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Hillary Clinton, durante su intervención en el congreso. Reuters

Hillary entrega el testigo a Kamala: «Cuando una barrera cae para una de nosotras, cae y despeja el camino para todas»

Biden repasa su legado para dejar claros los esfuerzos de una vida en el gobierno

Mercedes Gallego

Enviada especial. Chicago

Martes, 20 de agosto 2024, 08:50

Los hombres también lloran. Joe Biden, de 81 años, al que su hija Ashley recordó llorando en su boda, se sacó anoche el pañuelo para enjugarse las lágrimas cuando esta describió «el extraordinario viaje» de haber sido testigo de su dilatada carrera. Para entonces Tim Walz, vicepresidente de Kamala Harris, ya apretaba los labios con los ojos brillantes, y el primer caballero, Douglas Emhoff, se unía al coro de pañuelos, mientras su esposa aguantaba el tipo, porque había sido Hillary Clinton la que anoche emocionó a las mujeres.

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En 2016 se le escurrió de entre los dedos la oportunidad de ser la primera presidenta de Estados Unidos, pero puso casi 66 millones de grietas «en el más alto y más duro techo de cristal» que tenga su género. Anoche les anunció que por fin están a punto de romper ese techo «de una vez por todas», les prometió. «Quiero deciros lo que veo a través de todas estas grietas y por qué importa tanto para todas y cada una de nosotras: veo libertad, la de tomar nuestras propias decisiones sobre nuestra salud, sobre nuestras vidas, sobre quien amamos y sobre nuestras familias. La libertad de trabajar con dignidad y prosperar, de decir lo que pensamos libre y honestamente, sin miedo a la intimidación de la violencia y la injusticia, del caos y la corrupción. Veo la libertad de mirar a nuestros hijos a los ojos y decirles: en Estados Unidos podéis llegar tan lejos como vuestro trabajo y vuestro talento os lleve».

Han pasado ocho años desde aquel día en que un magnate deslenguado e irreverente saltó de los tabloides a la política y venció inesperadamente a la heredera de un clan que parecía llamada a hacer historia y, a la vez, a dar continuidad al sistema. En lugar de eso, los estadounidenses decidieron en las urnas que no querían un político tradicional, sino al nuevo populista que sacudió todos los cánones para manejar al mundo tal y cómo hacía con las mujeres, a las que metía mano por los genitales cuando le apetecía, sin pedirles permiso.

«Donald Trump se durmió en su propio juicio»

La exfiscal californiana se enfrentará en noviembre a ese abusador confeso y delincuente convicto. Trump la considera «una mujer muy bella», ha dicho ya en varias ocasiones, en las que también descalifica su intelecto. «Hillary era distinto, ella era muy inteligente», la denigró en conferencia de prensa.

Clinton, de 76 años, no dejó pasar la oportunidad de atacarle y burlarse de él. Tras haber echado a Biden de la partida atacando certeramente su senilidad, ahora le toca a él ser el anciano de la campaña. «Donald Trump se durmió en su propio juicio. Y para cuando se despertó, había hecho historia a su manera: es la primera persona en presentarse a la presidencia convicto de 34 delitos».

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Para Biden, la noche era una despedida. Una oportunidad de defender su propio legado y darse un cariñoso baño de masas, que empezó con una ovación de cuatro minutos y medio al grito de «¡Gracias, Joe, Te queremos!», coreaba el público del United Center. Clinton también tuvo la suya, pero aunque ambos pasaban el testigo a la vicepresidenta, presente en el pabellón, es la ex primera dama la que goza de la autoridad moral para sanar las heridas de los millones de mujeres que en 2016 pusieron en ella todas sus esperanzas de redención.

«¿Y sabéis qué veo al otro lado de ese techo de cristal? A Kamala Harris levantando la mano y tomando el juramento del cargo como nuestra 47 presidente de Estados Unidos», las animó. «Porque, amigas mías, cuando una barrera cae para una de nosotras, cae y despeja el camino para todas».

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Lo decía como la mujer que la precedió en esa empresa sin acabar, pero también como la abogada que trabajó con ella defendiendo a niños víctimas de abusos. «El tipo de trabajo que cambia a una persona», explicó. Por eso está convencida de que como presidenta, Harris «siempre nos guardará las espaldas y luchará por nosotras». Su propuesta es continuar el legado de Biden para rescatar a la clase media, reduciendo el coste de la vida, mejorando sus salarios y, «por supuesto», prometió Clinton «restaurará el derecho al aborto a nivel nacional».

Ayer, su marido, Bill Clinton, cumplía 78 años, pero no le toca hablar hasta mañana miércoles. Era el turno de la mujer que nunca pudo desprenderse de su sombra para ganar la presidencia por méritos propios, sino que cargó con sus pecados y fue vista por la opinión pública como una esposa ambiciosa y calculadora, que había aguantado en el matrimonio para cobrarse el despecho de sus infidelidades con una cuota de poder.

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El poder al que también renuncia Biden, quien no ocultó su frustración por haber sido visto «como demasiado viejo para seguir siendo presidente». Llevaba meses preparando ese discurso, que ha tenido que actualizar en las últimas tres semanas para incluir a su segunda en los logros de gobierno que quería destacar. Biden se va, ni siquiera estará en Chicago durante los tres días de Convención que quedan hasta la coronación de Harris, pero quiso dejar algo muy claro, para su país y para la historia: «América, América, te he dado lo mejor de mí mismo», remató lacónico.

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