«Hoy me siento catarí, árabe, africano, gay, discapacitado y trabajador migrante». Con esta declaración de intenciones ha iniciado el presidente de la FIFA su comparecencia ante los medios la víspera de que el balón eche a rodar en la Copa del Mundo. A ... través de frases cargadas de crítica y no exentas de reproches, pero siempre en un tono sosegado, Gianni Infantino ha dedicado una hora de su alocución en el Centro de Convenciones de Doha a denunciar la «injusticia» a la que se ha sometido a Qatar en los últimos meses por la limitación de derechos y el trato que dispensa a la mano de obra llegada de países en vías de desarrollo. Y ha abundado en este argumento para denunciar la «doble moral» y la «hipocresía» de Occidente por intentar dar «lecciones» a las autoridades de este Estado del Golfo Pérsico sobre asuntos en los que su comportamiento ha sido indigno o cuando menos discutible.
Publicidad
No ha tenido desperdicio la intervención del máximo dirigente del fútbol mundial, que ha asegurado con cierta ironía que no lee los periódicos –«si no estaría deprimido»– pero que ha demostrado estar al tanto de la actualidad en todas sus aristas. Ha dicho que no es un político, que hay decisiones que solo pueden adoptarlas los gobiernos, pero se ha comportado como tal al mostrarse cristalino en los mensajes que quería que calasen y ambiguo y esquivo en asuntos sobre los que, por su cargo, no se puede pronunciar con la misma contundencia. Ha hablado, por ejemplo, de las empresas occidentales que se embolsan un dineral en suelo catarí y que sin embargo miran con recelo las medidas impulsadas por las autoridades para mejorar la situación de sus empleados. «Claro, igual en su cuenta de resultados no se pueden permitir ganar solo 900 millones, y no mil», ha deslizado.
También ha sido taxativo con las organizaciones y los ciudadanos del otro lado del planeta que critican sin cesar a Qatar y a la FIFA «desde el sofá» y que no mueven un dedo para intentar cambiar las cosas. Eso es lo fácil, ha venido a decir. Lo complicado, ha añadido, es intentar acercarse a sociedades diferentes e intentar comprenderlas para, siempre mediante «el uso de la conversación y el diálogo», emprender un proceso de transformación que ayude a mejorarlas. Infantino está convencido de que el Qatar de hoy ha apostado por empezar «a abrir las puertas» en cuestiones de calado que han soliviantado al primer mundo a pesar de que a éste también le ha costado lo suyo –«3.000 años en el caso de Europa»– admitirlas cultural y socialmente. Se refería a los derechos de las mujeres, del colectivo homosexual, a la implantación de la educación y la sanidad universales, al trabajo...
En este punto ha apelado a su historia personal, un hijo de migrantes en Suiza que tuvieron que «trabajar muy duro» para labrarle un porvenir. «Sé lo que es ser discriminado en un país que no es el tuyo. Sufrí bullying en el colegio porque era rubio y pecoso. Además era de origen italiano y hablaba mal alemán. Vi lo que sufrían los trabajadores que llegaban a la frontera para buscar un futuro mejor». También a su país, ha explicado, le costó reconocer estas situaciones y solventarlas y, a día de hoy, «es un ejemplo de integración». Ha empleado este razonamiento para situar frente al espejo a las naciones europeas que se rasgan las vestiduras en público cuando analizan la situación en Qatar y sin embargo «cierran sus fronteras» a las personas que huyen de un conflicto o que buscan en otra nación lo que nunca van a tener en la suya.
La reflexión de Infantino ha dejado bastantes cabos sueltos de forma deliberada. No ha hecho mención alguna a los miles de trabajadores que según diferentes organizaciones internacionales han perdido la vida en la construcción de los estadios para el Mundial. Únicamente ha apuntado que la ley catarí ampara e indemniza a quienes sufren un accidente. También ha pasado de puntillas sobre la legislación que condena hasta a siete años de prisión a los gays. «Todas las personas son bien recibidas en Qatar sea cual sea su religión, raza y orientación sexual», ha proclamado. Para entoces las redes sociales bullían. Se le reprochaba que se haya declarado gay en público porque sabe que, al no serlo, no será detenido. Se le ha preguntado sobre ello y ha lanzado balones fuera. «Ahora es el momento de que hablemos de fútbol, de esta Copa del Mundo, porque el fútbol une a la gente».
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.