Santiago de Garnica Cortezo
Sábado, 22 de junio 2024, 08:45
El 28 de octubre de 1951 se disputa en el circuito de Pedralbes (Barcelona) el primer Gran Premio de España puntuable para Campeonato del Mundo de Pilotos, nacido en la anterior temporada. Los organizadores, el legendario Club Penya Rhin, han preferido este trazado urbano muy ... rápido frente al más lento de Montjuich.
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Hay un enorme interés en la cita española pues se trata del último gran premio de la temporada y los pilotos de Alfa Romeo, Juan Manuel Fangio, y de Ferrari, Alberto Ascari, se juegan el título: el argentino lleva tan solo dos puntos al italiano.
Pero a este indudable atractivo, para los españoles se suma otro. Y es que los pilotos Juan Jover y Paco Godia están entre los inscritos, al volante de sendos Maserati de la Scudería Milano. Se trata de un equipo privado italiano que hacía correr los viejos 4CTL/48 de la marca del Tridente, ya con tres temporadas a cuestas.
En los entrenamientos, Ascari es el más rápido, seguido de Fangio. Y entre los españoles Jover rompe el motor y no puede estar en la salida, pero en cambio Godia logra el puesto decimoséptimo entre los veinte participantes. Ya en carrera, a partir de la cuarta vuelta, el argentino se hace con el liderato y no lo deja hasta el final logrando así el primero de sus cinco títulos. Por su parte Godia termina décimo con el veterano Maserati.
Francisco Godia, más conocido como Paco o «Chico», era el gentleman driver por antonomasia, un piloto alejado del profesionalismo que corría por practicar, por el puro y auténtico placer. Había nacido en Barcelona en el año 1921, y apasionado desde niño por los coches, soñaba algún día llegar a pilotar en competición, sueño que se hizo realidad en 1946, cuando el 11 de agosto participa con un Hotchkiss, en una carrera en su querido o circuito de Montjüic, trazado en el que brillará y servirá también como colofón de su carrera años después.
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Desde el principio muestra una conducción impetuosa, pero al tiempo sabe controlar muy bien la situación. Esto va asociado a un talante, a un espíritu muy deportivo que llama la atención entre sus rivales.
En 1948, junto a Salvador Fábregas y Juan Jover, crea la Escudería Auto Española, que alquila a la Scudería Milano algunos Maserati 4CLT-48 de doble compresor, un monoplaza con cierta tendencia a romperse pero que le permite mostrar sus buenas maneras al volante. Su pilotaje no pasa desapercibido a Louis Gérard, piloto y dueño de un equipo que hace correr dos Delage D6S de 3 litros en las 24 Horas de Le Mans de 1949. Godia, que comparte volante con el propio Gerard, terminará en una brillante cuarta posición.
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En la Fórmula 1, como hemos visto, había debutado en 1951 en el Gran Premio de España, y no volverá hasta tres años más tarde cuando en 1954, formando ahora parte del equipo oficial Maserati y al volante de uno de los legendarios 250 F dispute nuevamente el Gran Premio de España en Pedralbes. Y lo hace de una forma brillante logrando aquél 24 de octubre una brillante sexta plaza por detrás de pilotos de la talla de Hawthorn, Musso, Fangio, Mieres y Kling
Aunque corre otras pruebas en la temporada de 1955, no se le vuelve a ver en el mundial de F1 hasta 1956. Ese año forma parte, como piloto semi-oficial del equipo Maserati, con Moss, Villoresi y Behra como compañeros. Y ahora ya no se trata de correr un gran premio sino de afrontar la temporada completa, si bien en el acuerdo con los italianos se estipula que, si el director del equipo lo considera oportuno, Godia debe ceder el volante de su 250F a un piloto más experimentado.
