La presentadora e 'influencer' publicó hace unos meses 'Gracias al miedo', un libro que recoge buena parte de los textos que escribió cuando se encontraba en la oscuridad de un posparto donde la pena y los temores se adueñaron de ella
Un año tiene Laia Pedroche Muñoz, la pequeña que ha puesto patas arriba la vida de Cristina Pedroche (Madrid, 35 años). La presentadora e 'influencer' publicó hace unos meses 'Gracias al miedo' (Planeta), un libro que recoge buena parte de los textos que escribió cuando se encontraba en la oscuridad de un posparto donde la pena y los temores se adueñaron de ella.
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-Me han comentado que las colas más largas en la Feria del Libro de Madrid fueron las suyas. ¿Se esperaba un recibimiento así?
-No, no me lo esperaba porque es verdad que he tenido otro tipo de encuentros con fans, pero nunca había tenido encuentros con lectores, entonces no sabía que me iba a encontrar. Tuve mucha cola y estuve dos horas en las que no paré, pero no he sido la que más colas he tenido, ¿eh? Pero sobre todo me quedo con el cariño de la gente. Siempre he tenido dudas acerca de si al final publicaba el libro o no, pero viendo el cariño que estoy recibiendo en las firmas, cómo me cogen la mano, cómo nos emocionamos, las historias que me cuentan... O sea, esto me confirma que lo he hecho bien.
-Hubo seguidores que se pusieron a llorar. ¿Entiende esa reacción?
-Es que no se ponen a llorar simplemente por verme, se ponen a llorar porque me cuentan su historia porque la mía les ha removido. Son mujeres que me dicen que lucharon por tener el parto que ellas querían, pero que al final no pudieron. Una chica que me decía que acababa de tener un aborto y que no se lo había contado a nadie y que me lo contaba a mí porque sentía que no la iba a juzgar...
-Todo ese cariño, ¿logra enterrar ese odio que recibe en redes?
-A medias, pero sí que me quedo con él. Por ejemplo, el sábado por la tarde en la firma, una señora me dijo: «Tienes que pasar de todo». Y es que en la zona había una mujer criticándome y es como ¿por qué vienes a la cola a criticarme cuando hay gente alrededor que viene a que le firme y me apoya y me da cariño? Joder, vete a otro sitio. Eso de que las redes es un mundo irreal y se queda ahí y nadie te lo dice a la cara... Sí, sí que te lo dicen, aunque no tanto. Fue horrible y me puse a llorar... La verdad, fue un cuadro. Entonces, sí, el apoyo lo esconde un poco, pero no lo alivia del todo.
-Si tuviera la oportunidad de sentarse cara a cara con sus 'haters', ¿qué les diría?
-Que qué les pasa, que qué tienen en su vida tan oscuro que no pueden ver que no hay que perder el tiempo criticando a alguien que no te gusta. Que si no te gusta, perfecto. Si yo entiendo que no puedo gustar a todo el mundo, pero yo no pierdo el tiempo con algo que no me gusta. La vida es muy corta y pienso que esta gente tiene una vida triste y que les falta algo, les falta un abrazo. Yo les daría un abrazo.
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-¿A qué cree que se debe tanto mal rollo?
-Yo qué sé. Yo creo que la gente no se conoce a sí misma, no le gusta estar en silencio consigo misma, y esa es la única manera de saber lo que te gusta y lo que no y poner tus límites. La vida es muy corta como para estar agobiados y lanzando mierdas a otras personas... Al final, el karma vuelve.
-¿Qué le llevó a escribir el libro?
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-Pues mis pensamientos intrusivos, mis bucles de pena, mi oscuridad extrema. Fui a la ginecóloga a que me diera el alta a las dos semanas de dar a luz y me dijo que físicamente ya estaba perfecta. Y entonces me miró la cara y me dijo: «¿Pero cómo estás?». Y ahí me puse a llorar porque sentí que me lo estaba preguntando de verdad. Le dije que no entendía qué me pasaba porque era superfeliz, miraba a mi hija y la amaba. Tuve ese enamoramiento extremo desde el primer minuto en que la vi, pero sentía mucha pena y pensaba muchísimo en la muerte y me metía en bucles de los que no sabía salir y de repente me ponía a llorar sin saber muy bien por qué y me quedaba sin voz. No sabía explicárselo a Dabiz o a mi familia y me recomendó que escribiera todo lo que me viniera, aunque no lo entendiera o no supiera verbalizarlo. De hecho, tengo muchas notas escritas que no se entienden. De pronto, todo se ponía negro, no me gustaba nada, quiero estar con mi hija pero necesito tiempo para ducharme... Cosas raras que luego con el tiempo he ido entendiendo más, pero en aquel momento sentía mucha oscuridad, era la señora penas y aún lo sigo siendo porque todo me sigue dando pena, pero por lo menos ahora no lloro y la pena no me paraliza y puedo seguir con mi vida.
«Era la señora penas, sentía mucha oscuridad. Bueno aún lo sigo siendo porque todo me sigue dando pena, pero por lo menos ya no lloro»
-En el libro se abre en canal. Cuenta cómo recibió la noticia del embarazo, cómo se preparó para dar a luz, las primeras noches con Laia, los meses posteriores... ¿No le dio pudor abrirse tanto?
