Mirian Cortés lleva siete años como rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca. En el momento de su nombramiento fue una de las pocas mujeres al frente de un centro académico de ese rango dependiente de la Iglesia. Le ha tocado estar ahí en un ... momento en que la crisis demográfica va a restar alumnos a corto plazo a unas universidades que han proliferado en exceso, como explica representando el sentir general de los rectores, tanto de las públicas como de las privadas. Y viendo además cómo la generación que llega a las aulas es la menos practicante en siglos en materia de religión. En ese contexto, el debate de la relación entre ciencia, humanidades y religión tiene una importancia notable. Un debate al que las universidades católicas no pueden ser ajenas. Menos aún una que depende de la Conferencia Episcopal.
- Uno de los retos de la Iglesia es vincular fe y cultura. ¿La Universidad debe ser el centro de ese debate?
- Una de nuestras misiones es ofrecer un diálogo entre fe, cultura, ciencia y razón. Y proponer una conversación entre todas las ciencias. Para llegar a la Verdad, así con mayúscula, es necesario ese diálogo. Aquí lo que tiene más protagonismo es la Teología y la Filosofía, y se organizan muchas actividades en torno a esos centros. Pero también lo hacemos de manera transversal.
- ¿En qué sentido?
- Nuestros dos últimos doctorados Honoris Causa fueron Adela Cortina y Margarita Salas, una especialista en ética y una bióloga, y creo que eso es una muestra de que es preciso un diálogo permanente. Porque nada es neutro, todo tiene implicaciones éticas. El desarrollo de la ciencia impacta en las personas y eso es lo que debe preocuparnos. Debemos procurar que el fin del avance científico sea la persona. Esta universidad intenta poner el grano de arena en ese ámbito de la cultura académica.
- ¿La investigación que aquí se realiza participa también de ese debate?
- Procuramos que sea algo transversal, que se observe también en las tesis doctorales y en otros proyectos de investigación. Está bastante bien cubierto en las Ciencias Humanas, pero también queremos que haya un engarce en las carreras técnicas, que se vea esa dimensión interdisciplinar.
- ¿La libertad de cátedra tiene algún límite en esta universidad?
- La libertad de cátedra es un derecho fundamental, eso es evidente. Nuestros profesores saben que deben respetar la identidad de nuestro centro. Lo firman en sus contratos. En el aula pueden manifestar todo lo que sea fruto de su investigación, como lo hacen en una tesis o un trabajo académico de otro tipo. Otra cosa es la libertad de opinión, que tiene como límite el respeto a la identidad católica de la universidad.
Formación y recursos
- Algunos grupos sociales dicen que las universidades privadas están mercantilizadas y han hecho de la enseñanza un negocio. ¿Qué opina?
- Ni entramos ni salimos en ese debate. Hay una gran variedad de oferta educativa en España y algunas de las universidades privadas son en efecto propiedad de empresas que buscan un beneficio. Nunca criticaré la iniciativa privada legítima, pero nuestro modelo no es ese; hacemos una aportación diferente.
- No tienen ánimo de lucro, pero ¿se autofinancian?
- Las universidades, y ahora le hablo de las primeras, nacieron por el impulso de la Iglesia, que siempre ha considerado que la educación es irrenunciable. Lo hace sin ánimo de lucro, cierto, pero debe sostenerla. El resultado es que, al no pretender ganar dinero, tenemos más libertad para conceder becas, por ejemplo. Le diré que no conozco a ningún alumno que haya tenido que marcharse por motivos económicos. Nuestros precios son superiores a los de una universidad pública pero inferiores a los de una privada al uso. Y no costamos ni un euro al Estado ni a la comunidad autónoma. Como línea general, somos sostenibles.
- ¿Se siente cómoda sentándose en las reuniones junto a rectores de universidades que sí tienen afán de ganar dinero y condicionan a ello parte de sus decisiones?
- Me siento cómoda con todos los rectores, de universidades públicas y privadas. Cada uno tenemos nuestro modelo y no nos dejamos influir. Luego hay un foro solo de las privadas y es enriquecedor participar en él. No olvidemos que las privadas también ofrecemos un servicio público, el de la educación superior, y por ello estamos reguladas. Respetamos todas las opciones legítimas pero lo que sí reclamamos es que nuestros investigadores y estudiantes tengan los mismos derechos que los de las públicas, que no se distinga nunca a estudiantes y profesores por la titularidad de su centro, que se respete la libertad de elección de los primeros y se reconozca la aportación científica de los segundos.
- ¿Se ha planteado en algún momento la Iglesia un sistema de concertación para la universidad como existe en la enseñanza obligatoria?
- Lo hemos comentado en privado, sí. Pero es algo que en realidad debería plantear el Estado. Y dada la gran proliferación de universidades públicas, no creo que tenga interés ni vea la necesidad.
- Proliferación, acaba de decir. ¿Hay demasiadas universidades en España sobre todo con un horizonte a corto plazo de caída del número de jóvenes?
