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Una joven manifestante es arrestada en Hong Kong. Zigor Aldama
Así se rebeló Hong Kong contra China y cavó su propia tumba

Así se rebeló Hong Kong contra China y cavó su propia tumba

La ciudad con más libertades del gigante asiático ha acabado amordazada y amedrentada cinco años después de su mayor revolución

Miércoles, 12 de junio 2024, 11:20

Hong Kong nunca fue una democracia en el siglo y medio que estuvo bajo control del Reino Unido. Pero sí disfrutó de derechos desconocidos en la República Popular China, como la libertad de expresión y de prensa. Además, la ciudad estuvo regida por un sistema capitalista en el que un poder judicial independiente garantizaba la seguridad jurídica requerida por el entorno empresarial que la convirtió en uno de los lugares más prósperos de Asia.

Por eso, cuando en 1997 Londres devolvió su soberanía a Pekín, ambos países acordaron que Hong Kong retuviese sus particularidades durante medio siglo. Su encaje dentro de China se logró otorgando una amplia autonomía bajo el modelo 'un país, dos sistemas', en el que la excolonia se regiría por su propia 'mini constitución' y mantendría incluso una moneda diferente. El objetivo era que la transición resultase indolora. Es más, que sirviese para avanzar en derechos y libertades: el último gobernador británico, Chris Patten, prometió que se caminaría hacia la democracia plena para que «el futuro de Hong Kong lo decidan sus ciudadanos».

Hong Kong era la única ciudad china en la que se recordaba a las víctimas de Tiananmen. Era. Zigor Aldama

Entonces China estaba creciendo como la espuma y la mayoría de los analistas vaticinó que la reciente apertura económica del gigante se traduciría en apertura política. Que la matanza de Tiananmen quedaría como un mal recuerdo y que, de forma natural, para 2047 China se parecería mucho más a Hong Kong. Desafortunadamente, ha sido al revés.

Se cumplen esta semana cinco años desde que la propuesta de una ley de extradición con la china continental hizo estallar las mayores revueltas prodemocracia en la ciudad. Fueron meses en los que Hong Kong ardió, envuelta en una densa nube de gas lacrimógeno. Hasta que el coronavirus y la Ley de Seguridad Nacional acabaron con las protestas sin que hiciese falta sacar los tanques a la calle, como temían muchos.

Por eso, hoy que 'El mundo, explicado' cumple también su primer año, analizamos en profundidad el ayer y el posible mañana de Hong Kong, o cómo la mayor dictadura del mundo ha acabado con la esperanza de democracia en el territorio que más se ha acercado a ella.

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  1. Imagen principal - El año que Hong Kong creyó que podía lograr la democracia
    Así funciona la represión en el siglo XXI

    El año que Hong Kong creyó que podía lograr la democracia

Desde que China recuperó el control sobre Hong Kong, la ciudad ha intentado avanzar en varias ocasiones en materia de derechos y libertades. Pero lo ha hecho siempre desde el rechazo a propuestas legislativas que trataban de lograr lo contrario. Sucedió primero en 2003, y después en 2014, cuando la Revolución de los Paraguas fraguó, a través de una ocupación pacífica del centro que duró casi tres meses, la exigencia del sufragio universal para elegir al gobierno autonómico.

No tuvo éxito, pero el germen de ese descontento caló entre los adolescentes, liderados por imberbes como Joshua Wong, y desembocó un lustro más tarde en la mayor afrenta política a la que ha tenido que hacer frente el gobierno chino desde las manifestaciones de 1989 en Pekín: justo tres décadas después de la masacre de Tiananmen, los hongkoneses salieron a la calle en números jamás vistos -hasta dos millones de personas- para oponerse a una propuesta de ley que permitiría la extradición de personas a China para su procesamiento allí.

Así fue el día a día de Hong Kong durante seis meses. Zigor Aldama
Imagen principal - Así fue el día a día de Hong Kong durante seis meses.
Imagen secundaria 1 - Así fue el día a día de Hong Kong durante seis meses.
Imagen secundaria 2 - Así fue el día a día de Hong Kong durante seis meses.

De la Revolución de los Paraguas solo quedó el paraguas, porque las revueltas de 2019 se caracterizaron por dos cosas: la inexistencia de un liderazgo claro -fue un movimiento horizontal con una capacidad de adaptación nunca antes vista- y la adopción de tácticas mucho más violentas para lograr sus objetivos. De hecho, si en 2014 solo se disparó gas lacrimógeno en un par de ocasiones, en 2019 fueron pocos los hongkoneses que no lo sufrieron en algún momento. «La movilización pacífica no funciona», me reconoció uno de los manifestantes que manejaban el 'frente de guerra', armados con cócteles molotov, láseres que queman los ojos, y herramientas para sacar adoquines.

