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CORRESPONSAL. LONDRES
Lunes, 12 de diciembre 2022, 20:08
El primer ministro británico, Rishi Sunak, y su titular de Exteriores, James Cleverly, no impulsarán en las próximas semanas la tramitación de una ley que permitiría a Londres abolir cláusulas pactadas con la Unión Europea en el acuerdo del Brexit. Creen, según el diario 'The ... Sunday Times', que es posible llegar a un entendimiento con Bruselas sobre el Protocolo irlandés.
Tras su última conversación telefónica con Cleverly, el vicepresidente de la Comisión y responsable de la negociación de las secuelas del Brexit, Maros Sefcovic, afirmó que los comités técnicos que se han reunido estas semanas están dispuestos a «doblar sus esfuerzos». «Quiero aprovechar al máximo está clara oportunidad», subrayó el político eslovaco.
El Protocolo es el mayor obstáculo para normalizar las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea. Investigadores británicos no pueden participar en el programa Horizon. Favorecer los intercambios de jóvenes británicos y comunitarios es otro proyecto bloqueado, por la desconfianza de la Comisión a negociar con Londres mientras tramita una ley que se burla de previos acuerdos.
El papel destacado del Reino Unido en la guerra de Ucrania ha favorecido el frecuente diálogo entre dirigentes, y el relevo de Boris Johnson y Liz Truss por Rishi Sunak ha mejorado la atmósfera, según los gobernantes en Bruselas, Dublín y Londres. El deshielo había comenzado en el breve mandato de Truss y se ha acelerado con la diplomacia de Sunak.
Resolver el enredo irlandés, el único territorio europeo en el que una parte pertenece a la Unión Europea y la otra a otro país, el Reino Unido, iba a ser siempre complicado. Las circunstancias de la región -segregada entre católicos y protestantes, dividida políticamente entre probritánicos y proirlandeses, escenario de varios ciclos de conflicto violento en la historia de la isla- añaden complejidad.
La oportunidad para resolver el encono heredado del Brexit es fechada en el principio de 2023 porque el 10 de abril se cumple un cuarto de siglo de la firma del Acuerdo de Belfast, o del Viernes Santo. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, muy orgulloso de sus raíces irlandesas, quiere sumarse en persona a la celebración del aniversario de una paz a la que contribuyó su predecesor, Bill Clinton.
Aquel compromiso en 1998 entre todas las partes significativas, salvo el Partido Democrático Unionista (DUP), para compartir las instituciones autonómicas en Irlanda del Norte y fomentar las relaciones entre norte y sur, facilitó la drástica reducción de la violencia. Pero el Gobierno de la región se ha quebrado a menudo y está ahora también suspendido.
El líder del DUP, sir Jeffrey Donaldson, abandonó aquella noche de abril el edificio donde se negociaba el acuerdo cuando confirmó que su líder, el futuro premio Nobel, David Trimble, iba a suscribirlo. Dejó después el partido, el Unionista del Ulster (UUP), y se unió al DUP. Ha derrumbado las instituciones porque no acepta el Protocolo, que según él, ha provocado «la alienación de los unionistas con respecto al sistema».
Es cierto. En un reciente sondeo, el 80% de los unionistas no quiere que el DUP ceda en su rechazo del Protocolo. En un encuentro reciente con corresponsales extranjeros, Donaldson apelaba a la Comisión Europea para que adoptase el principio del consenso con el fin de resolver pronto este peligroso impasse. Es el principio fundador de la UE y también el que hizo posible el Acuerdo de paz en 1998, recordó.
Hace diez días, el servicio aduanero británico afirmó que su nueva base de datos, compartida en directo con la UE, sobre el movimiento de mercancías entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, muestra que más del 85% se queda en la región. El control de cargas ilegítimas con destino al mercado común del sur de Irlanda sería relativamente sencillo; los trámites que exige la UE podrían simplificarse.
Pero hay otros aspectos -aplicación desigual del IVA, subsidios, papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea- que han sido hasta ahora intratables. También el hecho de que la población de Irlanda del Norte, en su mayoría contraria al Brexit, tenga que aceptar las normas de la UE que afectan a su economía sin tener voz ni voto en su creación.
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