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Cuando Louis van Gaal volvió al Barcelona, en la temporada 2002-03, un tal Leo Messi, un muchacho bajito y tímido, jugaba en el equipo cadete. Van Gaal ya había sido entrenador del equipo culé durante tres temporadas (1997-2000), pero Joan Gaspart fue a ... buscarlo para tratar de enderezar un equipo que llevaba años sin levantar un trofeo. Van Gaal aceptó el reto y regresó a la ciudad condal, aunque esa segunda etapa acabó en desastre. Fue destituido a finales de enero de 2003, cuando el equipo iba duodécimo en la Liga. A cambio dejó varias frases para el mármol: «No hemos tocado fondo -replicó a un periodista-. Aún podríamos ir últimos».
Ese mismo año, en el último partido de la liga cadete, contra el Espanyol, a Leo Messi le partieron un pómulo. Quince días después, el Barça disputaba la final de Copa de la categoría, también contra el equipo rival de la ciudad. Los médicos prohibieron a Messi jugar, pero el argentino quería hacerlo costara lo que costara. Resolvieron dejarle participar solo si se ponía una máscara. Leo saltó al césped con la protección, pero se la quitó a los siete minutos. Dijo que no veía nada. La tiró al banquillo y antes del descanso, cuando lo cambiaron para que no se hiciera daño, el pequeño Leo ya había marcado dos goles. Sus compañeros de La Masia lo recuerdan callado, sentado en una esquina del vestuario. Solo hablaba en el campo.
Veinte años después, Louis van Gaal y Leo Messi se citan en Doha. El lenguaraz técnico entrena a la selección de los Países Bajos. El futbolista silencioso capitanea al combinado argentino. Los cuartos de final de la Copa del Mundo han deparado para hoy (Lusail, 20:00 horas) un partido con muchas historias cruzadas y varias cuentas pendientes. A Países Bajos le sigue doliendo la final que perdió contra Argentina en el año 1978, bajo la sanguinaria y ubicua dictadura de Videla, aunque cuatro años antes, en 1974, la célebre naranja mecánica le había endosado un incontestable 4-0 en las semifinales del Mundial de Alemania. Desde entonces, se han enfrentado en tres ocasiones más en la Copa del Mundo y en la última, en las semifinales de Brasil 2014, firmaron un empate a cero, aunque Argentina se clasificó por penaltis.
«En 2014 teníamos dos excepcionales goleadores (Robben y Van Persie), pero ahora tenemos más virtudes como colectivo», señaló Van Gaal, que ya era entonces seleccionador. A Van Gaal lo había despachado Di María diciendo que había sido su peor entrenador cuando ambos coincidieron en el Manchester United. El técnico neerlandés se lo tomó a chufla: «¿Que ha dicho eso? Es uno de los pocos jugadores que tienen esa opinión. Lo siento mucho, me parece triste. Memphis (Depay) también tuvo que lidiar con eso en el Manchester y ahora nos besamos en la boca». Depay, sentado a su lado en la conferencia de prensa, se echaba las manos a la cabeza.
Vidas que se confunden, cuentas pendientes, palabras encendidas, gotas de humor... Los argentinos confían en su líder y en el espíritu de equipo que reina en la concentración: «A Leo se le ve bien, contento, y eso es lo importante. Disfrutamos mucho y lo pasamos bien entre todos», apuntó Alexis MacAllister, centrocampista del Brighton que se ha ganado un puesto en el once titular.
La nube rosa en la que vive Argentina se evaporó un poco ayer con el enfado de Scaloni por las filtraciones internas sobre la lesión de Rodrigo de Paul, cuya participación contra Países Bajos está en seria duda. «El entrenamiento fue a puerta cerrada y no sé de dónde salieron esas informaciones. No sé si jugamos para Holanda o para Argentina», reprochó el técnico a la prensa y, sobre todo, a los supuestos chivatos.
La numerosísima hinchada albiceleste, en cualquier caso, se pasea por Doha en un estado de exaltación casi religiosa, no del todo justificada por el juego que ha venido desplegando su equipo en Qatar. Confían en Messi y en que Van Gaal no sepa cómo frenarlo. «Lo que no voy a revelar es nuestra táctica. Eso sería una estupidez», zanjó el técnico, que sigue hablando como si pegara puñetazos. La dialéctica feroz del entrenador solo se suavizó cuando enjuicia al árbitro que les ha tocado, el español Mateu Lahoz: «Fantástico -dijo-. España es uno de los países con mejor nivel arbitral del mundo».
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