M. Pérez
Sábado, 9 de marzo 2024, 19:15
El expiloto austriaco Gerhard Berger corrió 210 grandes premios de Fórmula-1 hasta su retirada en 1997. Dos veces quedó en el tercer puesto del Mundial a los mandos de un Ferrari. Pero en el Gran Premio de San Marino (Italia) de 1995 perdió la ... carrera más singular de su historial. Fue contra su propio Ferrari 512M Testarrosa. Un ladrón se apoderó de él en Imola. Ni corto ni perezoso, Berger le persiguió en un Volkswagen Golf. Hasta que, naturalmente, vio desaparecer su trasera en el horizonte.
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Pues bien, ahora podrá recuperarlo... 29 años después. Scotland Yard lo ha localizado en Londres, cuando estaba a punto de ser embarcado hacia Estados Unidos, donde un comprador lo había adquirido a un intermediario británico, también piloto. La transacción era la primera pista que se tenía de él en tres décadas y la Policía Metropolitana la aprovechó bien. Desde el robo en Imola, solo se sabe que ha permanecido en Japón y, quien quiera que lo tuviera allí, logró que pasara desapercibido pese a tratarse de un modelo del que únicamente existen 501 unidades en el mundo y que todas las policías internacionales conocían su número de serie.
San Marino. Abril de 1995. Damon Hill, al volante de su Renault, arrebató la victoria a los dos Ferrari conducidos por Gerhard Berger y Jean Alesi durante un fin de semana que se vivió con enorme intensidad dentro y fuera del circuito. Porque a los dos conductores del 'cavallino rampante' un grupo de ladrones les robó sus coches prácticamente delante de las narices. Dos vehículos muy exclusivos, regalo naturalmente de Ferrari. El de Berger, un 512M rojo valorado en casi medio millón de euros. El de Alesi, un F355 plateado, la flecha de plata. De éste no se ha vuelto a saber nada.
Existen dos versiones sobre el robo y ni siquiera las hemerotecas de la época coinciden. Según una de ellas, los ladrones se apoderaron de los vehículos en el garaje del hotel donde habían sido alojados ambos pilotos y a punto estuvieron de atropellar al austriaco, que presenció toda la escena e intentó detenerles. La segunda versión sitúa la sustracción en el propio circuito. Después de la carrera, alguien avisa a Berger de que su coche está siendo robado y llega al aparcamiento a tiempo de ver cómo se lo llevan. Lo único en que coinciden las versiones es que el piloto se subió al Volksgawen Golf de un amigo y corrió en persecución del Ferrari. Sin éxito, claro. El Testarrosa alcanzaba los 315 kilómetros por hora, con una aceleración de 0 a 160 km/h en 11 segundos.
Todo lo que se descubrió entonces es que el asalto fue probablemente obra de una banda internacional que, pocos días más tarde, envió el vehículo a Japón. Cabe pensar que algún coleccionista caprichoso ha disfrutado largo tiempo de este icono de los años 80 y 90, sínonimo de exclusividad, lujo y glamour gracias a series como 'Magnun' y 'Miami Vice' o películas al estilo de 'Esencia de mujer', donde un invidente Al Pacino se permite el lujo de comprar un Ferrari Mondial Cabriolet solo para escuchar el ruido del motor. Incluso en 1989 el Testarrosa apareció compitiendo contra el Batmóvil en las páginas de un cómic.
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El Ferrari de Berger regresó a Europa a finales del año pasado. Un experto de la casa dio la voz de alarma tras haber sido contratado para efectuar una revisión a un modelo que acababa de comprar un coleccionista estadounidense. Al perito le resultó sospechoso y lo comunicó a la Policía Metropolitana, que ha tardado solo cuatro días en confirmar que es el mismo Testarrosa robado en Imola. Al parecer, quien lo había estado usando todos loa años anteriores ni siquiera había modificado los detalles exclusivos del coche de Berger especificados en la hoja de denuncia.
Diseñado por la firma Pininfarina, la primera versión del Testarrosa comenzó a fabricarse en 1984. Causó tal impacto que revolucionó las fantasías de muchos adultos, las ilusiones de no menos adolescentes y la infancia de miles y miles de niños en medio de un mercado de juguetes inundado por pequeños Testarrosa en miniatura. Hubo varias variantes. La 512M de Berger –de la que se construyeron 501 unidades– salió de la factoría entre 1994 y 1996; es decir, al piloto austriaco se lo robaron cuando todavía olía a cuero reciente. El mítico Enzo Ferrari nunca llegó a verla. Murió en 1988.
