Hace 40 años gobernaba en España Felipe González, ETA marcaba el panorama más negro de historia de nuestro país y el equipo olímpico español logró cinco metales en los Juegos de los Ángeles. Nació el primer 'niño probeta' en España y murió Paquirri Rivera. En Salamanca, en 1984 se implantó el nuevo Plan General de Ordenación Urbana, pionero en España, sentándose las bases para su declaración cuatro años después como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
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Y además, hace 40 años, nació la San Silvestre Salmantina.
Con un cartel por 25.000 pesetas y un madero con un clavo del que se sacaban los dórsales para los apenas 400 corredores empezó el legado de una San Silvestre que ha llegado a puntuar en competición nacional más que la mítica Vallecana. Con altos y bajos, como toda historia de vida, la competición reúne en su XL aniversario a 6.776 participantes, con la misma cabeza visible que cuando comenzó, la de José A. Molinero Martín o como se le conoce en el atletismo popular charro, Moli.
En una de las aulas del Colegio San Estanislao de Kostka, lugar donde se plantó la primera semilla y ahora luce esbelta la flor regada década tras década, el maestro de matemáticas nos recibe para echar la vista atrás. Durante la charla, se reconoce fallos y deja de lado los halagos, aunque reconoce no perder la motivación de seguir creando una San Silvestre de todos y para todos.
Su andadura como organizador comienza en 1988. «Llevo ligado a la San Silvestre más de la mitad de mi vida», reconoce. «Por aquel entonces coordinaba Gabriel Franco y ya en la XVI edición, nace el CD Padre Basabe, formando juntos una comisión organizadora. Seguidamente, me escogieron presidente... y hasta el día de hoy. Primero me dedicaba a abrir el colegio para celebrar reuniones y ahora soy la cabeza visible. Nunca me he perdido una reunión en 36 años. Para mí es un orgullo el haber llegado hasta aquí».
Ese 'llegar hasta aquí' ha implicado, sobre todo, trabajo, con la conciencia de lo popular por encima de lo profesional. Sin ayudas, con costes que incluso llegaron a asumir los organizadores y algún que otro disgusto, pero siempre hacia arriba.
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«Creo que la clave ha sido tomar medidas que siempre han ayudado», reconoce. Desde dar trofeos solo a algunos, a la medalla para todos, a la camiseta ahora consigna de toda inscripción. De apenas tener ayudas a que el Ayuntamiento y la pequeña y mediana empresa, incluso grandes marcas apoyen la San Silvestre. De tener que mirar frame a frame a través de vídeos las reclamaciones a instalar el microchip a todos los participantes.
Ahora bien, también hubo reconocimiento en la élite, con la incorporación de la prueba al campeonato regional y, posteriormente, al nacional, llegando a puntuar en la Real Federación Española de Atletismo por encima de la San Silvestre Vallecana. «Los premios pudieron así crecer y recibimos a atletas de Selección española, incluso internacionales. Pero reitero que no era ni es lo importante. Los que dan vida y colorido a la carrera son los salmantinos, los que vuelven a casa por Navidad y se reencuentran en la San Silvestre. Hay familias enteras que la corren».
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En los 40 años de San Silvestre se ha conocido el boom del atletismo popular. «Lo vivimos, pero nuestro objetivo nunca fue el de hacer números. Lo más importante es que todos los atletas estén cubiertas y tengan su seguro. Incrementábamos por ello, poco a poco, alrededor de 200 por año, llegando a contabilizarse hasta 1.000 personas que corrían sin dorsal. Hará siete u ocho años, cuando había más boom que ahora. El único momento de bajón fue tras la pandemia, la que tuvimos que suspender rozaba los 7.000 corredores, pero después pinchamos».
El momento más duro. «Sí, creo que sí. Me dio mucha rabia y nos comprometió demasiado al tener que suspenderse dos días antes con todo preparado. El Ayuntamiento nos envió un correo, invitándonos a pensar sobre lo que íbamos a hacer y apelando a la responsabilidad de que pudiera haber algún fallecido o propagar aún más el virus, tomamos esa decisión y hubo gente que no lo entendió. Nos pesó, pero creo que hicimos lo correcto. También recuerdo con especial tristeza el año en el que murió un participante por motivos ajenos al recorrido».
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El mejor momento. «No podía decir ningún en específico. Para mí el mejor momento es cuando acaba la carrera y no ha habido ningún incidente. El respiro al acabar. Es duro hilvanar todo, pero acaba por ser satisfactorio. Por supuesto, con satisfacción guardo los años en los que fue referencia nacional, en los que se nos daba la enhorabuena por parte del Juez de Competición... es un cómputo de buenos momentos conforme pasan los años».
Con la prejubilación en mente, Moli quiere seguir volcándose con la San Silvestre -aún más si cabe-, con el objetivo de devolverla al panorama a la esfera del panorama nacional. «Me gustaría hacer dos salidas diferenciadas, una para la élite un pelín antes y después dar salida a la popular.
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¿Hay motivación para ello? «Alguien tiene que estar. Es cierto que hay momentos en los que estás más cansados, pero te sale por inercia, no porque me crea yo importante, sino porque la he 'mamado', la conozco al dedillo. Todo va rodado y he avabado una y directamente me pongo a trabajar en la siguiente», responde.
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