La violenta toma del parlamento autonómico coincidiendo con el aniversario de la devolución a China sacudió al mundo y extendió el temor a que el Partido Comunista respondiese con fuerza similar a la de 1989. Sin embargo, la Policía se dio la vuelta y permitió que los manifestantes llegasen incluso al hemiciclo. Las revueltas lograron paralizar meses después la propuesta de ley, pero ese anuncio llegó tarde, y las exigencias incluían ya el sufragio universal.

Este fue el atuendo de batalla en 2019. Zigor Aldama

Los más radicales pusieron su mira en la independencia. Era ese momento, o nunca. A lo largo de seis meses, las protestas se retransmitieron en directo desde innumerables puntos, paralizaron la ciudad, pusieron en jaque la economía y, con ella, el Gobierno quedó entre la espada y la pared. En las calles convivieron constantes choques con grupos cada vez más militarizados de la Policía y una enorme creatividad artística, propiciada por la inesperada colaboración intergeneracional.

Pero la sociedad se fracturó. Como sucedió en Cataluña con el procés -no faltaron esteladas en las protestas de Hong Kong-, muchas familias se rompieron e innumerables amigos dejaron de hablarse. La Policía pasó de ser una de las instituciones más respetadas a convertirse en el principal enemigo. Y dentro del propio movimiento se abrió una grieta entre quienes apostaban por la no violencia y los que abogaban incluso por provocar víctimas mortales. Esos últimos fueron elevando la tensión hasta su culminación en el asedio de la Universidad Politécnica, más propio de castillos medievales que de una megalópolis futurista.

Pero China no sacó los tanques. De hecho, la única vez que los soldados salieron de su cuartel fue para limpiar las calles de adoquines. El Partido Comunista no solo fue paciente, también fue inteligente en su redacción del manual para acabar con una revuelta sin dejar un solo muerto en el siglo XXI. Primero aprovechó la pandemia del coronavirus para cortar de raíz el derecho de manifestación; y luego remató a Hong Kong con la Ley de Seguridad Nacional.

  1. Imagen principal - Hong Kong ya es una ciudad china más
    Y ahora qué

    Hong Kong ya es una ciudad china más

Esta ley está redactada con la falta de concreción suficiente para que el Gobierno pueda interpretarla como le dé la gana. O sea, para que pueda castigar con penas de cárcel que van hasta la cadena perpetua cualquier crítica a China. Así ha logrado no solo arrasar con el movimiento pro democracia sino también acabar con eventos como la vigilia por los muertos de Tiananmen, que se celebraba cada 4 de junio y convertía el Parque Victoria en un mar de velas. Ha servido también para cerrar medios de comunicación críticos, como Apple Daily, arrestar a cualquiera que ose levantar un folio en blanco, e incluso exigir a grandes tecnológicas como Google que retiren el himno de las protestas, 'Glory to Hong Kong', que llegó a confundirse en competiciones deportivas oficiales con el real.

El miedo ha vencido. Los activistas más prominentes se han exiliado por todo el mundo o han acabado entre rejas. No en vano, el mayor proceso judicial propiciado por la Ley de Seguridad Nacional enjuició a 47 acusados hace tres años, entre los que solo dos han sido declarados inocentes. De esta manera, el activismo político ha sido expulsado de Hong Kong. Y la ciudad, tal y como se conocía, ha muerto.

La semilla de la libertad ha germinado en los jóvenes. Zigor Aldama

Desafortunadamente, el manual de China será adoptado por otros países autoritarios alrededor del mundo. Y las libertades que perduran en Hong Kong -como el libre acceso a internet- continuarán erosionándose hasta que, seguramente mucho antes de 2047, la excolonia sea una ciudad china más. En su día nos equivocamos todos los que vaticinamos una apertura política en China, porque con Xi Jinping al timón se ha producido todo lo contrario. La tecnodictadura china avanza a toda velocidad.

Pero no se puede descartar que la semilla que las protestas pusieron en gran parte de niños y jóvenes hongkoneses germine y provoque nuevas movilizaciones en el futuro. Incluso, que puedan ser aún más violentas. El carácter pragmático de los chinos decanta la balanza hacia el lado de la paz y la estabilidad, eso que el gobierno chino siempre llama armonía, pero es difícil apagar la llama de la libertad cuando ya ha prendido.

Es muy posible que estas escenas se repitan en el futuro. Zigor Aldama
Imagen principal - Es muy posible que estas escenas se repitan en el futuro.
Imagen secundaria 1 - Es muy posible que estas escenas se repitan en el futuro.
Imagen secundaria 2 - Es muy posible que estas escenas se repitan en el futuro.

De lo que no hay duda es de que Taiwán ha tomado nota. Si alguien en la isla tenía la esperanza de que se pudiera fraguar una reunificación pacífica en la que Pekín respetase la democracia del régimen taiwanés, ya sabe que es imposible. Y el hecho de que la comunidad internacional no moviese un solo dedo para ayudar a Hong Kong, a pesar de que las protestas coparon portadas durante meses, también debería resultar inquietante. Porque Occidente tiene muy claro qué luchas por la democracia quiere apoyar o fomentar y en cuáles es mejor no meterse.

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