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Puede parecer que el hallazgo del deportivo 29 años después es un milagro de las cuatro ruedas. Pero no constituye el primer caso en Ferrari. El Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos localizó en 2015 un 308 GTS robado en 1987 en un aparcamiento de Orange (California). El coche, que nunca logró la fama del Testarrosa, iba a ser embarcado hacia Polonia. Solo tenía 75.000 kilómetros lo que, a criterio de los investigadores, indicaba que había permanecido largo tiempo guardado en un garaje. Solo para los ojos del propietario.
Otro caso parecido es el de un Ferrari Mondial sustraido en 1987 en Holanda que fue localizado treinta años más tarde en el fondo de un canal de Ámsterdam. El Mondial destacaba por su motor central trasero y un sofisticado diseño muy propio de la casa del 'cavallino rampante'. Solo se fabricaron 2.000 unidades como la versión enterrada bajo el agua y el lodo.
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Si bien es cierto que la Policía holandesa siguió la pista del deportivo hasta 1994, luego el caso se olvidó, Incluso el propietario había cobrado la póliza del seguro. En el verano de 2017 llegó la sorpresa. Un equipo de buzos del Cuerpo de Bomberos realizaba un entrenamiento cuando se percató de la existencia de un Ferrari rojo en el lecho fluvial. El Mondial estaba absolutamente destrozado, con el capó separado y la carrocería y el motor corroídos por el óxido. Terminó en un desguace, donde su dueño recibió durante un tiempo las llamadas de fanáticos que querían comprar las piezas como elementos de decoración.
El Testarrosa siempre ha sido un rango aparte. La joya. El de Berger supera los 450.000 euros y hay modelos en venta en internet por cantidades superiores. Otros, en cambio, resultaron más ventajosos. En 2017, una versión de 1989 se vendió por 110.000 euros en una subasta en Le Mans. El coche llevaba más veinte años debajo de una lona. Su dueño, un multimillonario francés apasionado del motor y propietario de una colección de vehículos de lujo nada desdeñable, viajo en 2003 a Saint Tropez, lo aparcó y allí lo dejó. A veces, pocas, esas cosas suceden. Diez años más tarde, el magnate falleció y, al parecer, transcurrió otra década hasta que su familia decidió sacarlo a la carretera de nuevo.
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Sin embargo, este tipo de 'olvidos' no es lo más frecuente. Tampoco la compañía de Maranello lo permite. A los compradores les exige lealtad y honestidad. No todo el mundo puede comprar un Testarrosa por mucho que abulte su billetera. Nigel Mansell tiene uno, regalo de la propia Ferrari; también el exjugador Michael Jordan o, ejem, el dictador haitiano Jean-Claude Duvalier.
A Eric Clapton le abren la puerta del concesionario cada vez que le ven dando la vuelta a la esquina. Posee cinco deportivos de la marca. Incluso en 2021 Pininfarina le dio al guitarrista británico la satisfacción de colaborar en el diseño de un modelo único, el SP12 EC, que, claro está, lleva sus iniciales. En la década de 1980, Michael Jackson, Sylvester Stallone y Diego Armando Maradona lograron que la escudería italiana rompieron la norma de la carrocería roja y recibieron un Testarrosa negro. Cuenta la leyenda que cuando el astro argentino se montó en el deportivo, lo primero que hizo fue preguntar por el equipo de música. «Es un auto de carreras, no tiene estéreo, no tiene aire acondicionado, no tiene nada», le respondió su manager.
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Pero, cuidado, también hay figuras muy populares a las que Ferrari ha vetado. En unos casos, por sus extravagancias; en otros, porque cree que les asocia con una mala imagen; y en algunos más, por patinazos inocentes. Según parece, el actor Nicolas Cage compró uno de los primeros Ferrari Enzo lanzados por la compañía de Maranello en honor a su legendario propietario y lo vendió tiempo después por un precio más bajo del real. La fábrica le cerró la puerta de inmediato. Lo mismo hizo con el rapero 50 Cent. A Ferrari le molestó que se quejara en las redes sociales por el mal funcionamiento de su F50 cuando luego se descubrió que todo obedecía a una falta de mantenimiento aguda. Tampoco le gustaron algunas conductas perjudiciales para la carrocería, como lavar el coche con champán.
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