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Nueva York
Martes, 2 de agosto 2022
Los Navy Seal se llevaron la gloria de acabar con Osama Bin Laden. La CIA, la de matar a su sucesor. De ellos era el dron teledirigido que escribió el epitafio de Ayman al-Zawahiri en el balcón de un opulento barrio de Kabul donde vio ... su último amanecer, a los 71 años. La precisión de ese misil ha dejado boquiabierto al mundo. Tan solo se rompieron los cristales del balcón.
Eran las 6.18 am del domingo en la capital afgana, aunque en Washington todavía no se habían acostado. La foto oficial de la Casa Blanca que ese ataque ha dejado para la historia es muy distinta de aquella en la que Barack Obama, con el propio Biden a su derecha como vicepresidente, y el general Brad Webb a su izquierda como comandante de las fuerzas especiales seguían el operativo. En la pantalla, dos docenas de Navy Seals descendían sobre la casa de Jalalabad, al este de Pakistán, como en una película de Rambo. La CIA también había sido parte de la Operación Arpón Neptuno, al recabar la inteligencia sobre la ubicación de Bin Laden y hasta lo que encontrarían las fuerzas especiales, pero el crédito fue para los dos comandos que dieron la batalla durante 40 minutos.
En la foto oficial del 1 de julio en la que se presentó a Biden los planes para acabar con Al-Zawahiri, quien se sienta a su derecha es el director de la CIA, William Burns, con el consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan a su izquierda. La vicepresidenta, Kamala Harris, no está presente. Delante no hay una pantalla, sino una maqueta con la casa en la que vivía el líder de Al Qaeda con su hija y sus nietos.
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En el caso de Bin Laden el Pentágono presumió de la modificación de los helicópteros de combate para volar silenciosamente en una noche sin luna por debajo de los radares pakistaníes. La inteligencia militar calculó «al milímetro» el peso que llevaban y hasta los factores meteorológicos, aunque en su huida tuvo que destruir uno de los pájaros dañado en combate. Once años después, el misil que mató al egipcio que fuera mano derecha de Bin Laden ni siquiera destruyó el balcón al que se asomaba, como había exigido Biden.
«El presidente puso el listón muy alto», contó ayer a NBC la asesora de Seguridad Doméstica de la Casa Blanca, Liz Sherwood. «Primero, los datos de inteligencia tenían que confirmar con un alto grado de confianza que la persona en ese balcón era Al-Zawahiri. Segundo, la operación tenía que ser planeada y comprobada para asegurar que podía abatir al objetivo sin causar bajas civiles sin que la casa se desmoronara con el impacto. Y tercero, no podía haber botas sobre el terreno, porque esa es la decisión que tomó el presidente cuando dejó Afganistán.
Para poder desquitarse del hombre al que se acusa de haber maquinado los ataques del 11-S, que dejaron un borrón negro en su historia, la CIA tenía que cumplir esas tres condiciones. Los detalles de cómo lo logró forman parte del secretismo que caracteriza a la agencia, pero hay margen para la especulación.
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iñigo fernández de lucio
Los dos misiles R9X Hellfire que descargaron el fuego del infierno se conocen también como 'flying ginsu', nombre que deben a una marca de cuchillos estadounidense inspirada en Japón. De acuerdo a la página de Bellingcat, una versión de este arma está modificada con energía cinética para disparar sin carga explosiva. En su lugar, seis cuchillas se despliegan antes del impacto para cortar al objetivo.
Estados Unidos respiraba hoy orgulloso por el éxito de esa impecable operación que no causó más alarma en Kabul que el aullar de una ambulancia y el trasiego de yihadistas a la fuga. Era hora de volver con sus familias a sus cuevas y zulos. El asesinato de Al-Zawahiri en ese barrio noble de ministros y embajadas les demostró que no estaban tan seguros como pensaban. «No estoy seguro de que el Gobierno talibán pudiera deshacerse de los yihadistas extranjeros incluso si quisiera», dijo a Democracy Now el periodista afgano Bilal Sarwary. «Desde que la guerrilla insurgente de Haqqani comenzó su relación con los extranjeros árabes de Al Qaeda en los 80 ha habido mucho matrimonios interraciales que han dado pie a toda una generación mixta».
Nada de eso sirve de excusa al Gobierno talibán, que ayer recibió una llamada del consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, para quejarse de que han violado los acuerdos de Doha al permitir que el líder de Al Qaeda dejase su cueva de Pakistán para reubicarse en una casa propiedad de cargos de su Ejecutivo. Desde allí le hubiera podido reorganizar la red terrorista, superada en violencia y fama por el Estado Islámico. El Gobierno talibán tenía sus propias quejas de cómo Washington ha violado su propia soberanía al cometer un asesinato en su territorio, pero lo hizo con la boca pequeña.
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«Hay muchas cosas que necesitan de nosotros», explicó la consejera de Seguridad Doméstica de la Casa Blanca. «Quieren que se les reconozca, quieren acceso a ayuda financiera para que pueda funcionar el país y quieren que vuelvan las embajadas a Kabul». En otras palabras, EE UU cree tener la sartén por el mango, pero no es el único.
La cabeza de Al-Zawahiri es, para el gobierno de Biden, un triunfo y una derrota a la vez, porque recuerda al país que su precipitada salida de Afganistán, hará justo un año a final de mes, ha permitido que los mismos terroristas a los que prometió dar caza con la invasión de 2001 han vuelto al país. La Casa Blanca se defiende con esta prueba de que para mantenerlos a raya ya no necesita tropas sobre el terreno. Vigila y asesina desde el cielo.
La muerte del líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, marca un hito no solo para Estados Unidos, sino para la comunidad internacional. El expresidente norteamericano Barack Obama ha señalado este martes que la operación de la CIA «es una prueba de que es posible erradicar el terrorismo sin estar en guerra en Afganistán». En un mensaje en Twitter, Obama ha afirmado que este asesinato «es un tributo al liderazgo del presidente Biden, a los miembros de la comunidad de inteligencia que han estado trabajando durante décadas para este momento y a los profesionales del contraterrorismo que pudieron eliminar a Al-Zawahiri sin una sola víctima civil».
No es el único líder político mundial que ha aplaudido la operación. Como el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que ha asegurado que la muerte de Al-Zawahiri es un paso hacia un mundo más seguro. «Canadá seguirá trabajando con nuestros socios globales para contrarrestar las amenazas terroristas, promover la paz y la seguridad, y mantener seguras a las personas aquí en casa y en todo el mundo», ha escrito en su cuenta de Twitter.
El Gobierno de Arabia Saudí, por su parte, también se ha congratulado por la noticia del fallecimiento de Al-Zawahiri, «considerado uno de los líderes del terrorismo que fomentaron la planificación y ejecución de atroces operaciones terroristas en Estados Unidos, Arabia Saudí y otros países, matando a miles de inocentes de diferentes nacionalidades y religiones, incluidos saudíes», ha señalado en un comunicado el Ministerio de Exteriores del país.
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