Miguel Pérez
Lunes, 18 de abril 2022, 23:07
Mariúpol «ya no existe». Así lo certificó este lunes el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitri Kuleba, en lo que parecen ser las horas póstumas de la ciudad más castigada de la guerra en la exrepública soviética. El propio Ministerio de Defensa admitió que «toda» ... la localidad aún no ha sido tomada por los rusos, pero apenas la resistencia queda ya concentrada en un número relativamente escaso de soldados y voluntarios acorralados alrededor de una antigua factoría, un episodio que recuerda a la defensa del almacén Shiang durante la batalla de Shanghái en 1937.
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Por primera vez en este asedio, el Gobierno de Kiev añadió un grueso velo de pesimismo a la épica de la resistencia. Reconoce que la «situación militar» es «dura» y «descorazonadora». «Lo que queda del Ejército ucraniano y un gran grupo de civiles está básicamente rodeado por las fuerzas rusas. Continúan su lucha, pero parece, por la forma en la que se comporta el Ejército ruso en Mariúpol, que han decidido arrasar la ciudad hasta los cimientos a cualquier precio», manifestó Kuleba.
Las autoridades locales hicieron un llamamiento a los más de 100.000 ciudadanos atrapados en la ciudad para que «escapen cuanto antes como puedan». En las últimas 48 horas ha sido imposible armar corredores humanitarios y los propios líderes regionales admiten que Mariúpol es una trampa para quienes huyen tras las voladuras de los puentes y las carreteras. Los moradores no solo tratan de zafarse de las bombas y las balas. No hay comida ni agua potable y en cambio en cualquier avenida pueden encontrarse cadáveres tirados en el suelo. «Es inhumano», sentenció ayer el presidente Volodímir Zelenski. Al menos, habría 20.000 civiles muertos según Kiev. El enclave portuario sufre ataques desde hace cincuenta días.
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El comandante de la 36ª Brigada Separada de Infantería de Marina, que recientemente realizó una llamada de socorro desesperada ante la eventualidad de que carecía de municiones para mantener la defensa, ha vuelto a reflejar en un comunicado en las redes sociales la desesperada situación de su unidad. Una brigada diezmada, ya que un millar de combatientes se rindió a finales de la semana pasada (según el Kremlin) o superó el cerco ruso para unirse al Batallón Azov (según el alto mando ucraniano).
«Los defensores de la ciudad han mantenido heroicamente la línea a pesar de la superioridad de las fuerzas enemigas», pero este esfuerzo «tiene un coste sobrehumano y grandes pérdidas. Necesitamos ayuda», implora el comandante Sergei Volyn, quien informa que las mujeres y los niños permanecen refugiados permanentemente en búnkeres militares donde no hay calefacción ni reservas de agua y alimentos. Según Volyn, muchos de ellos son familiares de soldados ucranianos que los invasores buscan para vengarse. «Nuestros heridos mueren a diario en una agonía insoportable, porque las medicinas, los desinfectantes y las opciones para aliviar el dolor han terminado hace mucho tiempo».
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La posibilidad de que el largo cerco no termine en un nuevo baño de sangre es cada día menor. Tras desoír el ultimatum de rendición lanzando por Rusia, el Ejecutivo de Kiev sólo ve dos opciones: una negociación in extremis o la recepción de equipos militares que permitan rearmar a los defensores. Pero las dos cuentan ahora con ínfimas opciones. Juegan contra el reloj. Las autoridades de Mariúpol consideran que la invasión total de la ciudad se producirá en algún momento de esta semana.
Y el Gobierno no cree que en ese plazo se retomen unas negociaciones con el Kremlin que están estancadas desde la masacre de Bucha. «No ha habido contactos con diplomáticos rusos a nivel del Ministerio de Exteriores», confirmó ayer Kuleba. Tanto el jefe de la diplomacia kievita como Zelenski confían en una próxima visita del presidente estadounidense –Biden declaró este fin de semana su predisposición–, no solo por lo que supondría como respaldo internacional sino para intentar acelerar el envío de armas, que en general no parece satisfacer al líder ucraniano. Una vez más, este lunes se quejó de que algunos países occidentales deberían hacerle llegar armas con más rapidez, pese a que cuatro aviones cargados de material estadounidense aterrizaron en Ucrania. En los «próximos días», el Pentágono formará además a los militares ucranianos en el manejo de cañones M777 Howitzer, las piezas de artillería de última generación que usa la OTAN.
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No obstante, parece muy probable que este equipamiento no llegará a tiempo de salvar Mariúpol, que caería dos meses después de iniciado su cerco, en el asedio más brutal de toda esta guerra. No en vano, la importancia de este enclave es fundamental para los intereses rusos. En el terreno económico se haría con el principal centro de la industria pesada y fabricación naval del país, además del mayor puerto comercial del mar de Azov. desde aquí, Ucrania enviaba grano y maquinaria pesada a Europa y Oriente Medio. Pero, además, la ciudad tiene otro significado simbólico para los rusos. Resistió a su Ejército al inicio de la guerra en el Donbás en 2014 y es la sede del Batallón Azov, los «nazis» que Rusia quiere eliminar.
Asediada desde el 17 de marzo por tierra y aire, en Mariúpol casi no queda piedra sobre piedra. Los rusos están ya dentro y todo el mundo la da por perdida, menos el Pentágono. Según su portavoz, John Kirby, la ciudad está «aislada» pero sigue «disputada». A los rusos no les bastará con acabar con el último remanente de tropas del Ejército ucraniano, acorraladas en una fábrica, que se han negado a rendirse pese a las fieras amenazas de destriparlos vivos si no se rinden cuando sean capturados. Tendrán que disputar Mariúpol casa por casa. Los batallones rusos entran y salen de la ciudad después de cada asalto. «Nuestra evaluación es que sigue disputada», insistió solemne el portavoz del Pentágono a un grupo de periodistas, informa Mercedes Gallego.
Hasta el presidente Volodímir Zelenski la da ya por perdida, pero a lo largo de los 55 días de guerra transcurridos Washington ha aprendido a no subestimar el coraje de los ucranianos. En ese tiempo han contado 660 misiles y 76 «grupos de batallones tácticos», a los que Moscú acaba de añadir otros once. El peor asedio está ahora en Járkov, pero la población que sigue en atención aérea a Mariúpol al concentrar el grueso de la furia de la artillería y los bombardeos rusos es Pospasna, cerca de Donetsk.
Todas las tropas rusas están ahora concentradas al este y al sur de Ucrania, tras un repliegue táctico que sigue a un cambio de estrategia: Rusia pretende ahora consolidar su dominio en la región del Donbás y unirla con la península de Crimea. «No sabemos si han decidido tomarla en paralelo al asedio de las otras zonas o por partes», dijo Kirby. «No podemos leer la mente de los rusos». Lo que sí saben es contar impactos. Más de 200 objetivos en 24 horas, en línea con la intensidad que han visto desde que comenzó la invasión. No hay respiro para Mariúpol, cuya caída la mayor parte de las fuentes cree inminente. «Si cae liberará una docena de grupos de batallones tácticos para luchar en otras partes del sur y del este del país», estima el Pentágono, no sin antes advertir de que ese «si cae» va en mayúsculas y es una gran interrogante, «porque los ucranianos están luchando muy, muy duro».
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