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Mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Jueves, 13 de octubre 2022, 21:31
En junio de 2016 Hillary Clinton venció a Bernie Sanders en las primarias de California, irguiéndose cómo la nominada del Partido Demócrata para enfrentarse a Donald Trump. Eso, a pesar de que el Estado hervía entusiasmo por el senador socialista de Vermont, mientras que los ... hispanos con camisetas de los sindicatos hacían bulto en los mítines de los Clinton, a menudo acarreados en autobús.
Bastaba mirar al entonces senador estatal Kevin de León y a sus amigos del mundo político y sindical en el backstage de la Plaza de los Mariachis de Los Ángeles para imaginárselos en una habitación llena de humo repartiéndose la tarta del poder y riéndose despectivamente de sus rivales. Pero como escribió el informante que el domingo pasado colgó en Reddit una grabación de una hora con sus conversaciones, «todos nos imaginábamos que los sindicatos se acostaban con los concejales, pero una cosa es imaginárselo y otra oírlo».
La conversación, ocurrida hace un año, ha provocado un terremoto político en Los Ángeles, donde el lunes dimitió el presidente de la Federación Laboral del Condado de Los Ángeles, Ron Herrera, y el miércoles la concejala Nury Martínez. Sus comentarios racistas hacia negros e indígenas no eran inconveniente para que Herrera les prometiese conseguir que salieran elegidos.
La acompañaban en las carcajadas otros dos concejales, De León y Gil Cedillo, cuya dimisión ha pedido el diario 'Los Angeles Times con el apoyo unánime de importantes demócratas entre los que destacan el alcalde de Los Ángeles, el gobernador del Estado y hasta Joe Biden. «El presidente se alegra de ver que uno de los participantes en esa conversación ha dimitido, pero todos deberían de hacerlo», dijo sin cortapisas la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, que calificó el lenguaje utilizado de «inaceptable» y «horrorizante».
Mientras el clan se ponía de acuerdo para «masajear» la redistribución del mapa electoral para que sirviera a sus intereses, Martínez llamaba «putita» al concejal rival Mike Bonin, de cuyo hijo adoptivo de tres años, un afroamericano, decía que «tiene cara de changuito» (cerdito), y le describía como a un mono agarrado a las barras de las carrozas en las que habían desfilado por el Día de Martin Luther King. «Te dan ganas de decirle a la madre déjamelo un momento para llevármelo a la esquina (a darle una paliza), que ahora mismo te lo devuelvo», se reía. «Lo lleva colgado del brazo como si fuera tu bolso de Louis Vuitton», bromeaba De León.
Si ese y otros comentarios racistas han dejado horrorizados al país, el desprecio con el que se refiere a la población oaxaqueña que vive en el distrito de Korea Town ha herido al grueso de sus constituyentes, en una ciudad en la que casi el 50% de los habitantes se identifica cómo hispano. «Veo a mucha gente oscura y bajita allí, vete a saber de qué aldea viene esa gente y cómo ha llegado hasta aquí. Son tan feos… son horribles», dice en spanglish.
De León, que ha sido portavoz de la Asamblea Legislativa de California y candidato a la alcaldía de Los Ángeles, se resiste a dimitir con un comunicado en el que lamenta «parecer que condonaba sus palabras». El escándalo se suma al de otros concejales, como Jose Huizar, Mark Rindley Thomas y Mitchell Englander, encausados por fraude, corrupción, y sobornos, lo que ha llevado al principal diario de California a pedir que dejen paso «a una nueva generación de latinos que represente con honor a la ciudad».
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