Secciones
Servicios
Destacamos
Iñaki Izquierdo
Domingo, 28 de mayo 2023, 22:44
Se escapaba San Pedro de Roma por la via Appia cuando se le apareció Jesucristo con la cruz y, ante esa visión, qué menos que preguntar: Quo vadis Domine (¿a dónde vas, Señor?). La respuesta fue la siguiente: Romam vado iterum crucifigi (voy hacia Roma ... para ser crucificado de nuevo). Y San Pedro dio media vuelta, qué iba a hacer.
Quo vadis. Esa pregunta se hace el Giro. La Corsa Rosa, la más bella del calendario, la que mejores y más apasionadas hazañas reales e inventadas ha dado a la historia del ciclismo, sufre una fase de decadencia. Con esta, son ya cinco ediciones en las que la carrera no despega y no hace honor a su grandeza legendaria. Desde la cabalgada 'coppiana' de Chris Froome en La Finestre en 2018, se han sucedido Giros menores. Con detalles sublimes, como el paso de Tao Geoghegan Hart y Jay Hindley por el Stelvio en 2020 o la cronoescalada de Roglic el sábado, un golpe teatral muy del gusto italiano.
El Giro tiene un excelente ganador, un ciclista con una historia personal detrás, pero la carrera se ha quedado muy corta. La retirada de Remco Evenepoel (Soudal) cuando portaba la maglia rosa, enterró al Giro. Roglic y Geraint Thomas (Ineos) son dos aristócratas del ciclismo, dos miembros destacadísimos de la vieja nobleza. En un Giro gatopardesco, la clave narrativa ha sido que nada cambie. Se han permitido todas las escapadas, se ha recorrido con puntualidad Italia de norte a sur, pero, al final, una resolución de antes de que comenzase la era moderna del ciclismo.
Para confirmar que el guion de este Giro podría haberlo escrito Lampedusa en su casa de Palermo, la última etapa, nada menos que en Roma, la ganó Mark Cavendish (Astana). Han pasado quince años de su primer triunfo en una gran vuelta, la etapa del Giro de 2008 que ganó en Reggio Calabria. El de la Isla de Man tiene 38 años y acumula 162 victorias, 53 de ellas en vueltas de tres semanas: 34 en el Tour, 17 en el Giro y tres en la Vuelta. Ganó con tres bicis de ventaja en los Foros Imperiales, como cuando era el mejor velocista del mundo.
¿Por qué el Giro ha dado la sensación día tras día de ir hacia su crucifixión final en Roma, sin esperanza de salvación? Tres han sido los principales problemas de la carrera: un recorrido con errores, una participación algo corta y la retirada de Evenepoel. En otra dimensión, el escaso nivel de los ciclistas italianos tampoco ha ayudado a dar vida a la carrera.
En el análisis del recorrido es obligatorio fijarse en la cronoescalada final que, según no pocos expertos, ha bloqueado la carrera. Las tres etapas de montaña en línea de la última semana se zanjaron en cuestión de segundos en movimientos muy cerca de meta.
En las dos primeras semanas, los corredores no encontraron la manera de mover la carrera. Ni el Lago Laceno, ni el Gran Sasso ni Crans Montana dijeron nada. En todas las etapas triunfó la escapada, lo que conecta con una participación algo justa. Y también con el otro factor decisivo, la retirada de Evenepoel. El belga habría buscado la fórmula de mover la carrera y habría tensionado mucho el discurrir de los días, por su capacidad para buscar la sorpresa en cualquier lugar.
El Giro diseñó etapas larguísimas -once de 200 kilómetros o casi- y sin terreno para jugar. Todo fue pesado. Y no es porque los organizadores de RCS no sepan hacer recorridos nerviosos, ya que cada año lo consiguen en la Tirreno-Adriático. Quizá pesó que tras cuatro años flojos (en 2021 ganó Egan Bernal, pero lejos de maravillar), la organización decidió asegurarse un gran nombre en el palmarés, con tres etapas contrarreloj y una dureza medida. En ese sentido, objetivo cumplido porque Roglic da empaque al historial. Añade el Giro a sus tres Vueltas a España y a un palmarés extraordinario. Es un ganador de primera fila.
Si de Evenepoel se puede esperar una guerra de guerrillas, Roglic y Thomas son dos corredores de otro estilo, de inmensa calidad y motor sobresaliente, pero tácticos. Aunque solo podía ganar uno, a los dos les venía bien jugárselo todo a una carta en la cronoescala. Que solo les hayan separado 14 segundos confirma que su diagnóstico era correcto: la carrera pudo caer para cualquier lado.
Si el Giro se quedó corto de ciclismo durante 19 etapas, el desenlace fue extraordinario. La cronoescalada al monte Lussari tuvo los ingredientes del drama, inlcuido el genial giro de guion con la avería de Roglic en plena subida, cuando se le salió la cadena. Como la realidad siempre supera a la ficción -y más en Italia-, de los 18.600 metros de que constaba la etapa Mitja Meznar escogió para ver el paso de la carrera justo el punto donde sucedió el incidente. ¿Quién es Mitja Meznar? Un antiguo saltador de esquí compañero de Roglic en la selección de Eslovenia.
Entre Meznar y el mecánico del Jumbo ayudaron al triple ganador de la Vuelta a reemprender la marcha y a partir de ese momento voló. Además, el monte Lussari hace frontera con Eslovenia, por lo que Roglic corría en casa. Con el secular gusto italiano por el gesto teatral, la maniobra entusiasmó a los cronistas, que recordaron que Fausto Coppi, Fiorenzo Magni y Francesco Moser también ganaron el Giro el último día. Pobre consuelo. La carrera más bella necesita reinventarse.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.