La búsqueda del minisubmarino desaparecido mientras descendía hacia los restos del Titanic en el océano Atlántico ha generado una amplia controversia sobre la seguridad de este tipo de expediciones. ¿Misión científica o frivolidad para aventureros multimillonarios? ¿Puede la innovación y el «carácter experimental» disculpar la ... fiablidad necesaria en un viaje de alto riesgo? OceanGate, la empresa propietaria del Titan, ha rechazado todas las dudas y críticas que en las últimas 48 horas han surgido sobre la seguridad de esta expedición. Personas que han participado en anteriores inmersiones reconocen que en un primer vistazo la nave inspiraba escasa confianza e incluso la compañía había sido advertida por expertos navales sobre la existencia de riesgos. OceanGate, por el contrario, afirma que el sumergible está bien diseñado y cumplía todos los requisitos precisos en una travesía de esta envergadura. Tiene previstas 18 expediciones más.
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Pequeño y no apto para claustrofóbicos. Diseñado con el fin de soportar fuertes presiones submarinas, el sumergible está construido con fibra de carbono y titanio, mide 6,7 metros de eslora (la longitud media de un SUV oscila entre 4,7 y 5 metros), pesa diez toneladas y dispone solo de una ventana frontal. Los pasajeros ocupan la parte posterior del vehículo. Antes de entrar, deben dejar los zapatos fuera. Ahorro de espacio. Viajan sentados en el suelo (no hay asientos) hombro con hombro, en círculo bajo una luz muy tenue, y se turnan para mirar por el ojo de buey.
El descenso es lento. «Caes como una piedra durante dos horas y media», ha explicado el guionista de 'Los Simpson' Mike Reiss, que participó en la expedición de 2002 y admite que se quedó dormido durante la bajada. A cada pasajero se le proporciona agua y bocadillos, pero la recomendación general es dejar la comida para el regreso. Al fondo hay un baño minúsculo separado del resto por una cortina. OceanGate, la compañía propietaria, pide «restingir la dieta antes y durante la inmersión para reducir la probabilidad de usarlo». De hecho, nunca ha sido utilizado, probablemente para alivio de quienes han hecho el viaje en anteriores misiones.
El aparato dispone de monitores que controlan permanentemente el estado de la nave e incluso el de los pasajeros para evitar problemas derivados de una crisis de ansiedad o de la enorme presión del agua. Aparte de los sistemas de renovación del aire y de mantenimiento de la presión interna, el tercer sistema clave del sumergible es la calefacción. Todo ha sido revisado por la NASA y expertos en la materia. A unaprofundidad donde el agua oscila entre 1 y 3 grados, un fallo significaría una caída brusca la temperatura dentro de la cápsula, capaz de provocar una hipotermia fatal entre los ocupantes. La propia estrechez del habitáculo impide llevar mantas o ropa de abrigo, aunque el casco de carbono supone alguna mejora respecto al metal en la transmisión del frío.
Un ingeniero y exempleado de OceanGate, David Lochridge, declaró en 2018 que el sumergible le inspiraba nula confianza. Entre otras deficiencias, denunciaba el empleo excesivo de fibra de carbono y el propio diseño del ventanal, de material acrílico y 380 milímteros de grosor, que, en su opinión, resultaba inseguro a partir de 1.300 metros de profundidad. También resaltaba que la única escotilla de salida está atornillada con siete pernos y sólo puede abrirse desde el exterior. Es éste uno de los motivos por el que los guardacostas canadienses han peinado a toda velocidad miles de kilómetros cuadrados del océano Atlántico. Aunque el sumergible hubiera emergido, sus ocupantes seguirían atrapados en su interior a merced de las reservas de oxígeno.
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La fórmula de ascenso tampoco parece un prodigio de la técnica: como es habitual en unos vehículos dotados de una motorización elemental, consiste básicamente en soltar lastre, aligerar el peso y subir a la superficie. La cuestión en el Titan parece residir en el propio lastre. David Pogue, repòrtero de la CBS que viajó en 2020 hasta los restos del Titanic, reconoce que estuvo a punto de darse media vuelta cuando observó que la compañía utilizaba simples tuberías de construcción como contrapeso. Mike Reiss añade que los tubos iban adosados al casco exterior del sumergible y que la forma de desprenderse de ellos es que «todos a bordo se apoyasen en un lado del submarino para hacer que rodasen».
David Pogue es el periodista que ha sembrado el estupor en medio mundo al desvelar que el minisubmarino se maneja con un simple joistick, muy similar al de cualquier consola de videojuegos. En efecto, se trata de un controlador Gamepad inalámbrico de la firma Logitech que puede adquirirse por menos de 40 euros.
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¿Sorprendente? En absoluto. Se trata de uno de los controladores más extendidos en el manejo de robots submarinos por su carácter intuitivo y fiabilidad. Al revés de lo que se supone, en este tipo de expediciones tan delicadas la veteranía es un grado. Y el Gamepad de Logitech resulta ser un viejo soldado. Este modelo se encuentra vigente en el mercado desde 2010, ha sido empleado por millones de jugadores y profesionales del sector y ha demostrado sobradamente su eficacia y resistencia, dos aspectos que otros dispositivos mucho más modernos todavía no han podido confirmar.
