iñigo gurruchaga
Londres
Jueves, 7 de julio 2022
La renuncia de Boris Johnson a seguir siendo líder del Partido Conservador es la consecuencia de un empeño «excéntrico» de su formación en cambiar el Gobierno, de un «movimiento de rebaño, que, cuando se mueve, se mueve», según el aún primer ministro. El líder británico ... dimite pero no reconoce haber cometido errores. Son los diputados, según él, los que fuerzan su marcha actuando de manera absurda y necia.
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Es una historia repetida. Tras pedir disculpas al Parlamento cuando se conocieron detalles de su papel en la quiebra de las reglas de confinamiento durante la pandemia en su oficina de Downing Street, Johnson acudió a una reunión del Comité 1922, que agrupa a los parlamentarios 'tories', y les dijo que, en las mismas circunstancias, actuaría de idéntica manera.
Presentaba el primer ministro en televisión una galería de restricciones a la libertad de los ciudadanos, las incumplía poco después y argumentaba que acudió a fiestas de sus empleados por motivos de trabajo, pues la tarea de un líder es estimular la moral de la plantilla. No se le ocurre, al parecer, que evitar que la sede del Gobierno se convierta en un invernadero de covid es una forma mejor de liderazgo.
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La acumulación de episodios de ese tipo es la principal razón de la revuelta contra Johnson, que se permitió especular sobre el programa de su Ejecutivo en un tercer mandato ante los periodistas que viajaron en su avión oficial, en una larga gira por cumbres de la Commonwealth, el G7 y la OTAN, en el final de junio. Aterrizó en Londres e inmediatamente la política del país se sumía en un nuevo escándalo.
Que un diputado gay, con cargo en la gestión del grupo parlamentario, acose borracho a dos hombres en un club de 'gentlemen' es un episodio ridículo para desencadenar la destitución de un jefe de Gobierno. La investigación de la Policía y la suspensión del supuesto culpable bastarían. Pero en el Reino Unido de Johnson la farsa es la dieta diaria. Se descubrió que le había promovido a pesar de conocer otros incidentes escabrosos. Johnson lo negó. Su manera de dirigir el país ha dañado el prestigio del sistema del Reino Unido en el mundo, pero esta fase final ha tenido sabor clásico. Un prestigiado exfuncionario y diplomático, sir Simon McDonald, afirmó el lunes que Johnson fue informado de posibles delitos del diputado antes de que él lo promoviese. Fue la mecha de una explosión de hartazgo en el grupo parlamentario.
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La onda se extendió al Gabinete y llegó a la oficina del 'premier' en la noche del miércoles, cuando dos ministras fieles, la de Interior, Priti Patel, y la Abogada General del Estado, Suella Braverman, pidieron públicamente su renuncia, confirmando su intención de seguir ejerciendo sus funciones durante el proceso que desemboque en la elección de un nuevo líder.
Con su dimisión, se ahorra la humillación de desnudar su debilidad en el Parlamento. Es «doloroso» para él abandonar «el mejor trabajo del mundo». Hombre culto, disfrutaba con las conversaciones con mandatarios de otros países, a los que entretenía con su conocimiento de la historia local. Boris Johnson no es Donald Trump. En la cumbre de la OTAN en Madrid pasó un buen rato viendo cuadros de El Prado.
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Deja su cargo en circunstancias difíciles. Las consecuencias económicas del Brexit se sobreponen al endeudamiento comprometido durante la pandemia y a los problemas de logística, personal e inflación de precios de combustibles y alimentos. No es sencillo separar causas y efectos, pero la suma es preocupante. El apoyo a Ucrania requiere también notable gasto público.
El Partido Conservador tiene ahora que ofrecer una gobernación atractiva para los votantes en las elecciones generales de 2024, tras desbancar al líder elegido hace tres años como único diputado capaz de poder ganar en las urnas. Aquel candidato, Boris Johnson, advertía en su campaña, en la primavera y verano de 2019, que el partido corría peligro de muerte.
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Johnson veía un riesgo existencial para el Partido Conservador en un momento de gran crisis en torno al Brexit. Un Parlamento con mayoría de escaños partidarios de la permanencia en la Unión Europea se había estancado durante el liderazgo de Theresa May. La división atravesaba también al grupo parlamentario 'tory' y a la sociedad británica en su conjunto.
La 'Dama de Hierro'. Tras once años en el poder y quince al frente del Partido Conservador, Thatcher dimitió con su popularidad por los suelos. Durante su mandato, encendió la llama patriótica con la guerra las Malvinas y sus drásticas reformas económicas provocaron conflictos con los trabajadores. Fue famoso fue su enfrentamiento con los mineros.
