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CAROLINE CONEJERO
NUEVA YORK
Sábado, 2 de julio 2022, 18:58
Justo cuando parecía que no podría empeorar más, la devastadora evidencia aportada esta semana a la Comisión del 6 de Enero por Cassidy Hutchinson, ayudante del jefe de gabinete de Trump, Mark Meadows, ha terminado por arruinar la imagen del expresidente durante las horas en ... las que una turba asaltó el Capitolio de Washington.
La becaria universitaria, que llegó a la Casa Blanca en el verano de 2018, con grandes ambiciones políticas y una esmerada diligencia, se había convertido en ayudante indispensable en una Administración plagada de intrigas. Tras su paso por las oficinas de lo más agreste del republicanismo del Congreso, incluidos Steve Scalise y el senador Ted Cruz, Hutchinson funcionaba de enlace con el Capitolio y, a poca distancia del Despacho Oval, estaba presente en todas las reuniones de Meadows.
Testigo de excepción, la joven de 26 años expuso ante la comisión la crónica minuciosa de las horas que estremecieron a los norteamericanos el 6 de enero de 2021. El relato de un presidente enajenado que, al ser advertido de que sus seguidores portaban armas de calibre alarmante, solo expresó preocupación por que el ángulo de las cámaras mostrase un lleno de público en la retransmisión de su discurso por televisión.
Un presidente fuera de control que trató de agarrar el volante del coche presidencial y se lanzó encolerizado al cuello de un agente del servicio secreto porque no se le permitía ir a la marcha por razones de seguridad. Un presidente que, tras arrojar con soberbia el almuerzo contra la pared del comedor del Despacho Oval, desertó durante horas de la responsabilidad de su cargo mientras veía por televisión las imágenes de violencia, con absoluto desinterés por las víctimas del asalto.
El testimonio de Hutchinson, que miembros del servicio de Trump intentan desmontar, es importante porque vincula directamente a Trump y a la Casa Blanca con las preparaciones del ataque al Capitolio, y establece que todos conocían de antemano el nivel de violencia potencial que podría desencadenar. Según este testimonio, Hutchinson tuvo conocimiento de los preparativos secretos del asalto por primera vez el 2 de enero, cuando acompañaba a su vehículo a un exaltado Rudy Giuliani tras una reunión con Meadows y otros en la Casa Blanca. El abogado acólito del presidente anunció que iban a marchar al Capitolio y «triunfar». La ayudante se lo comentó a Meadows y esté respondió que «estaban sucediendo muchas cosas, que podrían ponerse muy mal el 6 de enero».
Los informes de Inteligencia en la Casa Blanca advertían dos días antes, el 4 de enero, de la violencia que se avecinaba. El asesor de Seguridad Nacional, Robert O'Brien puso al tanto a Meadows, al Servicio Secreto y al adjunto de gabinete, Anthony Ornato, encargado de la seguridad del presidente.
Hutchinson explicó que el 5 de enero, Trump ordenó a Meadows ponerse en contacto con dos complicados seguidores, Roger Stone y el exgeneral Michael Flynn, recientemente indultados. Ambos ya estaban en Washington y Stone, especializado en operaciones sucias, se dejaba fotografiar ostentosamente con miembros de los Oath Keepers, como si fueran su guardia personal.
Meadows tenía que reunirse con Giuliani, John Eastman, –el presunto arquitecto legal del golpe– y otros en el Hotel Willard, donde habían establecido, a falta de un mejor nombre, la 'sala de guerra'. Hutchinson sugirió que podría ser inapropiado acudir, y al final Meadows se decidió por una llamada, en lugar de ir en persona.
Siguiendo el relato de la ayudante, a las 8.00 horas del 6 de enero los informes de Inteligencia advertían de la presencia de armas pesadas y chalecos antibalas entre la multitud que llegaba a la plaza de la Elipse, donde Trump y su cortejo darían un discurso antes de la marcha. A las 10.00, Hutchinson y Ornato hablaron con Meadows sobre las armas, pero el jefe de gabinete le restó importancia y solo quiso asegurarse de que el presidente también había sido informado.
Pero Trump estaba furioso por otras razones. Detrás del entarimado de la Elipse, se quejaba porque la gente, 'su gente', no llenaba la plaza para escuchar su discurso. La multitud estaba siendo revisada en los puntos de seguridad, donde se les incautaban las armas. El presidente exigía que desmontaran los detectores de metales y se franqueara el acceso libre a sus fieles.
El presidente no estaba dispuesto a permitir que se pusiera en peligro su acto final: no solo impedir la ceremonia oficial de certificación de Joe Biden como nuevo presidente de EE UU, sino marchar hasta el Capitolio con sus seguidores y dar un discurso en la Cámara para reafirmar su tesis de que el país vivía un fraude electoral inaceptable después de que él perdiera las elecciones.
Pero a las 13.10, después de su arenga en La Elipse, el servicio secreto ya había descartado la marcha del presidente y de vuelta a la Casa Blanca Trump perdía el control y trataba de atacar a sus guardaespaldas en el vehículo. Todavía habría que esperar tres largas horas de desesperantes intentos de persuasión por parte de aliados y familiares para que, finalmente, y después de una declaración de Joe Biden, se dignara a hacer algo. En un vídeo a las 16.17, el presidente pidió por fin a los violentos que se fueran a casa.
Al día siguiente, en medio de dimisiones y de conversaciones para invocar la Enmienda 25 y destituirle del cargo, Trump se dejó convencer para hacer un vídeo en el que volvió a negarse a condenar a los violentos y a admitir que las elecciones habían terminado. En los días siguientes, algunos involucrados pidieron un indulto presidencial, entre ellos Meadows, quien, a través de una organización conservadora que dirige, recibió un millón de dólares del comité político de Trump. Ornato, un leal ascendido del servicio secreto a alto ejecutivo de la Casa Blanca, ha negado el ataque del expresidente en el vehículo.
Cassidy Hutchinson, por su parte, recibió un mensaje advirtiéndole tácitamente que no cooperara con la Comisión por parte de un asociado de Mark Meadows. El texto fue exhibido al final de la audiencia pública de la Comisión para dar a conocer públicamente que muchos testigos continúan recibiendo intimidación.
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