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Hay eventualidades para las que es imposible prepararse. Más aún si hay poco tiempo y todavía menos presupuesto para hacerlo. Eso explica, al menos en parte, que la suma del cambio climático y del fenómeno de 'El Niño' esté provocando estragos sin precedentes en multitud ... de países en vías de desarrollo. Los fenómenos climáticos extremos se multiplican a una velocidad incluso superior a la prevista por los científicos, y se suceden en cascada récords que nadie quería registrar. El año pasado fue el más cálido de la historia, pero 2024 va camino de superarlo.
Parece como si el sistema que regula la temperatura de la Tierra se hubiese estropeado, y son muchos los que advierten de que así es. De que se está produciendo una reacción en cadena que pone patas arriba los patrones climáticos que hemos conocido hasta ahora, exacerbando los episodios atípicos que antes se producían de cuando en cuando.
El hielo antártico se derrite como nunca antes, la temperatura del agua marina aumenta, las corrientes tanto de los océanos como de nuestros cielos cambian de velocidad y de rumbo, y todo ello puede acelerar los cambios. Es lo que sostiene un grupo de investigadores en un elaborado estudio publicado por Oxford. Si bien las consecuencias se van a sentir en todo el mundo, es evidente que los daños serán muy superiores en el mundo en desarrollo. Y la Organización Meteorológica Mundial señala que Asia será el continente más afectado. Lo fue ya el año pasado, y este no está saliendo mejor parada.
Por eso, hoy nos acercamos a los efectos del cambio climático en cuatro lugares diferentes.
Abrasados en el sudeste asiático.
Congelados en Mongolia.
Ahogados en Brasil y Afganistán.
Nunca antes la primavera había sido tan calurosa en el sudeste asiático. Hasta el punto de que las Autoridades de diferentes países, desde Filipinas hasta Camboya, han ordenado el cierre de decenas de miles de escuelas y el regreso a las clases 'online'. Según Unicef, unos 33 millones de alumnos se han visto afectados, y muchos han perdido clases porque no tienen acceso a un dispositivo móvil o a Internet.
Pero salir a la calle es peligroso. En Manila, el termómetro marcó 38,8 grados el pasado día 1, una temperatura similar a la de Phnom Penh. En Vietnam se han registrado cien récords en abril, y el máximo histórico de 44,2 grados que marcó 2023 ha quedado a solo dos décimas. En Tailandia, al menos 30 personas han muerto por golpes de calor; en Nepal han sufrido incendios forestales sin precedente; y en Camboya achacan a las elevadas temperaturas incluso la explosión de un arsenal que dejó 20 fallecidos. Sin duda, se podría preparar una película apocalíptica con todos estos eventos.
Un estudio de la Base Internacional de Datos de Desastres, en colaboración con la agencia de la ONU ESCAP, hace una interesante radiografía sobre el impacto que los 79 fenómenos climáticos extremos registrados en Asia en 2023 tienen en varios ámbitos. Concluye que la mayoría de catástrofes están provocadas por inundaciones -42%- y tormentas -39%-, seguidas a gran distancia por corrimientos de tierra -9%-, olas de calor -5%- e incendios forestales -4%-.
No obstante, el daño que provocan es muy diferente. Las inundaciones son culpables del 62% de las muertes, mientras que las tormentas solo causan el 15%. Las olas de calor, sin embargo, son responsables del 8% de los fallecimientos por causas climáticas, y con un 7% sorprende el efecto de las inundaciones provocadas por el desbordamiento de lagos glaciares, que solo representan el 1% de los fenómenos destructivos, en la pérdida de vidas humanas.
Si lo que se calcula es el daño económico, las tormentas se convierten el fenómeno más destructivo, con un apabullante 95% de las pérdidas. Y también provocan el 68% de los desplazamientos forzosos de gente. Desafortunadamente, el cambio climático está provocando un aumento sustancial tanto en el número como en la fuerza de esas tormentas. Y, si bien países como China han logrado mejorar sus infraestructuras para limitar su impacto, muchos otros países menos desarrollados no cuentan con los recursos para hacer lo propio. Se cumple así una triste máxima: quienes menos provocan el cambio climático, más sufren sus consecuencias.
El ejemplo más claro de esa contradicción pueden ser los nómadas de Mongolia, porque estos ganaderos errantes apenas contaminan y dependen por completo de la naturaleza para su subsistencia. Su riqueza se cuenta en cabezas de ganado. Por eso, lo que más temen es el 'dzud', como se conoce a los inviernos especialmente duros -que es mucho decir en un país acostumbrado a temperaturas de 40 grados bajo cero- que arrasan con los animales. El pasado lo ha sido.
«El clima de esta temporada ha sido el más severo de los últimos 49 años, con un 76% del país afectado por su comportamiento extremo. Varios factores clave adicionales han empeorado el impacto del dzud, incluyendo numerosas ventiscas desde noviembre de 2023 y una extensa cobertura de nieve en todo el país que ha limitado las oportunidades de pastoreo para los animales», explica Cruz Roja, que ha solicitado más de cuatro millones de euros para facilitar que 36.000 nómadas sobrevivan.
Precisamente, estas dificultades relacionadas con el clima son una de las razones por las que cada vez hay menos nómadas en Mongolia. Al inicio de la década quedaban 800.000, pero se estima que cada año 40.000 deciden cambiar a una vida sedentaria, muchas veces después de vender todo su ganado y adquirir un apartamento o una parcela en la ciudad. Si el tema te interesa, profundicé sobre ellos en el libro 'Adiós a Mongolia: el último viaje de los nómadas' (Editorial Península, 2020).
La cantidad de agua en el planeta es constante. No cambia. Pero, claramente, cada vez está peor repartida. Al menos, para los intereses del ser humano. Mientras algunas regiones sufren sequías especialmente severas -como Cataluña-, otras quedan rápidamente anegadas por trombas de agua de fuerza ingobernable. Eso último lo están experimentando estas semanas en Brasil y Afganistán, donde la suma del número de víctimas mortales se acerca ya al medio millar.
El sur del país americano es el que ha dejado imágenes más apocalípticas, con ciudades enteras completamente inundadas, aeropuertos con aviones convertidos en barcas, como el de Porto Alegre, y estadios con campos de fútbol mutados en gigantescas piscinas ocres. Es el peor desastre natural del estado de Rio Grande do Sul, según sus Autoridades, y los expertos aseguran que ni siquiera con las infraestructuras de drenaje más avanzadas se habría logrado prevenir.
Uno de los grandes problemas reside no solo en la devastación de las inundaciones en sí, que también, sino en la contaminación del agua para consumo humano, que puede convertirse en veneno y provocar diferentes epidemias. Numerosas plantas potabilizadoras han dejado de funcionar y hay dificultad para acceder a agua segura. Desafortunadamente, parece que las lluvias continuarán.
En Afganistán, donde las infraestructuras son todavía mucho más básicas, el número de muertos ha sido superior sobre todo por el impacto de inundaciones repentinas provocadas por fuertes lluvias sobre terrenos totalmente secos. En un poblado de 42 casas de adobe, solo dos han quedado en pie. Y los pocos residentes que han sobrevivido tienen claro que estos episodios extremos son cada vez más recurrentes y devastadores. Es una coyuntura en la que no nos debería extrañar que comience a aumentar considerablemente el número de refugiados climáticos.
Es todo por hoy. Espero haberte explicado bien algo de lo que está ocurriendo ahí fuera. Si estás apuntado, recibirás esta newsletter todos los miércoles en tu correo electrónico. Y, si te gusta, será de mucha ayuda que la compartas y la recomiendes a tus amigos.
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