- Se va a dar un descenso brutal del número de jóvenes en edad de llegar a la Universidad. Somos conscientes de ello y creo que los rectores compartimos el sentir general de que hay un exceso de centros. Si se mantiene el descenso de la natalidad, solo se justificaría abrir nuevas universidades si fuera preciso rellenar lagunas de formación, para atender demandas concretas del mercado laboral. Para ofrecer lo mismo, no tiene sentido.
- Como ahora hay tantas, el efecto derivado es que los jóvenes ya apenas salen de casa para hacer sus estudios, frente a lo que pasaba hace no tantos años.
- Una universidad genera riqueza allá donde se asienta, pero la falta de movimiento de los estudiantes también es pobreza si se mira de otra forma, especialmente porque limita sus relaciones humanas y su apertura a otros contextos. En efecto, no parece justificado que haya tantas universidades, pero nadie se plantea cerrar un campus. ¿Quién le pondría el cascabel al gato? Es muy difícil compaginar intereses de unos y otros.
- ¿Qué ofrece hoy a los alumnos una universidad de la Iglesia, en un contexto de caída de la práctica religiosa, sobre todo entre los jóvenes?
- Vivimos en una sociedad secularizada en la que ha caído esa práctica por la falta de formación religiosa, que ha dejado también de recibirse en casa. En ese contexto, una universidad como esta llena ese vacío, el del conocimiento del Humanismo cristiano. Hay asignaturas de contenido ético-teológico, que se dan en todos los grados. En ellas se expone la Doctrina Social de la Iglesia y la ética aplicada a la profesión. Con ellas, junto a otras actividades universitarias, se les ofrece abrirse a la trascendencia. Luego, cada uno lo lleva a su vida diaria o lo ignora.
Alumnos y religión
- ¿La Pontificia se ha ido adaptando de alguna manera a esa nueva realidad social?
- Sí. Hace treinta años, esas asignaturas de las que le hablo no se daban. Se introdujeron con los planes de estudios derivados de la reforma de Bolonia. Antes eran optativas que ofrecía Teología. Ahora ya son oficiales. En los últimos años ha habido menos cambios, pero hemos notado que el covid ha pasado también factura a la observancia religiosa. Ya veremos si es un paréntesis o una tendencia. Los profesores procuran hacer ver cómo la Doctrina Social de la Iglesia da respuesta a los problemas concretos de cada momento.
- ¿Su propuesta educativa tiene gancho entre los alumnos extranjeros? ¿Se nota el peso de los países con un catolicismo emergente?
- Nunca hemos tenido muchos extranjeros. Ahora son un 5%, que sube al 7% con los erasmus. Se concentran sobre todo en Ciencias Eclesiásticas y vienen en especial de América Latina, también de África y Asia. En carreras como Comunicación y Salud igualmente hay un cierto porcentaje de extranjeros. Es una asignatura que tenemos pendiente y esperamos que ese porcentaje crezca entre otras cosas con la introducción del inglés en las aulas.
- ¿Qué pesa más en los nuevos alumnos: la calidad docente o el ideario religioso?
- No hay diferencia. Somos una universidad abierta. Y nuestros estudiantes saben cuál es nuestro ideario. Creo que la mayoría nos elige por la calidad y seguro que hay un cierto porcentaje que lo hace por la condición de Universidad católica, que les da confianza. Nunca he sabido de ningún estudiante que nos rechace por ser un centro católico.
- En otros países hay laicos que se interesan por los estudios vinculados a la Biblia o a la religión en general. ¿Sucede también aquí?
- Los estudiantes de Ciencias Eclesiásticas, en su mayoría, están ordenados o lo van a estar. Aquí no pasa usualmente lo que usted comenta, que es algo que sí se da en Alemania, donde hay laicos, igual que candidatos al sacerdocio o a la vida consagrada, presentes en esas carreras. Es cierto que tenemos algunos másteres por ejemplo en Doctrina Social de la Iglesia a los que acuden laicos porque buscan formarse para un trabajo. Sucede también en el campo del Derecho canónico para colaborar en tribunales eclesiásticos o curias diocesanas.
- Hace unas semanas, la Iglesia española acordó pedir al Papa más responsabilidad para la mujer. ¿Qué le parece?
- Creo que no hace falta pedírselo. Lo ha dicho desde el inicio de su pontificado. Pero las mujeres tienen que prepararse para ello. Su misión ha de enmarcarse en el papel del laico, hombres o mujeres.
- ¿Y qué cabe esperar de esa actuación de los laicos?
- Su papel será más relevante y habrá que dar pasos en ese camino, porque la Iglesia deberá apoyarse más en ellos. Durante este pontificado se ha avanzado mucho en ese terreno, y eso no tiene marcha atrás. Pero todo lleva su tiempo. De todos modos, le aseguro que en algún sentido y en lo que se refiere a las mujeres, la Iglesia va por delante de la sociedad.