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Rubén Rozas
Madrid
Lunes, 11 de julio 2022, 00:50
El 11 de julio de 2010 es una fecha inolvidable para el fútbol español. El día en el que España, con Vicente del Bosque a los mandos, tocó el cielo en el Soccer City, ahora conocido como el FNB Stadium de Johannesburgo. La noche en ... la que consiguió llegar por primera, y hasta ahora única vez, al olimpo del balompié mundial. Todos recuerdan dónde y con quién estaban viendo aquel encuentro contra Países Bajos que cambió por completo la historia del deporte español y del que se cumplen ya doce años.
Aquella final, primera mundialista para La Roja y en la que todo un país se volcó por completo para cumplir un sueño, continúa muy presente una década larga después. Si el décimo aniversario no se puedo celebrar apenas causa de la pandemia, en el duodécimo la covid-19 parece haber quedado en un segundo plano. Todavía permanece en la retina aquel patadón, más propio de las artes marciales, de De Jong en el pecho de Xabi Alonso, que bien pudo dejar noqueado al tolosarra. También aquel pie mágico que le sacó Casillas a Robben cuando todo parecía perdido y que pudo cambiar el guion del partido por completo.
Pero, sin lugar a dudas, si hay un momento que pasó a los anales fue aquel minuto 116. Es justo el instante que quedó marcado desde entonces en la memoria de los futboleros, y no tanto, de este país, e incluso acabó dando nombre a un helado. El gol de Andrés Iniesta, quien llegaba a la cita de Sudáfrica tras un calvario de lesiones durante la temporada, y su particular homenaje al fallecido Dani Jarque en forma de camiseta, pasaron a los libros de historia del deporte español. La jugada que, aún doce años después, se sigue recordando de principio a fin con toda clase de detalles.
«Intenta irse, se va Navas, vamos que se desmarca Torres. El mundo contra Navas, que tiene ahí velocidad para ir, consigue enviar la pelota para el tacón de Iniesta. Llega Cesc, aparece de nuevo Navas, que se desfonda. Llega el balón para Fernando Torres, prepara el centro, la pide Iniesta, el rechace para Cesc, Cesc para Iniesta. No hay fuera de juego, vamos Iniesta, gol» narraba Carlos Martínez aquella noche. La narración que, aún hoy en día, permanece en la memoria de miles de españoles.
Esa jugada de la que en más de una ocasión el centrocampista, hoy en las filas del Vissel Kobe japonés, ha hablado asegurando que escuchó el silencio. Sí, el silencio por difícil que parezca. Ni las vuvuzelas, que tan famosas se hicieron en la cita de Sudáfrica, ni el estruendo propio de una final, fueron obstáculo para que Iniesta parara el tiempo y se convirtiera en héroe nacional. El hombre que marcó el gol más importante en la historia del fútbol español con el que La Roja bordaba su estrella en el pecho.
La victoria con la que la selección de Del Bosque, quien tenía la complicada papeleta de sustituir al Sabio de Hortaleza en una gran competición, rompía la estadística. Nadie antes había sido capaz de proclamarse campeón del mundo tras haber perdido el primer partido, hasta que llegó el combinado español que había caído ante Suiza en su debut en Sudáfrica.
El triunfo que consagraba a una generación que había llevado al fútbol español a lo más alto, tras décadas en las que la selección siempre se estrellaba contra el mismo muro. El título con el que España se vengaba de grandes decepciones como el famoso codazo de Tassotti a Luis Enrique en el Mundial de Estados Unidos'94 o el polémico encuentro de cuartos contra Corea del Sur en 2002.
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