Lewandowski ya es el Pichichi de la Liga. También Borja Iglesias ha metido cuatro goles en tres partidos, pero dos de ellos fueron de penalti. Contra el Valladolid, el delantero polaco dio un auténtico recital: anotó dos tantos, estrelló un cabezazo en el palo y ... otro tiro al larguero, que acabó empujando a gol Sergi Roberto. Los aficionados se echaron las manos a la cabeza con el segundo tanto, tras remate de tacón, pero el primero me parece igualmente sintomático de la mejor virtud de Lewandowski. Raphinha recibe el balón pegado a la banda derecha. Milésimas antes de que centre, Lewandowski inicia el desmarque y le gana la espalda a Joaquín. El balón llega al segundo palo, adonde ha corrido el delantero, justo para introducirlo en la portería con la suela de la bota. Si, tras el partido, le hubieran preguntado por qué se desmarcó exactamente hacia la posición donde la pelota acabó llegando, probablemente contestaría lo que confesó una vez, cuando se proclamaba máximo goleador en el Bayern de Múnich: «Un delantero no tiene tiempo para pensar. Tienes que actuar con la intuición. A veces, después de marcar un gol, yo mismo me sorprendo de cómo pude marcarlo».
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Hace un tiempo leí una noticia que ejemplifica perfectamente el valor de la intuición. El museo J. Paul Getty de California había comprado una estatua griega del siglo VI a.C. por 10 millones de dólares. La institución, por supuesto, había realizado todo tipo de prueba científica para verificar su autenticidad. Los expertos más empíricos concluyeron que, sin duda, la estatua era original. Sin embargo, el director del Museo de la Acrópolis ateniense, Georgio Dontas, tuvo una extraña sensación cuando estuvo por primera vez delante de la estatua. Aseguró que sentía como si un cristal se interpusiera entre él y aquella espléndida escultura. No podía explicar por qué, pero consideraba que algo no encajaba en aquella estatua y presentía que era falsa. Años más tarde, cuando nuevos avances tecnológicos permitieron volver a analizar la pieza con otros parámetros, comprobaron que, efectivamente, se trataba de una réplica. De hecho, acabó saliendo a la luz que se había realizado en un taller de artesanía en Roma durante los primeros años de los 80.
He oído a algunos profesores decir a sus alumnos que, con independencia de la carrera que cursen, la universidad les enseñará a pensar. Cuanto más conocimiento tenemos, de más opciones dispone nuestra mente para elegir lógicamente. Nuestra mente consciente procesa, ordena, selecciona, analiza y toma decisiones en consecuencia. A diferencia de otros animales, somos seres racionales capaces de deducción.
Sin embargo, los neuropsicólogos han demostrado que, la mayor parte del tiempo, nos movemos guiados por la intuición. Incluso los científicos están dando valor, cada vez más, a lo que, en el plano ordinario, llamamos «corazonadas». Una vez tu cerebro se llena de datos y experiencias, no está de más formular una hipótesis no relacionando las variables deductivamente, sino dejándote llevar por el presentimiento. El propio Einstein aseguraba que había obrado así y consideraba la intuición como el rasgo más valioso.
En los últimos años se ha descubierto que aquellos individuos que están acostumbrados a jugar y resolver situaciones creativamente acaban desarrollando ciertas áreas del cerebro, como el precúneo, que se relaciona con la memoria episódica. O la corteza prefrontal ventromedial, donde se almacena información derivada de situaciones en que obtuvimos una recompensa o, por el contrario, un castigo. El jugador en cuestión no podría formular verbalmente por qué corrió hacia el segundo palo, y no hacia el primero, pero su mente intuitiva se lo dicta, conjugando en milésimas de segundos una ingente cantidad de experiencias previas, que remiten a los miles de entrenamientos y partidos anteriores, donde se dieron situaciones semejantes.
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Descartes divulgó la lapidaria frase del racionalismo: «Pienso, luego existo». Pero los delanteros como Lewandowski podrían rebatirle: «Intuyo (adonde irá el pase de mi compañero), luego existo (como jugador)».
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