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En Spa-Francorchamps sufre un accidente en la salida, es séptimo en el Gran Premio de Francia, que se disputa en el rápido trazado de Reims y octavo en Silverstone. La siguiente cita es el 5 de agosto en Alemania. Allí, en el «infierno verde» de Nurburgring termina cuarto por detrás de Fangio, Moss y Behra, que le valen tres puntos. Y el 2 de septiembre en Monza vuelve a ser cuarto (por detrás de Moss, de Collins y Fangio que compartieron coche, y de Flockhart) confirmando que lo de Nurburgring no había sido casualidad.
Al final de esa temporada, su primera en el mundial, es noveno en la clasificación final, empatado a puntos con el séptimo, el americano Sam Hanks, y el octavo, el belga Paul Frere.
Pero ese buen resultado no le sirve para continuar en el equipo. Y en 1957, ha de afrontar el campeonato como privado, pagándose de su bolsillo todos los gastos. Es sexto en el G.P de Marruecos (prueba no puntuable), y corre los tres últimos grandes premios del Mundial, con dos abandonos (Alemania y Pescara) y un noveno puesto en Monza.
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En 1958 afronta de nuevo el mundial en no mejores condiciones. Participa en la prueba inaugural, el 19 de enero en Argentina, donde termina octavo. En Mónaco no logra clasificarse; en Spa-Francorchamps ha de retirarse y el 6 de julio, en el Gran Premio de Francia sufre un accidente. En esa carrera se matará Musso y al final de la misma Fangio anunciará su retirada definitiva. Sin duda ambos hechos influirán para que Godia deje la Fórmula 1.
Pero seguirá compitiendo en otras pruebas, siempre conciliando el deporte con sus numerosas ocupaciones profesionales. Y es que en realidad su biografía estaría más que incompleta si solo se contemplara su paso por la categoría reina.
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Al piloto español igual se le veía al volante de un Maserati Sport ganando la Copa del Salón del Automóvil de París, en Montlhéry, o junto al sueco Bonnier en el mundial de Marcas logrando la 6ª posición en Suecia, que en una carrera en Barajas con un Seat 1400, en las carreras en cuesta con Pegaso o en Montjüic con un Renault Dauphine, un AC Cobra de sonoridad inolvidable, o un Aston Martin, pasando por monoplazas de Fórmula 2 (un Lotus 32 en 1966 y un Brabham BT 15, en 1967) o el Ford GT 40 con el que ganó las 6 Horas de Barcelona de 1968 con Brian Muir.
En realidad, su pasión era pilotar, una pasión en estado puro que le llevaba a no cuestionarse ni la categoría de la prueba ni del coche, aunque decía que «solo se puede correr en serio con los que se lleva en remolque al circuito».
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Otro aspecto clave en la trayectoria de Paco Godia es su vinculación a Montjüic. Entre su debut en la «Montaña Mágica» en 1946, hasta su adiós victorioso en 1969, habrá participado en 26 carreras en este legendario trazado, de las que ganó 8 y subió al podio en 16.
Curiosamente solo salió en la pole una vez, pero Godia se caracterizaba por sus espectaculares remontadas. Por eso cuando ganó su última carrera, ya con 48 años, aquellas 12 Horas de Montjüic del 69 compartiendo el volante de un Porsche 908 con Juan Fernández, se cerró una página de la historia del Montjuic y del automovilismo español.
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Pero para los amantes del automovilismo queda el recuerdo de un gentleman driver, con mucho talento al volante, enorme afición y, por encima de todo, el espíritu de un verdadero deportista; «nunca olvidaré unos 1000 Kilómetros de Buenos Aires en que rompí su querido Maserati 300S en un desgraciado despiste. Puede creerse que no solo no me hizo ni el más mínimo reproche, sino que encima intentó quitarle importancia al incidente, con su habitual buen humor; coño, eso también se hacerlo yo sin ser campeón del mundo, me dijo sonriendo».
Esta anécdota contada por el quíntuple campeón mundial Juan Manuel Fangio, define a la perfección a quien fuera un caballero dentro y fuera de los circuitos. Francisco Godia, nos dejó en 1990, pero hoy, a las vísperas del Gran Premio de España de Fórmula 1, es imprescindible, es obligado, recordar su figura.
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