Ministro de Hacienda con Thatcher, asumió el liderazgo 'tory' en un momento de división por la lucha interna que destronó a la 'premier'. Con su liderazgo siempre puesto en cuestión, dimitió tras siete años al frente del partido tras sufrir la mayor derrota electoral de los conservadores desde 1832. No retornarían al poder hasta 2010, con David Cameron como candidato.
De corte populista, David Cameron pasará a la historia del Reino Unido como el 'premier' que convocó la consulta del Brexit. Sin embargo, hizo campaña por la permanencia en la Unión Europea. Tras ganar la opción del 'Leave', presentó su dimisión como jefe del Gobierno británico y unos meses después abandonó también su escaño en la Cámara de los Comunes.
Pese a ser contraria a la escisión del Reino Unido de la UE, Theresa May, que ha dedicado la mitad de su vida al Partido Conservador, asumió la difícil tarea de llevar a cabo el Brexit. Hasta tres veces fue rechazado su Acuerdo de Salida, que trató de consensuar con la oposición, lo que le llevó a abandonar el cargo entre lágrimas. Fue sucedida por Boris Johnson.
La purga drástica de conservadores eurófilos ejecutada por Johnson, e inspirada por su principal asesor, Dominic Cummings, debilitó aún más al Gabinete. Pero la oposición rechazó un pacto que llevase a la jefatura del Gobierno al laborista radical Jeremy Corbyn. El estancamiento permitió a Johnson ganar las elecciones de diciembre de 2019 con la promesa de «terminar el Brexit».
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La revolución iniciada por David Cameron con los referéndums de 2014 en Escocia y sobre la marcha de la UE en 2016 han cambiado la política británica. En la nación norteña la hegemonía de los independentistas del Partido Nacional Escocés(SNP) se ha consolidado a pesar de su derrota en la consulta. Es el tercer partido en la Cámara de los Comunes y persiste en la separación.
El Brexit, apoyado en regiones del norte y del centro de Inglaterra, ha transformado al Partido Conservador. El proyecto político más ambicioso de Johnson ha sido la reducción de los desequilibrios económicos del país. Su formación no hubiese obtenido mayoría holgada sin ese compromiso con las bases del Brexit, que arrinconó al eurófobo UKIP de Nigel Farage, que mordía ese electorado.
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Su confuso liderazgo ha querido mantener la difícil unidad de las diferentes corrientes. Los diputados del norte piden inversiones públicas, mejoras en los servicios, protagonismo en la política de Westminster. La tendencia que defiende una economía de bajos impuestos y menor intervención del Estado sigue siendo poderosa, tres décadas después del fin del mandato de Margaret Thatcher.
El nuevo líder tiene que unificar a su grupo parlamentario y tendrá retos complejos en el corto plazo: la resolución del enfrentamiento con la UE por los controles aduaneros en Irlanda del Norte y el último intento de impedir el tránsito de inmigrantes y refugiados en el Canal de la Mancha, deportándolos a Ruanda, se han cargado de pasiones.
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Las políticas de igualación económica del país, de acceso a la vivienda o de la sanidad pública requieren estrategias a largo plazo. Y sobre el sistema de gobernación se proyecta la persistente crítica de Cummings de que el sistema está podrido por la insistencia de partidos y medios de comunicación en una política de narrativas, en lugar de basar la administración pública en evidencias empíricas. Pero el problema inminente de los conservadores es que numerosos diputados y ministros están proponiéndose como candidatos para sustituir al único líder que hace tres años era percibido como capaz de ganar unas elecciones. Ninguno se acerca a su carisma.
Irlanda
El primer ministro irlandés, Micheál Martin, pidió este jueves al Gobierno británico que abandone las «acciones unilaterales» y retome las negociaciones del Brexit con Dublín y Bruselas. Tras conocer la dimisión de Boris Johnson, el político irlandés insistió en que Reino Unido e Irlanda deben «trabajar en estrecha cooperación» para asegurar «la paz y prosperidad» de los dos países. La relación con Johnson «ha sido tensa», apuntó Martin, y con su salida se abre una «ventana de oportunidad para recuperar el espíritu de la colaboración y del respeto mutuo para respaldar los logros del Acuerdo de Viernes Santo».
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Escocia
La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, sostuvo este jueves que Boris Johnson «siempre ha sido manifiestamente incapaz» para su cargo y predijo que «habrá un sentimiento generalizado de alivio cuando termine el caos de los últimos días y meses». Sturgeon apoyó a los conservadores británicos que piden la salida urgente del 'premier' del Gabinete, puesto que «la noción de que continúe como primer ministro hasta otoño está lejos de ser ideal y no es sostenible». A su juicio, la renuncia de Johnson es una muestra de que «el sistema en Westminster está roto; ninguno de los primeros ministros alternativos 'tories' sería elegido en Escocia».
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