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E. C.
Sábado, 30 de julio 2022, 15:39
La crisis iraquí se ha recrudecido este sábado. Miles de simpatizantes del clérigo Muqtada al Sadr, el hombre fuerte del país, han asaltado el Parlamento en Bagdad por segunda vez en una semana en unos incidentes que han causado al menos 60 heridos en enfrentamientos ... con la Policía. Los manifestantes protestaban dentro de la zona de seguridad de la ciudad contra la candidatura al cargo de primer ministro del principal oponente del líder religioso: Mohamed Shia al Sudani, un político chií de tendencia proiraní. En ese momento, una multitud ha tomado de nuevo el edificio del Legislativo, situado en la propia Zona Verde y que alberga las sedes gubernamentales y la mayoría de embajadas.
«Los manifestantes han pasado las barreras de hormigón de primera línea que las fuerzas de seguridad iraquíes han colocado en el puente de Al Jumhuriya, en un intento de llegar a la Zona Verde», ha señalado la agencia Shafaq, lo que ha desencadenado la intervención de los agentes. La Policía ha lanzado gases lacrimógenos y arrojado chorros de agua contra los manifestantes, lo que no ha evitado que miles de ellos accedieran al Parlamento, donde han iniciado una sentada indefinida. Otros grupos se han dirigido a las sedes del Tribunal Supremo y del Consejo Judicial, lo que hace temer un aumento de los choques. Los dos edificios se encuentran protegidos por policías y militares.
El Ministerio de Salud ha informado sobre la incorporación de personal sanitario a los hospitales y ambulancias para asistir a los heridos. Prácticamente todas las calles principales y los puentes de Bagdag están bloqueados y la vida en la ciudad se ha paralizado. Los comercios han cerrado sus puertas y numerosos vecinos se han refugiado en sus casas mientras una multitud de seguidores del clérigo recorre el centro urbano. Muchos de ellos se han concentrado en la plaza de Tahir donde se han escuchado consignas contra la coalición proiraní Marco de Coordinación. Los manifestantes han dirigido sus críticas contra el candidato de esta coalición, Al Sudani, la influencia iraní en la política de Irak y la corrupción.
La escalada de la tensión inquieta al Ejecutivo, cuyo primer ministro en funciones, Mustafá al Kazemi, ha pedido a la multitud que proteste de forma pacífica y a las fuerzas de seguridad que protejan las sedes oficiales y las embajadas de la Zona Verde. Por su parte, el movimiento encabezado por Al Sadr ha responsabilizado de la tensión al bloque rival, al que acusa de corrupción y de «haber robado dinero de Irak».
Aunque los sadristas ganaron las elecciones del pasado octubre, las trabas aplicadas posteriormente por el Marco de Coordinación a cualquier negociación ha impedido la formación de un Gobierno estable, lo que llevó a los 73 diputados del grupo dirigido por el clérigo a retirarse del Parlamento en junio. El sistema político iraquí incluye a suníes, chiíes y kurdos, pero la capacidad de compartir el poder se ha ido diluyendo por la corrupción y los intereses propios de cada facción. El país convocó sus primeras elecciones democráticas en 2005 tras la invasión dos años antes de Estados Unidos que terminó con el régimen de Sadam Hussein.
Pese a su retirada, Al Sadr ha seguido convocando a sus fieles a movilizaciones públicas donde denuncia las prácticas políticas corruptas y exige la reanudación de las conversaciones para formar el Gobierno. La más multitudinaria se produjo a mediados de este mes de julio, cuando reunió a cientos de miles de seguidores. En la protesta de este sábado, el Gobierno ha ordenado el despliegue de unidades especiales de la Policía no solo en la capital sino en otras ciudades ante el temor a que las marchas de descontento se extiendan por el país. Mustafá al Kazemi ha advertido que los agentes están capacitados para «tomar todas las medidas legales a la hora de mantener el orden».
Las organizaciones civiles se muestran muy preocupadas ante la posibilidad de una deriva violenta del enfrentamiento político. La creciente inestabilidad y el prolongado vacío a la hora de tomar decisiones de calado han provocado un profundo hartazgo de la población. La epidemia del coronavirus ha colapsado el sistema sanitario y obligado a cerrar miles de negocios en los últimos dos años. El desempleo se multiplica, los estudiantes protestan por la falta de becas y el endeudamiento del Estado ha imposibilitado cumplir con el pago de los salarios sociales y las pensiones. Todo ello ha conducido a que el nivel de pobreza haya aumentado del 20% de 2018 a un 30% el año pasado. Políticamente, la frustración también se va ensanchando. Los iraquíes se quejan del intervencionismo de Estados Unidos e Irán en la política local y, por si fuera poco, el estancamiento gubernamental ha impedido que Irak pudiera aprovecharse del alza de los precios del petróleo debido a la guerra ruso-ucraniana pese a ser el segundo productor de crudo en el mundo.
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