Boris Johnson, este lunes durante un acto en su residencia oficial. EFE

Seis meses de mentiras, escándalos y cervezas en Downing Street

La carrera del primer ministro británico pendía de un hilo después de las múltiples polémicas tras el 'partygate' por las que se exigía su dimisión

Diana Martínez

Lunes, 6 de junio 2022, 22:04

Alcohol, fiestas prohibidas, mentiras y una continua indignación ciudadana acompañan al primer ministro británico, Boris Johnson, desde diciembre del año pasado, cuando salieron a la luz las primeras pruebas de lo que ya se conoce como 'partygate'. El escándalo con el que el 'premier' y ... otros tantos funcionarios del Gobierno celebraban fiestas con alcohol en Downing Street, en plena pandemia y sin medidas de seguridad, tras anunciar la prohibición de todo encuentro social ha sentado las bases para la caída en picado de su popularidad. En solo seis meses, Johnson se ha hundido tanto que su futuro político es de lo más incierto.

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El detonante de su perdición fue la publicación el pasado mes de diciembre de un vídeo que confirmó una fiesta de Navidad cuando las restricciones dictadas por el Gobierno para contener la expansión del covid prohibían ese tipo de reuniones. Y después, a principios de enero, con la revelación de un email de su secretario privado, Martin Reynolds, en el que el 20 de mayo de 2020 invitaba a cien empleados a una fiesta multitudinaria en el jardín de Downing Street. Fue la crónica de una muerte anunciada. Las críticas no tardaron en llegar y, tras confirmar que no asistió a la polémica 'juerga', acabó disculpándose tras finalmente reconocer que acudió al encuentro social, aunque «asumiendo implícitamente» que era un «evento de trabajo». En aquel entonces se vislumbraba una posible renuncia al cargo, actuación que ha reclamado la oposición así como gran parte de la opinión pública, pero Johnson se mantuvo firme en su puesto.

Poco después la llama se avivó con una nueva polémica. «El vino de los viernes», como los llamaban los empleados del Número 10, donde se llevaba a cabo esta clásica tradición semanal de tomar una copa el último día laboral, que no cesó durante la pandemia, ni siquiera en el confinamiento. De hecho, tal y como publicó el diario 'The Mirror', el evento era tan popular que el personal invirtió 142 libras (unos 170 euros) en adquirir una mininevera con capacidad para 34 botellas donde mantener fresco el «vino y la cerveza». Para salvar su mala fama, Johnson prohibió el alcohol en la sede del Ejecutivo.

Desde entonces la investigación de la funcionaria Sue Gray amenazaba la tranquilidad del 'premier'. Aunque sus problemas de sueño también venían de otros ámbitos. La ciudadanía se puso en su contra, algunos hasta con humor. Es el caso de un centenar de británicos que protestaron por las calles de Londres disfrazados de Johnson. Ataviados en traje, corbata, con pelucas rubias y portando caretas del 'premier', bebían alcohol coreando «mi nombre es Boris» y «esto es un encuentro de trabajo», en alusión a la excusa que presentó en el Parlamento. Su popularidad caía en picado en la calle. «La gente se ha sacrificado mucho y lo mínimo que puede esperarse del Gobierno es que cumpla sus propias reglas», señalaba Tom, un estudiante de Química de 22 años. «Tener una fiesta cuando has dicho a la gente que no puede reunirse... La falta de ética y moralidad es excesiva. Cómo puedes gobernar el país con esa falta de decencia», agregaba su amiga, Grace.

«Incapacidad para liderar»

En el sector político le han caído palos por todos lados, incluso de sus propias filas, desde que en un principio negó en el Parlamento haber asistido a estas fiestas y, posteriormente, tras salir a la luz fotos en las que se le advertía en las mismas con una copa en la mano, admitir su presencia y pedir perdón por ello. La oposición ha pedido su 'cabeza' en reiteradas ocasiones. El líder del Partido Laborista, Keir Starmer, ha exigido por enésima vez la dimisión del 'premier' por su «incapacidad para liderar». Incluso desde el bando conservador le critican. «Necesitamos liderazgo. Lidere o échese a un lado», apuntaba el diputado conservador Tobias Ellwood, para quien el futuro del mandatario al frente del Reino Unido es «insostenible» por su «patrón de comportamiento». Con el paso del tiempo la lista de diputados que piden su renuncia ha aumentado considerablemente.

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Ya en abril Scotland Yard le multó por saltarse las restricciones que su propio Gobierno impuso, con la celebración de su cumpleaños, el 19 de junio de 2020, con una treintena de funcionarios, asesores y ministros. El 'premier' abonó el importe de la condena y se disculpó, aunque defendió de nuevo su inocencia. El 20 de mayo, la Policía cerró su investigación sobre el 'partygate' con 126 multas. Y solo cuatro días después se revelaron nuevas fotos de Johnson en otra fiesta ilegal el 13 de noviembre de 2020, incumpliendo las reglas de confinamiento que impuso justo una semana antes.

La gota que colmó un vaso demasiado lleno fue el informe de Sue Gray, en el que destacaba que el Gobierno incurrió en «fallos de liderazgo» y pedía depurar «responsabilidades», a lo que Johnson pidió perdón pero no renunció. Sí lo hizo, sin embargo, el secretario del Ministerio del Interior británico ante el Parlamento, Paul Holmes, denunciando que «una cultura tóxica parece haber penetrado en el Número 10». Johnson es el primer mandatario británico que ha infringido la ley estando al mando del país, pero hasta ahora ha resistido la presión política y ciudadana. Situado en una cuerda floja desde hace seis meses, y sacando pecho por su papel como mediador en la guerra de Ucrania, la moción de censura decide ahora su futuro.

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