La miseria de las autocracias no conoce límites. Los ejemplos son innumerables y el asesinato de Mahsa Amini el pasado 16 de septiembre es uno más de los que serán olvidados por la historia. Claro que en ocasiones acontecimientos considerados como intrascendentes se convierten en ... hitos históricos. No es probable que la muerte de Mahsa, como la de el resto de los represaliados en las protestas, hagan caer el régimen de los ayatolás pero su propia supervivencia exige aflojar el dogal que asfixia a la sociedad iraní y sobre todo a las mujeres del país.

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Muchos han sido los muertos y, lamentablemente, muchos más se añadirán a esta siniestra lista, pero nos interesa destacar en esta reflexión otro asesinato, el de Nika Shakarami, joven de 16 años que 'desapareció' en una de las manifestaciones del día 20 de septiembre y que también fue asesinada por los esbirros del régimen.

Y nos interesa este caso para constatar que la ignominia no conoce ni tiene fronteras, ya que en el caso de Nika, además del asesinato, constatamos con incredulidad otra de las armas de los 'servidores' del sistema teocrático iraní, el robo de cadáveres. Cuando el cuerpo de la joven fue llevado a Khorramabad, ciudad natal de su padre, las fuerzas de seguridad no permitieron que fuera enterrada allí y lo robaron para posteriormente enterrarlo en una aldea situada a 40 kilómetros, Veysian. El robo generó protestas en el cementerio, donde decenas de manifestantes corearon consignas en contra del Gobierno.

Que las mencionadas fuerzas de seguridad utilicen herramientas como ésta para coaccionar a las familias de los asesinados refleja su mezquindad y la de quienes sustentan el régimen.

Las revueltas que recorren Irán en estos momentos no sólo se dirigen contra el asesinato brutal de Mahsa y Nika, sino contra la esencia misma del régimen islámico. La reivindicación es clara: el fin de un régimen burocrático cuyas violencias múltiples ejercidas contra los cuerpos marginalizados se han hecho visibles con la muerte de estas mujeres. Y no olvidemos también algo que incrementa la putrefacción de regímenes como éste, que la cuestión del hiyab es una cuestión de clase y que por ello las víctimas principales pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad. Cuando las hijas o esposas de clérigos importantes, ministros, funcionarios del Gobierno, etc. son fotografiadas, o se fotografían a sí mismas, sin velo y vestidas con ropa muy reveladora nunca tienen problemas.

No sabemos hasta donde llegarán las protestas y si cambiarán las cosas. Lo que sí sabemos es que la muerte de otras Mahsas y Nikas minarán el armazón de una revolución en la que sus defensores viven muy bien e incumplen las normas que imponen a los demás. Lo mismo de siempre.

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