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Anje Ribera
Martes, 26 de abril 2022, 00:38
Vladislav Avaev, Alexander Tyulyakov, Sergey Protosenya, Leonid Shulman, Mikhail Watford y Vasily Melnikov, todos oligarcas rusos, han sorprendido al acabar con sus existencias durante la guerra de Ucrania. No solo les unía su condición de millonarios cercanos a Vladímir Putin y su relación más o ... menos directa con la industria del gas. También tenían como denominador común sus posiciones contrarias a la invasión. Aparentemente se quitaron la vida. Todos en extrañas circunstancias dentro de sus lujosas residencias. Incluso en algún caso mataron antes a familiares.
Las distintas investigaciones policiales han conducido pronto hacia callejones sin salida, alimentando así teorías sobre asesinatos políticos o suicidios ampliados tras peleas domésticas por causas económicas después de perder sus inmensas fortunas debido a las sanciones impuestas por los países occidentales.
La macabra lista comenzó a escribirse en enero, antes de que se iniciara la contienda. Leonid Shulman, jefe del servicio de transporte de la gasística Gazprom de 60 años, fue encontrado muerto en el baño de una casa de campo en la región de Leningrado. Junto a su cadáver la Policía halló una nota que confirmaba su suicidio.
El 25 de febrero, un día después de que las tropas del Kremlin violaran la frontera ucraniana, el director general adjunto del Centro de Asentamiento Unificado para la Seguridad Corporativa de la misma firma, Alexander Tyulyakov, fue encontrado colgado de una viga del garaje de una casa de campo, cerca de San Petersburgo. Asimismo, existía una carta anunciando que había decidido poner fin a su vida.
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Mikhail Watford, nacido como Mikhail Tolstosheya en Ucrania en 1955, fue localizado ahorcado en su casa británica de Surrey tres días después. Era otro de los grandes magnates del petróleo y el gas. El cuerpo sin vida fue hallado por un jardinero en ausencia de su esposa y sus tres hijos. Aparentemente él mismo decidió decir a adiós a este mundo.
Ya en marzo, concretamente el día 24, el periódico 'Kommersant' informó sobre el fallecimiento del multimillonario Vasily Melnikov en su apartamento de lujo en Nizhny Novgorod, la sexta ciudad más grande de Rusia. Junto al cadáver de Melnikov, quien supuestamente trabajaba para la firma médica MedStom, se encontraron también los de su esposa y sus dos hijos, de 10 y 4 años. Todos presentaban heridas realizadas con cuchillos presentes en la escena del crimen. Según el medio de comunicación ucraniano Glavred, la empresa de Melnikov sufría enormes pérdidas debido a las sanciones.
Los dos últimos oligarcas rusos que dijeron adiós a esta vida eligieron para ello la semana pasada, aunque separados por 3.500 kilómetros. El día 18, el exvicepresidente del banco Gazprombank, Vladislav Avaev, fue encontrado muerto por un pariente en su apartamento multimillonario en Universitetsky Prospekt en Moscú, junto con su esposa e hija de 13 años. El piso estaba cerrado por dentro y Avaev portaba una pistola en una mano.
Por último, un día después, Sergey Protosenya, ex alto directivo de Novatek, al parecer mató a su esposa y su hija antes de quitarse la vida en una villa alquilada en la localidad catalana de Lloret de Mar para las vacaciones por Semana Santa. El millonario de 55 años fue localizado ahorcado en el jardín, mientras que sus familiares yacían en sus camas con heridas de arma blanca.
Es inevitable. Cualquier extraña muerte de un opositor del Kremlin despierta sospechas. Han sido abundantes los casos, algunos con repercusión mundial. En la memoria colectiva sobrevive la terrible agonía de Aleksander Litvinenko, víctima de polonio-210. El exmiembro del servicio secreto, también agente doble para el servicio secreto británico (MI6), fue acusado de traición al Estado, un pecado que se paga con la muerte en Moscú.
En 2000 se vio obligado a huir a Gran Bretaña, donde comenzó a trabajar como consultor de seguridad para inversionistas. El 1 de noviembre de 2006 se reunió en Londres con el académico italiano Mario Scaramella. En un restaurante comió sushi mientras su compañero de mesa solo tomó agua. Luego se dirigió al bar del Hotel Millennium, donde se encontró con dos exagentes rusos que, se sospecha, lo envenenaron mientras tomaban té. El 3 de noviembre fue internado con vómitos y mucho dolor. Había sido envenenado. Murió veinte días después.
Más suerte tuvieron el exespía Sergei Skripal y su hija Yulia, después de que una dosis del neurotóxico Novichok fuera rociado en la manilla de la puerta de la casa; Alexei Navalny, principal opositor de Putin envenenado con una botella de agua, o Viktor Yushchenko, el presidente de Ucrania que casi muere por la dioxina TCDD.
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