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El calamitoso resultado que un PSOE fagocitado por el BNG obtuvo en Galicia el 18-F no ha hecho sino intensificar la debilidad territorial del partido socialista, en pleno proceso de renovación, respecto al mapa que se encontró Pedro Sánchez a su llegada al Gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy en 2018 tras la sentencia por corrupción del caso 'Gürtel'. Un periodo en el que el PSOE ha cedido poder en seis comunidades tras la debacle en las autonómicas del 28-M y que propició, solo unas horas más tarde, el adelanto de las generales previstas para diciembre de 2023 al mes de julio.
Si la marea azul que pintó España en mayo del año pasado no se repitió en clave nacional el 23-J, el batacazo de José Ramón Gómez Besteiro en Galicia puede ser el canario en la mina de cara a las citas electorales más inmediatas –las vascas el 21 de abril y las europeas el 9 de junio– en un momento crucial para el PSOE, inmerso en la renovación generacional a nivel autonómico que no completará hasta finales de 2025 y el estallido del 'caso Koldo García' esta misma semana.
La mayoría socialista en los parlamentos regionales en 2018, cuando Sánchez llegó al poder, fue herencia de las elecciones autonómicas de mayo de 2015 celebradas en quince comunidades. El PSOE fue el vencedor en seis territorios –Aragón, Asturias, Baleares, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Extremadura– gracias a los pactos de investidura con Podemos, Ciudadanos y otras fuerzas regionalistas. Estos comicios supusieron la antelasa del fin del bipartidismo que certificaron las generales de diciembre de ese año y en las que el partido socialista solo obtuvo 91 escaños, el peor resultado hasta entonces de su historia.
Además de esos seis territorios, también mantenía, a su llegada Moncloa, la Junta de Andalucía con Susana Díaz al frente, quien en 2017 perdió la pugna por la secretaría general del partido frente a Sánchez.
Emiliano García-Page llegó a la Junta de Castilla-La Mancha en 2015 con 15 escaños (pese a perder 9 respecto a 2011) tras un acuerdo con Podemos y después de que el PP de Mª Dolores de Cospedal también perdiese se dejase nueve escaños.
La mayoría absoluta que consiguió ‘in extremis’ el pasado 28-M le permitió revalidar su tercer mandato en la región y aguantar como el último barón socialista con mayoría absoluta.
El PSOE perdió Andalucía, el último bastión socialista en democracia, en las elecciones de 2018 -en las que Susana Díaz perdió catorce escaños- y el popular Juan Manuel Moreno Bonilla, pese a que también se dejó siete diputados respecto a 2015, logró la presidencia de la comunidad gracias a una alianza con Ciudadanos y Vox.
La candidatura de Ángel Gabilondo recibió un correctivo histórico en las autonómicas anticipadas en 2021 en las que el PSOE se quedó con 24 diputados (13 menos que en 2019) frente al PP de Isabel Díaz Ayuso que logró 65 escaños (35 más).
El liderazgo del PP quedó reforzado en mayo del año pasado, en el que sumó cinco diputados más hasta los 70 y el PSOE volvió a quedar relegado a tercera fuerza, por detrás de Más Madrid.
El socialista Ximo Puig aterrizó en la Generalitat valenciana, tradicional feudo de los populares, con 23 escaños (diez menos que en 2011) pero el Acuerdo del Botánico con Compromís y el apoyo de Podemos le permitió retener el territorio para el PSOE durante dos mandatos.
El 28-M los 31 escaños obtenidos no sumaron la mayoría necesaria para gobernar con Compromís y el PP recuperó su liderazgo con Carlos Mazón gobernando en coalición con Vox.
