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Ander Azpiroz
Madrid
Viernes, 2 de diciembre 2022, 13:42
El portavoz en el Congreso de Ciudadanos, Edmundo Bal, se postula para ser el nuevo líder de Ciudadanos (Cs) y está dispuesto a pelearle el puesto a Inés Arrimadas, junto a la que ha ejercido hasta ahora como número dos. La batalla, salvo sorpresa en ... forma de renuncia de la actual líder del partido, se librará en el congreso fijado por la formación liberal para este enero.
Bal, abogado del Estado de carrera, aterrizó en Ciudadanos en 2019 de la mano de Albert Rivera por su rotundidad en la oposición al 'procés' catalán. Tras abandonar Rivera la política, el jurista se convirtió en la mano derecha de Arrimadas ejerciendo de portavoz en el Congreso. En mayo de 2021, encabezó las listas de los liberales en las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid en las que Ciudadanos perdió 26 diputados y se quedó sin representación en la Asamblea regional.
«Me siento obligado –argumentó ayer Bal– a reconstruir una opción electoral que vuelva a atraer a los votantes». El portavoz de Ciudadanos no escatimó elogios hacia su presidenta, pero dejó patente que el duelo va en firme. Desveló que telefoneó a Arrimadas apenas cinco minutos antes de anunciar su candidatura, una posibilidad, por otro lado, que se barruntaba desde hace semanas en los círculos políticos. Arrimadas le pidió «tomar un café» antes de que anunciase sus intenciones y Bal lo rechazó. « Lo haremos después», respondió.
El ya candidato a presidir Cs se deshizo en alabanzas hacia la que, al menos hasta el congreso de enero, será su jefa de filas. Señaló su brillantez en los debates en el Congreso y dijo que él no va «en contra de nadie» Eso sí, avanzó que se propone levantar el teléfono para añadir apoyos a su candidatura. Uno de ellos podría ser Francisco Egea, exvicepresdiente de la Junta de Castilla y León y rival de Arrimadas en las últimas primarias del partido, en las que le apoyó un 22% de la militancia.
El objetivo de Ciudadanos de cara su refundación es crear una organización bicéfala, al estilo de la que ha dado décadas de triunfos al PNV en el País Vasco: por un lado un candidato con tirón en las urnas; por el otro, un general encargado de mantener el orden dentro de las propias filas. Sin entendimiento entre un dirigente y el otro, la convivencia se antoja poco menos que imposible.
Los liberales encaran una crisis de identidad ideológica y la necesidad recabar apoyo en las urnas. Su supervivencia política corre serio peligro, dado que afronta sin apenas músculo un 2023 en el que se celebrarán comicios municipales, autonómicos y generales. Los precedentes no pueden interpretarse más que en clave pesimista.
Desde que en noviembre de 2019 Albert Rivera rechazó contemplar la posibilidad de coaligarse con Sánchez, los liberales han sufrido la pérdida de 37 de sus diputados en la posterior repetición electoral, han desaparecido de los parlamentos de Andalucía y la Comunidad de Madrid –en las que gobernaban en coalición con el PP– y se han visto erosionados por una sangría de deserciones de dirigentes que han optado por abandonar el barco liberal para subirse al del Partido Popular. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pronostica a los liberales un 2,5% de los votos, lo que les condenaría a una más que segura desaparición.
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