La idea no es nueva. La industria aeroespacial aplica la misma metodología con determinados procesadores en sus naves (lo viejuno que funciona a veces es mejor que lo moderno imprevisible) y los militares han ido incorporando progresivamente los joisticks a sus arsenales. Las generaciones más jóvenes de soldados y pilotos están acostumbradas a los videojuegos y a entrenar con un controlador y eso les confiere una mayor soltura a la hora de dirigircon un simple botón drones o, como en el caso del Ejército israelí, el moderno carro de combate Camel. El submarino USS Colorado utiliza el mando de la XBox para manejar su periscopio y el propio Pentágono ha consignado en su presupuesto de 2024 una inversión en las populares consolas de Microsoft.
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Sin embargo, una cuestión es el joistick y otras las limitaciones del Titan, Sus propias dimensiones le impiden disponer de grandes elementos de navegación. Stockton Rush, CEO de OceanGate, explicó a la CBS que el aparato funciona «como un ascensor». Por eso, los rescatistas consideran el escenario de que la nave hubiera quedado atrapada dentro de los restos del Titanic o incluso enganchada a una red de pesca que le estaría impidiendo subir a la superficie. Hace unos años, otro sumergible parecido pasó graves apuros al quedar encajado variso minutos entre el casco y un propulsor del Titanic
«No hay cápsula de escape. Es salir a la superficie o morir», explica David Pogue, quien reconoce que la expedición en la que participó estuvo dos horas perdidas. El guionista Mike Reiss también ha recordado que, en su caso, las fuertes corrientes submarinas zarandearon el Titan y lo trasladaron 500 metros más allá de su ruta. Todos los pasajeros firmaron un documento antes de la inmersión donde asumían el carácter «experimental» del sumergible y los riesgos de sufrir un accidente fatal. Reiss ha declarado que, al subirse a la nave, «no era optimista», aunque rechaza que la embarcación sea «de mala calidad . Tan solo se trata de tecnología nueva que hay que ir aprendiendo a manejar. Durante los primeros días del programa espacial o de la aviación también se cometieron muchos errores».
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Para el ingeniero David Lochridge, uno de los principales motivos de desconfianza residía en 2018 en la imposibilidad de conocer el comportamiento del sumergible a medida que avanzaban las misiones submarinas. OceanGate fue fundada en 2009, llevó a cabo los primeros ensayos en 2017 y solo en 2021 y 2022 logró llegar con éxito a los restos del Titanic. Después de la misión en que ha desaparecido, la compañía tenía previstas otras 18 expediciones. Más allá de un negocio, el objetivo de la empresa pasa por cartografiar la mayor parte posible del fondo marino, un ecosistema todavía desconocido (solo se ha explorado un 10%) y mucho más complejo que la superficie terrestre. Lochridge advirtió ya en 2018 que la repetición de inmersiones podría dañar el casco del sumergible debido a la presión del agua o agrandar cualquier fallo estructural que hubiera pasado desapercibido.
En marzo de 2018, un grupo de 38 expertos reunidos en torno a la Sociedad de Tecnología Marina (MTS) comunicó a OceanGate su preocupación por el «enfoque experimental» de la compañía y la ausencia de pruebas de seguridad certificadas. Finamente, le instaba a someter al Titan a una serie de inspecciones independientes ante la eventualidad de que sus inmersiones pudieran «tener resultados negativos, de menores a catastróficos».
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La empresa respondió en 2019 desde su web argumentado el talante innovador que había imprimido a la exploración submarina. Añadió que mantenía estrictos controles para minimizar los riesgos de las inmersiones y que obtener certificados oficiales de determinadas «entidades externas» no eran una garantía de seguridad porque «la innovación a menudo cae fuera del paradigma existente de la industria». La compañía se aprovecha, por otra parte, de que no está sujeta a la normativa de seguridad naval de Estados Unidos ni Canadá. El Titan no ha sido registrado en ningùn país y opera solo en las aguas internacionales que rodean al Titanic, ya que incluso es transportado hasta allí a bordo de un buque nodriza (de bandera canadiense).
El gran problema de los equipos de rescate es la imposibilidad de contactar con el minisumbarino. A esas profundidades no funcionan el GPS ni la radio. La única forma de comunicación, según David Pogue, son «los mensajes de texto cortos cuando el barco de apoyo está directamente sobre el submarino». Si se aleja, impera el silencio porque el Titan no está sujeto a su buque nodriza por cable alguno.
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Si han caído hasta los 3.800 metros de profundidad, como se presupone, los cinco pasajeros se enfrentan a un medio líquido cuya densidad supera mil veces la del aire. El agua se convierte incluso en un muro (o un sistema de dilución acelerado) para las ondas electromagnéticas. El radar es inútil y cualquier haz lumínico, proceda de focos o láser, se disuelve en la oscuridad absoluta en cuestión de metros. El único dispositivo en el que pueden confiar los rescatadores es el sonar, pero la abundancia de restos del Titanic convierte en una misión casi imposible distinguir un sumergible del tamaño de un coche.
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