Los dispares caminos a la cima de Klopp y Ancelotti

Cuando Ancelotti optó por aceptar la oferta del maestro Sacchi para pasar al staff técnico de la Nazionale, el de Reggiolo dejaba atrás un deslumbrante periplo como futbolista de élite que germinó en las filas del Parma, dio un salto mayúsculo con su paso por la Roma y alcanzó su apogeo representando al Milan.

Como 'giallorossi' conquistó un 'Scudetto' y levantó cuatro Copas de Italia. Un exitoso palmarés al que estuvo a punto de añadir la Copa de Europa de 1984. El marco era inmejorable para el equipo que dirigía el sueco Nils Liedholm en una final que tenía como sede el Olímpico de Roma. Pero enfrente estaba un adversario temible: el Liverpool de Kenny Dalglish, Graeme Souness, Ian Rush y Bruce Grobbelaar. Los goles de Phil Neal, para el bando británico, y de Roberto Pruzzo, para el bloque transalpino, equilibraron un choque que los 'reds' decantaron en su favor en la tanda de penaltis. Ancelotti, cerebro de la Roma, presenció aquel duelo desde el hospital. Un día después pasaba por el quirófano para ser operado de su segunda lesión grave de rodilla en tres años.

Ese preocupante historial no fue óbice para que Silvio Berlusconi pescase a Carletto en 1987. El objetivo era reforzar la sala de máquinas de un Milan que cambiaría el paradigma del fútbol en base al libreto de Sacchi y el descomunal talento de los Maldini, Baresi, Donadoni, Rijkaard, Gullit, Van Basten y compañía. Como 'rossonero' abrocharía Ancelotti dos 'Scudettos', una Supercopa de Italia, dos Supercopas de Europa, dos Copas Intercontinentales y dos Copas de Europa. Víctima de aquel terremoto fue el Real Madrid de la Quinta del Buitre, que salió escaldado de su visita a San Siro en la vuelta de semifinales: 5-0 ganaron los anfitriones. Ancelotti abrió la cuenta en el minuto 17.

Veinticinco años después de aquella noche de infausto recuerdo para el madridismo, Ancelotti reparaba el daño tutelando el asalto a la 'décima' en Lisboa. Era su tercera 'orejona' como técnico, tras sellar dos al frente del Milan: la primera, derrotando en 2003 a la Juventus en la tanda de penaltis que resolvió el duelo decisivo celebrado en Old Trafford; la segunda, superando en 2007 al Liverpool en Atenas para vengar el 'Milagro de Estambul'. Los goles de Sergio Ramos, Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo al Atlético situaron a Carletto a la altura de Bob Paisley. Años después, Zinedine Zidane se sumaría al club de técnicos tricampeones.

Esa triunfal trayectoria vistiendo de corto contrasta con el modesto recorrido de Klopp. El alemán derrochaba sacrificio, pero su calidad era discreta. El Mainz le ofreció una oportunidad para crecer como jugador, mas el club renano penaba en categorías inferiores y el animoso jugador que había ingresado en sus filas en 1990 nunca pudo dar el salto a la Bundesliga. Conocía todos los entresijos de la entidad al dedillo y en febrero de 2001, poco después de su retirada, le ofrecieron el cargo de técnico. El Mainz zozobraba en la segunda categoría del fútbol germano. Sin experiencia previa en los banquillos, Klopp amarró la permanencia y, tres campañas más tarde, lo elevó hasta la Bundesliga.

Klopp permaneció siete temporadas al frente del Mainz, hasta que el Borussia Dortmund llamó a su puerta en 2008. Allí, comenzó a labrar su leyenda. Dos Bundesligas, dos Supercopas de Alemania y una Copa doméstica fueron el resultado de su paso por el equipo auriamarillo, al que catapultó a la final de la Champions de 2013. El Bayern le dejó con la miel en los labios. Seis años después, y tras haber sucumbido el curso anterior frente al Real Madrid en otro duelo a la vera de la 'orejona', Klopp se desquitaba del estigma que le perseguía conduciendo al Liverpool hasta el trono continental tras batir al Tottenham en el Metropolitano. Ahora el de Stuttgart persigue su segunda Champions frente al mismo rival que le ganó la partida en Kiev en 2018. En lugar de con la flor de Zidane, esta vez le tocará fajarse con la ceja de Ancelotti.