-Sí, y tuve dudas todo el rato. Tenía ya muchas notas escritas en el móvil y pensé, qué pena que esto se quede aquí, quizá pueda hacer un resumen de algunos de los aprendizajes y compartirlos en Instagram. Pero luego imaginé que soltarlos a tres millones de personas en Instagram que me iban a volcar todo su odio no era lo mejor. Y justo me llamó Ángel Martín, que es muy amigo y me dijo que su editora, Laura Gamundi, quería conocerme y se me encendió la bombilla. Un libro va a llegar a la gente que lo quiera porque va a tener que pagar por ello y eso significaba que ya iba a haber un filtro. Le dije que lo iba a reescribir y ya vería si lo publicaba. No firmé ningún contrato hasta que ya estaba hecho. Lo leí varias veces, se lo pasé a dos amigas y las dos me dijeron que aunque les daba mucho miedo, porque me quedaba muy vulnerable, lo tenía que hacer. Pero todo lo que estoy recibiendo a cambio, los comentarios y el 'feedback' son maravillosos y me está confirmando que lo he hecho bien.
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-En el libro habla de la inmensa alegría que supuso la llegada de Laia al mundo pero también de la parte más oscura, del miedo a todo, de la falta de control sobre las cosas... Se habla muy poco de ello, ¿no?
-Pues sí, se habla un poco en general de los temas que tienen que ver con la mujer. Creo que poco a poco estamos avanzando más y quitando tabúes, pero todavía sigue costando mucho. Ahora que yo he publicado esto, tengo amigas que han sido madres antes que yo que me dicen que ellas también lloraban y que no saben muy bien por qué cuando alguien les preguntaba algo del tema solo destacaban lo positivo. Así que las hostias las voy a recibir yo por hacerlo de las primeras, pero voy a ayudar a quitarnos el peso de que no siempre tenemos que estar bien porque no pasa nada. Necesitamos tiempo para volver a encontrarnos y volver a las relaciones que teníamos antes y ver cómo son porque yo ahora soy madre y soy una nueva mujer, una nueva profesional y una nueva esposa y una nueva hija porque tengo nuevas prioridades, tiempos y límites.
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-De todos esos miedos, ¿cómo se encuentra ahora?
-Estoy mejor, mucho mejor. Hay muchos miedos que ya he ido superando. A ver, es que el miedo en realidad parece muy grande antes de pasarlo, pero cuando vas pasándolo luego miras atrás y dices: «Ah, pues tampoco era tan grande». O sea, me daba muchísimo miedo dejar a mi hija comer comida sólida, y ahora que tiene 11 meses, pues lleva 5 comiendo así y es experta. Es que come increíble. Se come toda la carne y tira los huesos. Pero el primer día que la senté en la trona para comer, pues imagínate, me temblaban hasta las pestañas. Lógicamente siempre estoy superalerta porque no hay que confiarse, pero ya no me da ese miedo atroz que me ponía a llorar nada más sentarla, ahora me da respeto. El tema de conducir el coche yo sola con ella en el interior, pues no lo he superado aún y lo haré cuando me vea en la necesidad de forzarme. Y quien quiera a verme, pues que venga a mi casa, y si tengo que ir con la niña pues voy con ella y con mis padres o con Dabiz, no pasa nada.
-Habla abiertamente de las sesiones con la psicóloga. ¿Por qué cree que el tema de la salud mental sigue siendo tabú?
-Porque parece como que estamos, entre comillas, enfermos. Y no, al psicólogo van las personas que tienen problemas y quieren solucionarlos, porque problemas tenemos todos, otra cosa es que no queramos ir. Yo he necesitado ir a la psicóloga ahora porque me he visto arrollada por la maternidad y por los miedos. Me he quedado bloqueada en muchísimas ocasiones. Pero ahora que llevo ocho meses pienso que debería haber ido hace años. Para mí el tratamiento psicológico no es ir a Lourdes a por milagros, no, ella me da herramientas y algunas las cojo y otras no. Pero simplemente vomitar todo lo que estoy sintiendo, poder expresarme sin miedo... Hay veces que no le cuentas cosas a un amigo desde las entrañas porque te da vergüenza y a la psicóloga se lo cuento todo, sin pudor, sin filtros. Y muchas veces, simplemente con contárselo, ya veo yo la solución porque sentirme escuchada, comprendida, me lleva a relajarme y es entonces cuando de repente veo la solución. De todas maneras, ir al psicólogo parece que está un poco más normalizado, pero decidí incluir mi sesión con el psiquiatra precisamente por eso. Creo que fue una charla superenriquecedora. Yo, en el imaginario, tenía pensado que vas al psiquiatra a que te receten algo y no es así. Si no lo necesitas no te van a recetar nada y se va a quedar en una sesión en la que simplemente vais a hablar. A mí me ayudó un montón a entenderme más.
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-Cuenta en el libro que pariría todos los meses y sin epidural. ¿De verdad que no exagera nada?
