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Sobre Luis Enrique y su lista han corrido ríos de tinta, como se decía antiguamente. Y nadie podía esperar otra cosa. Cada aficionado al fútbol tiene la suya propia y discutir sobre ella no deja de ser un entretenimiento típico de los días previos al ... Mundial. En el caso de España, además, el seleccionador ha hecho una lista tan personal que, inevitablemente, tiene un punto evidente de provocación, lógico en una personalidad retadora como la del técnico asturiano. Esto es algo que todos dábamos por supuesto. Luis Enrique nunca se esconde. Es un gallo que va siempre de frente. Hasta el punto de que no ha tenido ningún reparo en reconocer que lo que hagan los futbolistas en sus equipos le trae poco menos que al pairo comparado con el rendimiento que le ofrezcan a él en la selección.
Esta cuestión tiene una enorme importancia. A partir de ella, de hecho, se explica perfectamente la lista del Mundial. Es obvio que el seleccionador quiere construir un equipo no sólo en base a un estilo de juego sino a un compromiso extremo de todos los internacionales que pasa por una fidelidad ciega hacia él. El recuerdo de Javier Clemente, por supuesto, surge de inmediato. De hecho, este paralelismo está en boca de todos estos días. «Nunca le fallaré al que me sea leal» sería el lema de Luis Enrique, la divisa que bien podría leerse en la puerta de su despacho en Las Rozas o hasta en el felpudo de su casa.
Que el seleccionador se haya rodeado de sus fieles para la gran aventura de Qatar tiene, por tanto, todo el sentido. ¿Acaso alguien dudaba de que iba a hacerlo, de que Luis Enrique tiene muy claro que la estrella de la selección es él? Me temo que no. La pregunta, en mi opinión, no es esa. La pregunta, a unos pocos días de que el balón comience a rodar en Qatar, es si el asturiano se ha pasado o no de la raya con su personalismo, si por prurito personal y una tendencia casi enfermiza al desafío ha asumido unos riesgos deportivos exagerados e innecesarios.
Digo esto no sólo pensando en la identidad de los 26 elegidos y de algunas ausencias notables, dos o tres de ellas realmente difíciles de justificar salvo que se acepte como justificación que el seleccionador puede hacer lo que le salga del moño. Ni siquiera lo digo por dos peculiaridades asombrosas de la Roja: España, por ejemplo, es la única selección que va al Mundial con un solo delantero centro específico (Morata) y sin un solo central al viejo estilo, es decir, duro y sólido, impecable por alto, con muchos años de mili y gran jerarquía, algo realmente paradójico en una selección aquejada de una excesiva blandura en su retaguardia.
La verdad es que hay que rizar mucho el rizo para no incluir estos perfiles –el segundo 9 y al menos un central con espolones– en una lista de 26. Pero aún así los riesgos exagerados e innecesarios a los que me refiero no son estos sino el sospechoso punto de forma de un número considerable de los internacionales. Que Koke y Marcos Llorente, por ejemplo, no están para echar cohetes lo sabe cualquiera, empezando por los hinchas del Atlético. Y que Soler es suplente habitual en el PSG, también. Pero lo peor está en el frente de ataque. Salvo Morata y Nico Williams, que no deja de ser un debutante, el resto de los convocados o ha jugado muy poco por diferentes circunstancias (Asensio, un 7% de los minutos posibles como titular; Ansu Fati, un 21%, y Sarabia, un 20%), o han vuelto a jugar hace dos días como titulares tras una lesión (Dani Olmo), o están ofreciendo un nivel manifiestamente mejorable (Yeremy Pino y Ferrán, que también ha sido más minutos suplente que titular).
El fútbol es impredecible y nadie discute que cualquiera de estos jugadores, todos ellos de calidad contrastada, puede salir al campo y, de repente, armar el taco y coronarse con una gran actuación. Pero la realidad es que no están en forma y que en un Mundial tan precipitado como este, sin la posibilidad de una larga preparación previa, no va a dar tiempo a que lo estén. Ninguno de los citados va a llegar bien afilado a un torneo que requiere de jugadores aptos para una intervención inmediata. ¿Cómo no pensar, por tanto, en ausencias como las de Iñigo Martínez, Borja Iglesias, Canales, Brais Méndez o Mikel Merino? ¿Y cómo no pensar que a Luis Enrique quizá le excite demasiado estar en el alambre?
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