicial española: expertos consideraron que el acero empleado en el costado de estribor era de inferior calidad y menos grueso que el original, lo que podría estar detrás de la debilidad estructural del 'Prestige' y fuera causa de su posterior hundimiento.

La última travesía del petrolero monocasco –hoy en día están prohibidos– arrancó a finales de octubre de 2002 en San Petersburgo. Su entonces capitán, el también griego Kostazos Efftrapios, había renunciado a comandar la nave ante su mal estado de conservación, motivo por el que la compañía volvió a recurrir a Mangouras, que entonces ya estaba jubilado y tenía problemas de salud. El buque cargó 51.229 toneladas de fuel (luego se detendría también en Letonia hasta llenar el resto de su capacidad) y zarpó rumbo a Gibraltar, donde esperaría instrucciones.

Descenso a los infiernos

Fue a la altura del Canal de La Mancha cuando Mangouras recibió los primeros partes meteorológicos que alertaban de una borrasca que iba a barrer el Cantábrico. Durante el juicio, preguntaron al capitán por qué no había buscado refugio en previsión del temporal, a lo que él contestó que no confiaba en la capacidad de maniobra del buque. Cuando el 13 de noviembre el oleaje abrió una vía de agua en el casco, la suerte del petrolero estaba echada. Juan Zamora, capitán y doctor en Marina Civil, dice que Mangouras mostró pericia al manejar la situación: detuvo la escora de 45º que podía acabar con la quilla al sol, inyectando lastre a babor. Mantuvo a flote el barco, pero aumentó su calado hasta dejar la cubierta apenas por encima de la lámina de agua.

Veinticuatro tripulantes fueron evacuados, todos salvo el primer oficial, el jefe de máquinas y el propio capitán. Éste libró un auténtico 'tour de force' con las embarcaciones que mandaron en su auxilio mientras esperaba instrucciones de su armador, nada dispuesto a perder la carga ni a pagar el rescate (luego se desharía de su flota para no hacer frente a embargos ni a indemnizaciones). Arrastrado hacia mar abierto, el buque y el crudo se hundieron el 19 de noviembre. Ese día empezó también el descenso a los infiernos de Mangouras.

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