-Te lo juro que no. O sea, ha sido el momento de mi vida en el que más fuerte y más poderosa me he sentido. Que cada mujer luego haga lo que le dé la gana y que decida lo que quiera. Yo no digo que haya que parir sin epidural, pero yo con todo el control que tengo sobre mi respiración, toda la preparación que hice, pues estaba claro que lo iba a hacer así porque soy muy cabezota. Y en ningún momento pensé que necesitaba algo para aliviar el dolor, es que me metí tanto en la experiencia y en sentirlo todo que para mí fue maravilloso. Yo tenía superclaro que mi cuerpo nunca me iba a dar un dolor que no pudiera soportar. Lógicamente, las contracciones o, como yo las llamo, las olas uterinas, hay algunas que son muy intensas, pero pensaba, cuanto más intenso es, más cerca estoy de conocer a mi hija. Notar cómo mi hija se iba retorciendo e iba descendiendo... Bueno, es que se me pone la piel de gallina. Así que claro que pariría todos los meses, pero no tendría el posparto (ríe).
«Pariría todos los meses sin epidural, ha sido el momento en el que más fuerte y poderosa me he sentido, pero no tendría el posparto»
-Cuando decidió que sería sin epidural, ¿se sintió juzgada?
-Sí, mucho. Todos los comentarios eran además superpaternalistas en plan «ya verás cuando te venga el primer dolor». Ay, de verdad, qué pereza de gente, dejad a las mujeres que hagan lo que les de la gana. Y si hay mujeres que dicen que quieren parir sin epidural y luego llega el momento y la piden, pues no pasa nada, que está en su libre derecho de hacer lo que quiera y lo que necesite en ese momento. Entonces, ¿para qué se me estuvo metiendo miedo a mí? Es verdad que yo soy muy cabezona y basta que me digan que no voy a poder como para hacerlo por tres. Pero entiendo que hay otras mujeres que cuando les siembren la duda... A mí me decían muchos hombres que no iba a poder y era como: 'Ah, que lo has vivido tú'...
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-Cuenta en el libro que ha ganado varias amistades en el proceso, pero ¿las ha perdido también?
-No, hay amistades que ahora están un poco en 'stand by', que hablamos menos, que nos vemos muchísimo menos, pero porque yo también estoy un momento en el que no me apetece hablar de otros temas. Ahora mismo estoy como recuperando un poco las ganas de hacer otras cosas que no sean mi hija y aprender cosas sobre maternidad y crianza respetuosa. Pero hubo un momento en el que solo quería eso y si solo haces eso, cuando viene una amiga que no es madre y que no le interesa el tema, hostia es que no sabes de qué hablar. Me siento mal porque no sé y siento que no la estoy escuchando, así que ¿para qué vamos a forzarnos las dos? Pues ya nos encontremos en otro momento de nuestras vidas y ya está y no pasa nada.
-Desliza en las páginas que un día se quedó dormida con el bebé en brazos en la cama y la niña se cayó de la cama. ¿Aún se siente culpable?
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-Sí y creo que eso no voy a perdonármelo nunca porque soy una persona muy exigente y muy perfeccionista que necesita tenerlo todo bajo control. No me perdonaré nunca haber cerrado los ojos porque mi hija se merece lo mejor y yo me rompí y me fallé. Y yo sé que soy la mejor madre que pueda haber porque nadie la puede querer tanto como yo, pero no me lo perdono y tampoco me alivia saber que hay mucha gente a que le ha pasado. No me lo perdono, tampoco olvido, pero sí intento ser más permisiva conmigo misma y hablarme de forma más amable. En aquel momento, estaba con el látigo todo el rato fustigándome y dándome hostias, ahora simplemente cuando me acuerdo voy donde ella, le pido perdón y le doy muchos besitos y ya está.
-Plantea dudas acerca de si, de alguna manera, está dejando de lado la carrera profesional ahora que está tan centrada en ser madre. ¿Qué la hace sentirse realizada ahora mismo?
-Uff, pequeñas cosas. Por ejemplo, este ratito extra que he tenido para leer mientras esperaba tu llamada, que me he sentido hasta mal por llevar más de media hora. Esta noche voy a dormir mejor porque me voy a sentir exitosa porque he podido leer.
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-¿Ha pensado en cómo va a afrontar ese momento de tener que ir soltando la mano de su hija?
-Pues mira, mi psicóloga me dice que no tengo que proyectar, que no hay que pensar en el futuro y hay que ir viviendo el presente. Y yo soy muy del presente, entonces ya se verá. Yo no quiero pensar cuando la niña tenga que ir al colegio, cuando de repente me diga que se quiere ir a dormir con las amiguitas. No quiero pensar eso. Yo lo que quiero es que mi hija sea independiente, que sea una mujer fuerte y libre, que tome las decisiones que ella quiera y que el futuro sea como ella quiera. Yo no quiero ni que siga mis pasos Ni que siga pasos Que a lo mejor son frustrados para mi Que yo no pude hacerlos No, quiero que ella haga lo que ella quiera y eso me hará feliz a mí.
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