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Pero la pérdida de esta comunidad, buque insignia del PSOE, tras las elecciones de 2018 –que ganó Díaz en las urnas y que, sin embargo, abrió las puertas del Palacio de San Telmo al popular Juan Manuel Moreno Bonilla gracias a la alianza con Ciudadanos y el apoyo de Vox– sería el primero de los baluartes socialistas en caer hasta los tres que conserva hoy: Castilla-La Mancha, con un Emiliano García-Page situado «en el extrarradio del PSOE», en palabras del ministro de Transportes Óscar Puente, por la férrea oposición del líder manchego a la ley amnistía; Asturias con Adrián Barbón y Navarra. Esta última en manos de la socialista María Chivite gracias a la abstención de Bildu en las dos últimas legislaturas.
Entre medias, las elecciones de mayo de 2019, en las que el PSOE logró sumar a las comunidades citadas La Rioja y Canarias. En total, nueve comunidades. Unos comicios celebrados apenas un mes después de las generales del 28 de abril –las primeras de Sánchez desde la moción de censura–y que fueron interpretados desde las filas socialistas como el espaldarazo a Sánchez tras su atípica llegada al Palacio de la Moncloa.
Sin embargo, en los cuatro años siguientes Galicia –con la cuarta mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo en la Xunta–, Madrid y Andalucía no hicieron sino mostrar indicios de la debilidad socialista. Los comicios adelantados por Isabel Díaz Ayuso para evitar una moción de censura de PSOE y Ciudadanos tras la conspiración contra el popular Fernando López Miras en Murcia se saldaron con una aplastante victoria del PP–que logró más escaños que toda la izquierda junta–el hundimiento del PSOE madrileño de Ángel Gabilondo. Y la primera mayoría absoluta del PP en Andalucía en julio de 2022 con 58 escaños confirmó el cambio de tendencia.
Tras la hecatombe del 28-M el PSOE perdió seis autonomías: cinco controladas por el PP y Canarias, que volvió a manos de Coalición Canaria mientras que Cantabria retornaba al PP. Entre ellas se encuentra Extremadura, donde Guillermo Fernández Vara empató en escaños con la actual presidenta, la popular María Guardiola, y finalmente Vox decantó la balanza a favor del PP.
También sucedió en Islas Baleares, donde Marga Prohens desbancó a socialista Francina Armengol, hoy presidenta del Congreso, por mayoría simple gracias a la abstención de los ocho diputados de Vox.
Unos resultados que reforzaron el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo con victorias de gran simbolismo como en la Comunidad Valenciana. Tradicional feudo de los populares, Ximo Puig aterrizó en la Generalitat valenciana en 2015 con 23 escaños (diez menos que en 2011) pero el Acuerdo del Botánico con Compromís y el apoyo de Podemos le permitió retener el territorio para el PSOE durante dos mandatos. El 28-M los 31 escaños obtenidos no sumaron la mayoría necesaria para gobernar con Compromís y el PP recuperó su liderazgo con Carlos Mazón gobernando en coalición con Vox.
Asumido el nuevo tablero autonómico, el objetivo actual del PSOE es consolidar liderazgos y proyectos alternativos al PP allá donde gobierna con con Vox. Es el caso la Comunidad Valenciana, donde la ministra Diana Morant, impuesta por Ferraz, acaba de tomar el testigo de Puig como secretaria general del partido o Extremadura, que se encuentra en pleno proceso de primarias para suceder a Fernández Vara.
También Aragón -otra de las comunidades que perdió el PSOE en 2023- tras recibir el voto favorable de los 28 diputados del PP, los siete de Vox y del representante del PAR- hará lo propio en otoño para relevar a Javier Lambán, con las quiniela apuntando a Pilar Alegría con la meta de mejorar los 23 escaños de 2023. Y en Cataluña, el PSC ungirá a Salvador Illa como primer secretario del PSC a mediados de marzo con vistas a un posible adelanto electoral al Parlament catalán y el objetivo de mejorar los resultados que el exministro de Sanidad obtuvo en las autonómicas de febrero de 2021 y las generales del 23-J.
Antes, el primer test para los socialistas tendrá lugar en abril, cuando su candidato a lehendakari, Eneko Andueza, se estrene con la aspiración de afianzar o mejorar sus diez asientos en el Parlamento de Vitoria y sumar con el PNV a fin de reeditar el Gobierno de coalición.
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